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Jueves, 16 de junio de 2005

GRAN MARTELL, MUSICA DE ILUSIONISTAS

Contra los caprichos del “frontman”

Tito Fargo comenzó con Luca Prodan, ensambló Los Redondos en la época de Gulp y terminó emigrando a España. Jorge Araujo se hizo con los Divididos, aunque luego se distanció. Junto a Gustavo Jamardo formaron Gran Martell, esperando que ninguno de los tres vaya al frente. Curioso, ¿no?

 Por Cristian Vitale


Magos e ilusionistas lo deben tener muy bien: Joseff Martell fue un rumano hijo de madre equilibrista, a quien se le atribuye la creación de un misterioso sistema de trampas llamado espejos dobles y de dos rarezas impactantes para todo mortal: la cápsula de cristal y los cubos desconcertantes. Como su encarnizado rival, el más famoso Harry Houdini, murió víctima de uno de sus trucos: se le quebró un espejo en la cabeza en medio de una actuación en el circo de Valaquia. A casi 80 años de esa muerte tremenda, Tito Fargo, Jorge Araujo y Gustavo Jamardo resucitaron su nombre –su apodo, en verdad– para titular una banda de rock. “Hay un contenido alquímico cuando nos juntamos a tocar, que después se convierte en potente. Se dio natural”, resume Fargo, ese guitarrista de carrera prolongada y errante, que comenzó tocando con Luca Prodan en la Hurlingham Reggae Band principiando los ‘80, ensambló con Skay en Los Redondos época Gulp y Oktubre y terminó emigrando a España, donde formó muchas agrupaciones durante 15 años hasta volver a fines de los ‘90.

Magia y alquimia coinciden entonces con el legado del ilusionista; potencia, en cambio, con otro de los significados de la palabra martell: martillo en catalán. La fuerza del martillo y la magia de Joseff, entonces, configuran simbólicamente la propuesta de este power-psicodélico trío que tiene apenas diez meses de existencia, tres presentaciones en vivo y un disco grabado en tiempo record: lo mismo que dura. “Por eso el sonido es medio turbio y las voces están tratadas en ambiente; tenemos un desprejuicio seductor que nos lleva a proceder así”, explica el bajista, ex Porco, Gustavo Jamardo.

El origen fue más o menos así: Araujo y Fargo se conocieron en 1997, cuando Fargo regresó de España y a Araujo ni se le ocurría dejar Divididos. Confluyeron en zapadas de ocasión durante un tiempo hasta que, junto a Ricardo Mollo en ukelele, se transformaron en la banda de sonido de las exposiciones pictóricas de otro ex Redondo, Semilla Bucciarelli. “La gente ni sabía que éramos nosotros los que tocábamos, siempre estábamos por ahí atrás, generando sonidos raros”, rememora Araujo. Hubo que esperar a que Araujo abandone Divididos y Fargo decidiera embarcarse para que ambos desarmaran un fugaz dúo llamado Básico y se tomaran la cosa en serio. Alguien les presentó a Jamardo y la cosa fluyó natural desde el vamos. “Lo vi a Jorge, borracho, llorando, y le dije: ‘¿Querés armar una banda ahora que te fuiste de Divididos?’”, bromea Jamardo mientras se tira flores con Araujo. “El, como baterista, ataja todos los penales”, dice. “Y vos como bajista, también”, le responden.

Como estrategia de prensa, el trío gacetilleó una tercera acepción del término “martell” que aclara algo sobre el sonido raro, poderoso y envolvente que proponen en su disco debut. Dice así: “Banda de rock cuya situación rítmica y sonora sirve para golpear el oído interno con un complejo sistema de ilusión auditiva y/o quiebres desconcertantes en sus canciones, basados fundamentalmente en la huida sistemática del cuatro por cuatro”. Festejan cuando alguien descubre que en realidad la música que hacen no es de este tiempo, aunque ellos estén en este tiempo y aprovechen todas las posibilidades técnicas. Aceptan de buen modo que se los involucre entre King Crimson, Jimi Hendrix o Led Zeppelin, o que alguien les diga que proponen un sonido anti mainstream y poco vendible. “No tenés que estar luchando por ser actual, porque la actualidad te la da hacer las cosas en este momento”, sostiene Jamardo.

“Hay que respetar la historia, porque muchos violeros, por ejemplo, no entienden a Hendrix o a Zappa: los homenajean mal. Nosotros le tenemos un gran respeto al rock como sonido, a la gente que creó todo esto. El rock es un género bastardeado, porque el estereotipo superó a la música, cuando lo bueno es que vos descubras las cosas, no que te las den servidas. Es que el sistema adoptó al rock como una música representativa, cuando antesera totalmente contestataria; pienso que el riesgo artístico se perdió, porque se lo comió el mercado. Y nosotros venimos a plantear que la cosa viene de otro lado”, postula Fargo.

Ahora se entiende mejor el concepto integral de un trabajo discográfico que hechiza a todo nivel. Una tapa gris metalizada que forma un círculo con figuras geométricas rodeando el nombre del grupo escrito en forma de martillo. Una foto de un pibe que se rapó la nuca, formando con su pelo una galera y un conejo –logo de la banda– y la contratapa con el nombre de los once temas en negro. Es de esas gráficas que te podés colgar horas mirando. Y también escuchando lo que hay dentro, porque la propuesta es de veras exótica, cruda y desprejuiciada: hay psicodelia-power (Sopa), bagualas distorsionadas (Es igual); una especie de mantra aborigen hipnótico (Silencio de los pasos); temas que suenan a Divididos como Freak nocivo o Hijo de mil –”Mucha gente compara y puede ser, tal vez porque el bajo y la batería están bien al frente”, define Araujo sobre este último-; riffs potentes, zeppelinianos (Tierra de campeones). Y el sorprendente Latidos, donde el ex Divididos canta y toca a solas el cajón peruano. “Nunca toqué percusión hasta que Bam Bam Miranda me miró a los ojos y me dijo: ‘Tenés que hacerlo’. Desde ese momento lo hice varias veces y en este tema llegué a resumir la batería en el cajón”, cuenta.

–¿Son setentistas ustedes?

Araujo: –Mirá, hay un momento en que los códigos cambiaron. Creo que es en la década del ‘80. Los que nacimos antes coincidimos en nuestra información musical. Hay muchas canciones de rock en la Argentina que están en métricas de cuatro por cuatro, cuando la música que yo escuché de pibe no era así.

Jamardo: –Yo soy un poco punk, lo único que existe es el día por día. Por eso estoy casi al límite.

–¿Se pueden romper límites?

Fargo: –Como artista los tenés que romper todo el tiempo, porque cuando te detenés a conservar tu quintita no rompés más nada.

Característica básica: en Gran Martell no hay cantantes. Fargo hace algunos coros y las voces centrales se reparten entre Araujo y Jamardo. Araujo lo hace como en sus principios, sentado en la batería y con el mic pegado a la boca, como Greg Lake o Javier Martínez. “Toco la bata desde los 8, y entre los 15 y los 19 tocaba y cantaba, hasta que me empezó a hinchar las pelotas. Pensé que no lo iba a hacer más, incluso Mollo y Arnedo me pidieron cantar en un par de ensayos de Divididos, pero me negué. Finalmente, Fargo me convenció.” El hombre con uno de los curriculums más extensos del rock argentino –Fargo– ha pasado por decenas de grupos en los que, parece, tuvo que lidiar con ciertos caprichos frontmen. “Propuse plegarme a la banda con la condición de que no haya cantantes”, define, conciso.

La suma

Jorge Araujo dejó Divididos en abril del 2004 sin hacer inmediatamente público por qué. Reemplazante de Federico Gil Solá y proveniente de Monos con Navajas, se integró a la aplanadora en 1995 y grabó con ella cuatro discos (Otro Le Travaladna, Gol de mujer, Narigón del siglo y Vengo del placard de otro). Después emigró para hacer la suya. “Me fui por cuestiones meramente artísticas. Fue una separación sana, pero al tiempo se me frunció porque no sabía para dónde disparar. Recién le encontré una explicación cuando arranqué con Gran Martell. Admito que pasé por una etapa muy confusa; fue un riesgo artístico grande, una batalla dura.” Sobre su reemplazante, Catriel Ciavarella, dice: “Lo conozco desde chico,cuando venía a los ensayos de Divididos, pero aún no lo vi tocar con ellos. Entiendo que es inevitable que me comparen con él y esas cosas, porque siempre va a suceder, pero Divididos y todo lo que ocurra por ese lado para mí es un ciclo cumplido”.

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Gran Martell presenta su disco el 17 de junio en la Sociedad Italiana de Morón (Buen Viaje 851)
 
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