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Jueves, 28 de julio de 2005

PABLO MOLINA, EN TRAVESIA INTERMINABLE POR MEXICO

Salvando distancias

Creció junto a Fidel Nadal en los ‘80, viajaron juntos a Jamaica y abrazaron el rastafarismo, aunque luego Pablito hizo un camino diferente: “Somos rastaman / no somos talibán”, canta. A pesar de andar de gira en clave solista, Molina quiere reflotar Todos Tus Muertos junto a sus antiguos compañeros. Aunque hay uno que no quiere participar.

 Por Cristian Vitale


Los primeros pasos concretos de Pablo Molina en la música se los debe a Fidel. A principios de los ‘90 vivían juntos y Fidel lo invitó a integrarse a Todos Tus Muertos, cuando la banda hacía tiempo que había editado su primer disco (El álbum, 1988) y el debut no pudo ser mejor: Pablito Américo –su segundo nombre– fue adquiriendo de a poco el mismo status interno que Gamexane, Potenzoni y Félix Gutiérrez, y ya para la grabación del más notable de sus discos (Dale aborigen, 1992) no sólo había acoplado aceitadamente sus habilidades percusivas sino que le agregó variantes nuevas al grupo con su particular timbre de voz. “Al muy poco tiempo de estar en la banda, fue Fidel el que me pidió que cantara –evoca Pablo, desde México, donde se encuentra de gira presentando su disco En el valle de la decisión–; él ya sabía que cantaba, porque lo hacía cuando vivíamos juntos, pero yo nunca lo hacía en público. Me costó mucho, pero al final fui saliendo: vencí mi timidez.”

A partir de ese quiebre, y además de transformarse en cantante, el devenir de Molina aparece en muchos momentos asociado a la suerte de Fidel. Uno clave fue en 1992, cuando el Manu Chao llegó al país con Mano Negra y surgió la necesidad de conocerlos, detonada por el incidente en el que Tom Carnal, el tecladista, rompió el monitor en el programa de Mario Pergolini en La TV ataca. “Fidel y yo dijimos: ‘Vamos a ver a esos tipos’, subimos a mi Volkswagen 1500 y así comenzó una muy productiva y buena amistad con Manu y su grupo; los teloneamos con TTM en Obras y eso marcó la salida definitiva del under para el grupo”, recuerda.

Otro momento clave fue el viaje a Jamaica. En 1996, a instancias de Flavio Cianciarullo y Pablo Vanasco, ambos volaron a las tierras originarias del rocksteady junto a Amílcar –hermano de Fidel– para registrar el disco de Lumumba en el estudio One Blood de Junior Reid. “Estaba estupefacto; era la tierra del gran Bob Marley y no podía reaccionar. Estuve más de un día sin poder hablar. Los rastafaris, el movimiento, las comunidades en las montañas. Era mucho.”

–Esa es la parte buena, pero también la pasaste mal en ciertos lapsos.

–Es que no sabía diferenciar un maleante de un hombre rasta bienintencionado. En Kingston y en otras ciudades abundan los falsos rastas y, literalmente, tuve que pagar mi derecho de piso. Pronto me di cuenta de que por algo Bob Marley se había ido a vivir a Miami. Jamaica es un lugar muy peligroso y más si tenés la piel clara o blanca.

Más allá de esos momentos poco felices, Molina considera aquel viaje iniciático como “un aprendizaje intenso”. Mucha de esa experiencia hay impregnada no sólo en el disco que grabó con Abed Negó en honor a grandes del género como Jacob Miller, Jah Cure, Garnett Slik y el mismo Marley (Reggae classics en español Volumen I, 2000) sino en su material solista reciente, En el valle de la decisión, en el que, a diferencia del anterior compuesto íntegramente por covers, solamente versiona a la dupla Lee Perry-Leroy Silbes con El jardín de la vida.

El resto de los temas (nueve en total) son de su autoría y la frase clave inserta en uno de ellos alcanza para hablar de apertura: “Somos rastaman / no somos talibán”. “Es un disco un poco más variado en lo musicaly abierto que el anterior. Tiene seis reggaes, un hip-hop-soul, un tema acústico con tambores, y un tema rhythm & blues-soul y reggae. No me gusta aburrir al público ytampoco me quiero aburrir yo”, puntualiza. En el valle de la decisión es la excusa que llevó a Pablito a encarar una extensísima gira por México, que inició hace unas semanas y concluye recién el año que viene. “México es uno de los países donde más me quieren y más público viene a mis conciertos. Además, hay 120 millones de habitantes y no alcanza un mes o dos para una buena gira, como yo quiero.” El disco fue editado en tierra azteca por el sello independiente NattyCongo y en breve, el videoclip del corte (No pretendas) estará rotando por los canales de música. “Así que hay mucho trabajo por hacer”, redondea.

–¿El de Abed Negó fue un disco militante? Alguna vez hablaste de la necesidad de difundir el mensaje espiritual del reggae en un país en el que no estaba muy difundido...

–Sí, porque a cinco años de haberlo grabado la gente sigue pidiendo las canciones en toda Latinoamérica. Muchos me dicen que no hay nada igual. Para mí marcó una brecha en el reggae clásico.

–Y con Lumumba como antecedente directo. A propósito, ¿fue éste el disco que distanció a Todos Tus Muertos en su momento?

–Es claro que no se llevaba bien en términos filosóficos con TTM. A ciertos compañeros no les gustaba que nos distrajéramos con Lumumba, en vez de dar todo para la banda. Y por su parte, a Fidel se le notaba aún más la molestia de tocar con TTM, porque no pensaban como él y no eran rastas. Diría que fue el comienzo de la ruptura como banda. Sin embargo, eso ya es parte del pasado y hoy Todos tus Muertos, aunque sin Fidel, vive. En marzo dimos tres conciertos en México y nos fue muy bien. Y volveremos en noviembre para repetir la experiencia.

–Fidel era tu amigo rasta, alguna vez dijiste que con él orabas, tocabas y ¿Qué significa hoy para vos?

–El es como es, y lo respeto. Hemos compartido vivencias y también nos peleamos. Pero ya no trabajamos juntos porque tenemos diferentes formas de conducir nuestras actividades.

–¿Qué elementos marcan la evolución del reggae en la Argentina, según tu visión?

–Y, antes andabas por la calle con dreadlocks y te metían en cana, o salías con ropa de colores rojo, amarillo y verde y te decían “payaso”. Ahora, en cambio, hasta te podés ganar una linda novia si te vestís a lo rasta. Y en lo musical, cada vez más jóvenes saben reconocer un reggae cuando lo escuchan. Aunque es cierto que se sabe muy poco del culto rastafari y de Haile Selassie I, me parece que hay ganas de saber más acerca de esto. En términos generales, creo que el reggae ha evolucionado en la Argentina y en América latina. Hay más bandas que salen a tocar, más público que va a escuchar, algunos programas de radio que difunden el género y también emisoras que pasan de todo y de repente mandan un reggae. Igual, no creo que sea suficiente aún. Todavía está muy inmadura la cosa, pero con el tiempo van a salir los talentos buenos.

–Tuviste una época de mucha conexión con la cultura rasta de raíz. ¿La conservás en los mismos términos, con la misma intensidad?

–Conservo mi fe en Dios, que es uno y tiene muchos nombres según la cultura, pero en un sentido más universal y sin excluir a ningún ser viviente. Todos formamos parte de un todo y eso nos hace falta hoy.

–¿Te desencantó algo de ella?

–He ido evolucionando con el tiempo y las equivocaciones. Con 40 años y 6 hijos tuve que pasar de ser un fanático cerrado a abrirme al cambio, a flexibilizarme. Esto no hace que me traicione en mis convicciones, pero si quiero llegar a más gente tengo que abrir mi mente a todo el mundo.

–¿Creés en la argentinización del reggae?

Es una polémica que parece no tener fin.

–El reggae lo puede tocar cualquiera en cualquier parte del mundo, siempre que lo sienta suyo de verdad. Está bueno que se argentinice, pero que no pierda su esencia; porque cuanto más cerca está de las raíces, mejor.

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