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Jueves, 30 de junio de 2005

EXCLUSIVA CON STEPHEN CHOW, DIRECTOR Y PROTAGONISTA DE “KUNG FUSION”

Mueva, mueva

La película es una coctelera de humor, con novedosos efectos de animación, impactantes coreografías de Yuen Wo Ping (Matrix, Kill Bill) y apuesta a la cruza de géneros. Lo nuevo del director de Shaolin Soccer –película china más vista de todos los tiempos– llega dispuesto a develar algunos misterios: “Siempre creí en los maestros escondidos: no me sorprendería si encuentro en una plaza un gran maestro de kung fu”, dice.

 Por Mariano Blejman


Una devoción por el cuidado del cuerpo, por el uso de un arte marcial como forma de aprender a no pelear, un cuidado griego de la silueta, una admiración por el contorno, por la patada voladora, por la pirueta intergaláctica, por el sarcasmo trágico, en fin. Todo eso que uno no se animaría a hacer en la vida real sucede en el mundo de Stephen Chow. Lo que hace el actor y director de Kung Fusión es una especie de revolución dentro del género: el uso de humor, efectos del cartoon y la cruza de géneros (artes marciales en un partido de fútbol fueron el centro de Shaolin Soccer del 2001, su multipremiada y taquillera película anterior), además del trabajo del cada vez más admirado coreógrafo Yuen Wo Ping (de El tigre y el dragón, las tres Matrix y las dos Kill Bill, entre otras cuarenta películas), hicieron del director una especie de gurú en la gran pantalla. En exclusiva, Chow, habla con el No desde Hong Kong sobre Kung Fusión, que se estrena el 21 de julio en Buenos Aires.

Si naciera de nuevo, según sus dichos, querría ser un dibujo animado. “¿Ser un personaje de cartoon? ¡Esa sería una idea brillante! Así no necesitaría ejercitar tanto como para mantenerme en forma. Me encanta todo lo imaginativo, y los dibujos animados tienen un formato que permite ir más allá de cualquier frontera, que simula mi imaginación y creatividad.” Sin duda, de eso se trata esta nueva película de Chow. De atravesar las fronteras espacio-temporales. Kung Fusión cuenta la historia de un ladrón de poca monta (Sing o, mejor dicho, Chow) que aspira a ser miembro de la despiadada Pandilla de las Hachas, cuyas actividades clandestinas ensombrecen la ciudad. Al tropezarse con un vecindario conocido como Pig Sty Alley (algo así como la “Calle pocilga de cochinos”), Sing y su amigo encuentran que no va a ser tan fácil sacarles dinero a estos pobres muchachos de las afueras de Shanghai. Esos intentos de Sing (que es también el sobrenombre del actor y director en la vida real) por sacar dinero del poblado llaman la atención a la verdadera Pandilla de las Hachas. De pronto, casi como si se tratara de Astérix y su mítica aldea gala, cada uno de los “hombres comunes” que viven en el poblado tiene o bien poderes especiales, o bien destrezas inesperadas que dejarán -literalmente– con la boca abierta a los supuestos “malos” de la película.

–En Kung Fusión, la gente común tiene poderes especiales: ¿soñaste con eso alguna vez?

–Siempre creí en los maestros escondidos: no me sorprendería si encuentro que un abuelo detrás de mi puerta es un gran maestro de kung fu, aun si piensas que no luce como uno de ellos. De hecho, cuando era chico, tuve un vecino que era un viejito común y corriente, pero resultó ser un gran maestro de kung fu.

El director, actor y productor de un metro setenta y cuatro centímetros (aunque algunos opinan que no pasa del metro setenta y tres) está mezclando los registros. Por momentos es como si se tratara de hacer una superproducción de Hollywood con estrellas salidas de Mingo y los fantasmas. Muchos creen que su forma de encarar la ficción puede correr el riesgo de convertir el cine en un programa de televisión más que en otro formato de género. Acerca de si podría imaginarse una película de artes marciales sobre el comunismo en China, Chow prefiere no opinar. El contexto del film es la China pre-comunista, y allí sucede Kung Fusión (una espantosa traducción española del original Kung Fu Hustle), y viene a darle los gustos a Stephen Chow, quien tuvo que hacer su propia película para ser un verdadero maestro de kung fu, algo que siempre deseó.

Chow hizo una película contextualizada en la Shanghai de los años ‘30, en el contexto de la mafia: “Cuando decidí hacer una película sobre kung fu, quise hablar sobre lo que verdaderamente significaba el kung fu chino. Para mí, se trata de saber pelear para no necesitar hacerlo. Mi rol, Sing, confunde equivocadamente la violencia con el poder. Hice el film en el contexto de la mafia, para darle un entorno de violencia y maldad. Primero todo sucedió entre lo bueno y lo malo, y al final Sing comprendió que el verdadero significado del ejercicio del kung fu no es pelear sino que trata de cómo evitarlo. Eso también ayudó a crear un contraste entre un antes y un después de su transformación”.

Aquellos que hayan podido ver las películas de Bruce Lee, esas que hicieron furor durante los ‘70 y ‘80, recordarán los tipos volando por el aire en patadas voladoras sobrehumanas, que provocaban sensaciones de distancia y de tiempo enigmáticas. Claro que esas películas constaban de una tonalidad extraña: ocre satinado, problemas de brillo y contraste, una banda sonora espantosa y para colmo –en el mejor de los casos– doblajes horrendos que poco interesaban cuando se trataba de peleas.

Desde su más ¿tierna? infancia, Chow ha dedicado buena parte de sus horas diarias a fortalecer su cuerpo; incluso cuando filma o hace otras cosas pasa al menos una hora entrenando. No sólo Bruce Lee ha sido el factótum de sus deseos sino que también –cuando tuvo la posibilidad– convocó a muchas de las figuras legendarias del cine de Hong Kong. El cine que explotó las artes marciales es el de Hong Kong, que hasta hace unos años estaba por fuera de la China comunista. Es más: uno de sus primeros premios vino de la Academia de Taiwan, país que siempre está como a punto de entrar en guerra con China. Pero tanto Matrix de los hermanos Waichowski como Kill Bill de Quentin Tarantino aggiornaron el uso de las artes marciales para un público masivo, redescubrieron el género, lo mejoraron y finalmente lograron que Hollywood se interesara por ellos.

–¿La industria occidental revaluó las artes marciales o las vulgarizó?

–Ambas películas, Matrix y Kill Bill, son brillantes. Reconozco que ellos representan un esfuerzo tratando de combinar el kung fu chino y los gráficos computadorizados de las películas de Hollywood. El kung fu chino puede ser muy imaginativo, Matrix y Kill Bill utilizaron la imaginación para presentar nuevas imágenes a la gran audiencia. Esas películas son innovadoras y poco convencionales.

Pero, sin duda, lo que llevaría a la fama definitiva a Chow en Asia y el resto del mundo fue Shaolin Soccer, la película china más vista de todos los tiempos, también record en facturación. La revista Time le dedicó una portada, y sus críticos escribieron para su estreno en Estados Unidos que Chow era una especie de Charles Chaplin de Hong Kong. El año en que empezó a filmar esa película, Chow se estaba comenzando a preocupar por la calidad de su trabajo: esta vez tenía que ser lo mejor. Quentin Tarantino dijo por entonces que Chow era el mejor actor que trabajaba en Hong Kong, mientras que los críticos chinos lo tratan de “genio”. Hay que tener en cuenta un factor que el mismo Chow reconoce: Shaolin Soccer salió a los cines en el mismo momento en que se producían fenómenos epidemiológicos en Hong Kong. El estrés que provocaba el virus del SARS fue, de algún modo, descargado a través de esta comedia escapista, más que nunca.

–¿Qué cambió desde Shaolin Soccer hasta ahora?

–Me encanta probar cosas diferentes. Me gusta hacer mis películas tan nuevas y únicas como pueda ser posible. En Shaoling Soccer traté de combinar el fútbol con el kung fu, lo cual era una verdadera nueva idea en ese momento. Esta vez me concentré en el kung fu, y lo hice para hacerles un homenaje a las viejas películas de kung fu, que realmente amo y he visto desde que era pequeño.

Además de convocar a Yuen Wo Ping, que tiene una cincuentena de películas como coreógrafo y comenzó en los ‘60, también se encuentra el actor Sammo Hung, otro clásico. Chow dice que el trabajo de Wo Ping, en algún sentido, le recuerda que el kung fu es una especie de danza. “Pero ambos, el kung fu chino y el baile, son también una clase de ejercicio físico. Del estrés del kung fu me gusta que no es solamente una cuestión de pelea. Es más un asunto de entrenamiento, tanto como bailar o cualquier otra clase de deportes. La función principal del kung fu es ejercitar el cuerpo.” Hay un proverbio oriental que dice que todo gran viaje comienza con un pequeño paso, y que la satisfacción no está en llegar sino en permanecer en movimiento. ¿O son dos proverbios distintos? Pero lo de Chow es un ida y vuelta entre el presente y el pasado. También de los ‘70 sacó Chow uno de los temas (Huan Sheng Yi o La Chica Muda del Helado), que es un clásico mandarín escrito por el legendario Liu Jie Chang.

–¿Por qué recuperaste las clásicas estrellas del cine de Hong Kong?

–Quiero rendir homenaje a los míticos chinos de las películas de kung fu, y a las estrellas de aquellos días. Ellos fueron muy gentiles al participar. Leung Siu Lung –que hizo de The Beast en el film– ha estado en la industria por muchos años, y yo admiraba sus viejos trabajos. Cuando planeé hacer una retrospectiva sobre las películas de kung fu, decidí llamar a los clásicos. También Yuen Qiu, la madama del vecindario, hizo unas cuantas películas en los ‘70, después se retiró cuando se casó. Ahora es una abuela, pero también una linda mujer. Engordó varios kilos para poder hacer su personaje. El hombre, Yuen Wah, fue a la misma escuela de artes marciales que la mujer, son como hermanos de kung fu. Yuen Wah participó en muchas películas de kung fu, y también en dramas de televisión.

Hay, aquí, un nivel de lectura distinto del que podríamos tener los occidentales: salvando las inmensas distancias, probablemente los chinos vean esta película como algunos de nosotros veríamos una de Brigada Z, con la participación especial de algunos de Titanes en el ring. Salvando la inmeeeeeensa distancia. Los personajes estelares de Kung Fusión son hombres y mujeres normales: un peluquero gay, un sastre miedoso, un niño juguetón, que en determinadas ocasiones pueden adquirir algo parecido a superpoderes. El rodaje volvió a juntar míticas personalidades que no trabajaban hacía años y, que en algunos casos, jamás habían trabajado juntos. El rodaje se hizo en Shanghai. “Me inspiré para hacer el set en el lugar donde viví cuando era pequeño. De hecho, esos caseríos eran lugares bastante comunes por entonces. No sólo el set sino la gente viviendo ahí era real: una dama gorda y un borracho con un montón de vecinos viviendo juntos. Todos muy apretados, sin espacio para nada.” A pesar de los riesgos, Chow asegura que nadie resultó herido en la filmación. “Aunque algo se perdió: los chanchos, los patos, los pollos simplemente desaparecieron.”

¿Cómo puede ver el público argentino Kung Fusión? Pues bien, después de emitirse por Telefé El tigre y el dragón, sólo se espera público y más público para este trabajo que corre el riesgo de vulgarizar un arte milenario (tanto el del filmar, como el de pelear). “No puedo saber qué va a pasar en Sudamérica con el estreno. Me gustaría que a la gente le guste, pero cómo lo van a recibir está fuera de mi control. Lo hice de corazón e hice mi mejor esfuerzo. Dejaré que la audiencia lo juzgue. Me gustaría visitar la Argentina alguna vez. Es un bello país”, cuenta Chow. “Si es un film de Hong Kong, de Hollywood o de la Argentina, mi foco está en la película. Donde debe estar la historia, allí estaré. De hecho, con el desarrollo tecnológico actual, las cuestiones regionales ahora son menos importantes”, dice el director que todavía sigue practicando kung fu.

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