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Jueves, 28 de julio de 2005

CRONICA DEL SHOW DE GOLDIE

A toda máquina

EL “AFTER” GOLDEN

POR S.R.U.


Refutando la teoría de que todo artista internacional trascendente viene al país 20 años después de su momento de gloria, a 10 años del aún flashero Tímeles, el hombre de los dientes de oro (léase Goldie) confirmó el sábado pasado que lo suyo, más allá de su importancia histórica coyuntural como rey del jungle y pionero del drum & bass, sigue siendo, a fuerza de hacernos sentir en el aquí y ahora de la pista de baile, tan atemporal y futurista como entonces. Impecablemente organizado por Gancia, a las 3 am (después de la apertura hip hopera de DJ Stuart –ver nota– y el impecable set de un Bad Boy Orange concentrado y emocionado por lo que prometía ser una noche soñada), Goldie demostró, desde el primer minuto de su set (con un break insólito que delató su pasado como bailarín de breakdance) que lo suyo sigue siendo el frenesí rítmico controlado y las bases que pegan directamente en la energía sutil del cóccix.

Después de cuatro horas en las que lo único criticable fue un MC (¿cuándo se van a dar cuenta ciertos artistas extranjeros de que el público local no necesita que se le aclare cada 30 segundos en qué ciudad están gritando “¡Bueenoss Aairess!”? ¿O será el dudoso prestigio internacional de cierta sustancia que genera hiperactividad e hiperkinesis?) que arrancó insoportable, pero con el transcurso de las horas fue justificando su presencia. Goldie empezó a bajar un poco el pie del acelerador, lo que permitió observar mejor el paisaje: muchos chicos falseados (curiosamente pocas chicas, salvo las simpáticas promotoras de Gancia), gente de seguridad que apuntaba sutilmente con pequeños láseres a los pocos fumadores empedernidos de la pista, y un chill out casi completamente vacío que expresaba que las promesas doradas se habían cumplido a rajatabla.

Goldie va a pasara la historia por ser el DJ que atravesó el límite de la velocidad del sonido bailable: su música aún sigue estando en el límite entre el éxtasis y lo intolerable, y hay muchos que todavía no saben cómo bailarla. Lo cual puede resultar liberador, sobre todo entre tantos beats marciales que parecen diseñados por laboratorios más que por músicos. Goldie es un gran DJ porque sus polirritmos se pueden bailar más allá de un trago o de una píldora mágica. Quizá por eso, las expectativas que llenaron un Niceto –que por fortuna no sufrió de la claustrofobia de otras veladas–, se vieron cumplidas con creces. Y si el desarrollo del drum & bass como género hoy tiene su futuro en Brasil, lo de Goldie (un artista que sólo sacó dos discos que revolucionaron la escena musical) sigue siendo moderno y a la vez es un clásico, capaz de magnetizar totalmente a los bailarines que, a las 7 de la mañana del domingo, estaban como para ir a trabajar con alegría, frescos como lechugas. Todo un estilo.

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