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Jueves, 27 de octubre de 2005

NATHAN FOLLOWILL, DE KINGS OF LEON

Reyes de la colina

En la, originalmente, humilde familia de los Followill había pastores pentecostales y adictos al crack. En esa sociedad de contrastes surgió una banda con olor a campo e intenciones citadinas. Parecían evocar al rock sureño, pero se acercaron a un sonido más... ¿Stroke? ¿Stripe?

 Por Yumber Vera Rojas

En 1957, mientras Little Richard viajaba a Australia, uno de los motores del avión comenzó a incendiarse. En medio del pánico, el pianista y cantante llegó a pensar que Dios lo estaba castigando por prestarse a tan pecaminoso ejercicio. Así que prometió devolverle todo al mismísimo infierno si el fuego se apagaba. Tras el milagro, el astro olvidó su palabra y se sumergió nuevamente en la perdición del rock and roll. Cuando regresó a Norteamérica, el motor de la nave se prendió fuego otra vez y no sólo decidió divorciarse del ritmo que le dio un status dentro de la realeza del pop sino que se abocó enteramente a Nuestro Señor. Casi 40 años más tarde, la Gracia Divina tributó con el don de la música a los hijos –más un sobrino– de un pastor de la Iglesia Pentecostal para concebir Kings of Leon, una de las mejores vitrinas del rock estadounidense en los últimos cinco años. Y es que sin duda el Altísimo se mueve de maneras muy misteriosas.

El cuarteto de Nashville, elevado al podio de banda revelación del 2003 gracias a su sorprendente disco debut Youth & Young Manhood, no se quedó con las ganas y en el 2004 publicó la secuela (recién este año apareció en América), el increíble y demoledor Aha Shake Heartbreak. Kings of Leon está cerca de los lugares comunes del rock norteamericano y al mismo tiempo lejos de todo tipo de estereotipos. Banda paradójica ésta. Mientras Estados Unidos se jactaba de la incipiente avanzada retro-rock, el ojo avizor inglés, tal como sucedió con Jimi Hendrix o Pixies, se dejó embobar por el caldo de sus canciones. Y ahora su propio terruño sucumbió ante su sazón pues este conjunto representa el corazón mismo del criollismo estadounidense. Aunque sus paisanos demoraron en darse cuenta. Ese aroma campestre con intenciones citadinas elucubró una propuesta que evoca la Costa Oeste norteamericana en tiempos de The Band o Creedence Clearwater Revival y alude a la penumbra de Robert Johnson, a la espiritualidad del gospel, a la campechanería de Bob Dylan y al surrealismo de las imágenes de Lynch.

Los hermanos Followill (Caleb en la guitarra y voz, Nathan en la batería y Jared en el bajo) deambularon y aprendieron a tocar entre Oklahoma y Memphis. Durmieron en hoteles y en casas de otros pastores. Mientras su generación escuchaba Nirvana, ellos vivieron entre la ruta y Dios. Y el trajín no fue en vano. Explica Nathan: “Si bien eso es cierto y también es verdad que tuvimos una educación estricta debido a que nuestro padre es pastor y a que nos dedicábamos al Señor tres veces por día, no dejamos de escuchar rock. Gracias a la radio conocimos a Tom Petty, los Stones o Led Zeppelin. Todas esas cosas nos estimularon a tener una banda”. Si bien su totalidad consanguínea es una novedad –a los tres hermanos se les unió el primo Matthew Followill en la otra guitarra–, el rasgo familiar no es nuevo dentro del rock norteamericano y menos en el rock sureño. Para ejemplo están los hermanos Ronnie y Johnny van Zant en Lynyrd Skynyrd o Duane y Gregg Allman en The Allman Brothers Band. Describe el baterista: “Crecimos juntos. Nos conocemos bastante bien y sabemos el lenguaje que debemos manejar pese a las diferencias que podamos tener. Esta unión nos llevó a crear una banda con el tiempo”.

Insistentemente se les compara con las agrupaciones tradicionales del rock sureño. Sin embargo, los temas del cuarteto de los Followill consiguen una mayor proximidad con la estética sonora de The White Stripes. Reseña Nathan: “Es verdad que nos asemejan con los grupos del rock sureño de los ‘70. Pero creo que nosotros apuntamos hacia otro lugar. No obstante, algo heredamos de bandas como Lynyrd Skynyrd. Es inherente al lugar de donde venimos”. Y es que tampoco cesan las similitudes con The Strokes. Por algo son llamados “los Strokes sureños”. Asegura el batero: “Me gustan los Strokes. Tenemos varias coincidencias, entre ellas que nos dieron bola primero en Inglaterra que en nuestro país y que ciertamente entramos en la revisión de patrones musicales”. Esa búsqueda de nuevas sensaciones los impulsó en la realización de Aha Shake Heartbreak. Su segundo disco superaen todo sentido su opera prima y tiene como musa la obra del desaparecido cantautor de música country Townes van Zandt. Acá el country, el garage y la psicodelia encabezan el menú. “En este trabajo abrimos la mente. Es una producción más profunda que Youth & Young Manhood. Nos encantan las variaciones entre tema y tema”.

Nietos de Leon e hijos de Leon II, pudieron haber seguido el camino de su padre, pero este linaje de los Followill apostó por el rock y dio fe de una casta. Nathan señala: “Nuestro papá está contento con nosotros. Disfruta de lo que hacemos y de cómo nos va”. El camino que los trae por primera vez a la Argentina, para participar mañana en la apertura del BUE, pone de manifiesto el tacto de su contexto. En la familia de los Followill, de origen humilde, hay pastores y adictos al crack. Esa sociedad de contrastes que distingue al Sur de los Estados Unidos, y que ha sido constantemente expuesta por la literatura norteamericana desde la Vida en el Mississippi de Mark Twain hasta Emboscada en Fort Bragg de Tom Wolfe, quedó al descubierto, mediáticamente, con el desastre que ocasionó Katrina. El músico de este grupo creado en el 2000 ilustra: “Estados Unidos se dio cuenta de que acá no todo era tan bueno. El huracán mostró una cara desconocida y tan real de nosotros. Tras esto muchos norteamericanos conocieron lo que de verdad ocurre en el Sur del país. No se podía salvar a la gente porque los helicópteros estaban en Irak. Es una locura”. Nathan nunca deja de agradecerle a Dios por el éxito de Kings of Leon: “Que no te quepa la menor duda. Lo hago todos los días”.

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