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Jueves, 29 de diciembre de 2005

BALANCE 2005

Los temas del año

Bush, el fisurado

De Bush se habló prácticamente todo el año. Pero no sólo por sus troperías en el resto del mundo sino también porque iba a estar presente en la ya famosa Cumbre de las Américas: 20 días antes del comienzo –mientras el actualmente olvidado Edgardo Petrocchi se entregaba por matar a sangre fría a un joven en la Panamericana (¿alguien se acuerda realmente de ese caso?)–, el NO publicaba en tapa un rastreo a modo de primicia sobre la inmensa movilización que se veía venir; todos se iban a la por entonces sitiada ciudad de Mar del Plata y proponían la fiesta como un modo de resistir a los misiles aire-tierra, a los cazabombarderos, a los francotiradores, a los cordones de seguridad y los agentes del FBI y la CIA, entre muchas otras incomodidades que cuidaban a W. Unos días antes, FM La Tribu editó el disco A Bush no le va a gustar, un recopilatorio de artistas que lo odian. Y después pasó lo que pasó: Maradona llegó en un tren con Kusturica, unas 70 mil personas vieron en directo el show interrumpido de Silvio Rodríguez por el discurso de Hugo Chávez, más tarde vendrían los disturbios que empañaron la fiesta. Para que no queden dudas de su importancia, Bush fue elegido como lo “Peor del Año” en la reciente encuesta del NO, junto a Cromañón y el Post-Cromañón.

La balada de Kate & Pete

Son novios, podrían ser personajes de dibujos animados. Ella; rubia, modelo top y cara oficial de Chanel, entre otras empresas. El; punk, peleador y nene mimado oficial de la prensa rockera inglesa. Obviamente, todo les iba fantástico –salvo por un par de veces en que él (Pete Doherty) cayera en cana–, hasta que aparecieron unas fotos de ella (Kate Moss) armando rayuelas de coca e inhalándolas. Y en el marco de una festiva sesión de grabación de Babyshambles, la nueva banda de Pete. La supermodelo vio cómo las superempresas ponían en duda sus supercontratos que tenían superfirmados con ella. Así que la flaquísima rubia de 31 años pidió disculpas y se internó en clínicas de rehabilitación para superar su dependencia de las drogas (¿también “adicción a las fiestas sexuales”?). El díscolo Pete, 25 años, aprovechó la volada y también se internó junto a Kate, para –ya que estaba– curar sus propios problemas con el crack y la heroína. Y ya que no hay nada más romántico que un centro de rehabilitación, Moss y Doherty atravesaron el tratamiento escribiendo poesía y cantando. Meses antes de que estallara el escándalo, el ruidoso romance ya había sido comparado en el NO con una eventual historia entre Pity Alvarez y Pampita. Aunque Pampita parece algo menos bardera que Kate.

Volvió el 1 a 1

Se descarta por peso propio que Pearl Jam fue la visita del año. Así se expidió el mundo del rock en el NO y también, los 70 mil fans, que poblaron Ferro en noviembre. Pero un árbol –por gigante que sea– no puede tapar el bosque. Argentina 2005 abrió los brazos a un numerazo de bandas y solistas internacionales. Primer ¿gran? arribo: el electrónico Fatboy Slim, en enero, para agitar 80 mil personas en la Playa del Alamo, de Mar del Plata. Slim antecedió a otros congéneres que visitaron tierra gaucha (Groove Armada, Emisor, The Crystal Method, Paul van Dyk, etc., y The Prodigy en Creamfields), pero el rock, obvio, estuvo en otro lado. En White Stripes y su excursión a Puerto Iguazú –y al Luna– con las canciones de Get Behind me Satan recién salidas del horno (mayo). En Placebo con su show de ¿hits? glam-darks, motorizado por Brian Molko (abril). En Slipknot, que reventó dos Obras, epilogando septiembre con A.N.I.M.A.L de telonero y The Subliminal Verses de estreno. Y en The Strokes, en el BUE (octubre) junto a Kings of Leon, Morcheeba, M.I.A. y Elvis Costello (¡cuya única joda fue cenar con Fito Páez!). Gran perfomance de Nine Inch Nails (diciembre), donde Trent Reznor debutó con su sonido futurista, después de cuatro años de ostracismo. El termómetro político lo marcó Manu Chao. También protestaron Steel Pulse y Ska-P, que se separaron aquí, algo que no imitaron Megadeth ni Die Toten Hosen. Hubo mucho para nostálgicos. Fish abandonó su granja de Edimburgo para festejar los 20 años de Misplaced Childhood, tercer disco de Marillion (mayo); vino Ian Anderson, aunque no con Jethro Tull sino con la Orquesta Sinfónica Nacional y la de Cámara Mayo. Tres Rex inolvidables en abril. Todo lo contrario fue Beach Boys. Arribaron Mike Love y Bruce Johnson y fue una auténtica estafa. Para los duros, bastaron el Monsters of Rock –Judas Priest y Whitesnake– y Deep Purple. Notorias presencias de Duran Duran y Simple Minds –pese al flojo Personal Fest–; de Laurie Anderson y los instrumentales Skatalites, que mostraron por qué eran los inventores del ska. Otras presencias: Ray Wilson –que reemplazó a Phil Collins en el Genesis de los ‘90–, Damo Suzuki, ex vocalista de los alemanes Can; Plastilina Mosh, Kinky, Molotov, Sepultura, Aterciopelados. Ah, y también vinieron Emir Kusturica y Vernon Reid. ¿Alguien se acuerda?

Patti, no te quiero

La historia de los hermanos Gonçalvez es acaso el ejemplo más cercano que tiene el mundo del rock para referirse al terrorismo de Estado de la última dictadura militar. Y no porque sea el único caso sino –acaso– porque es verdaderamente emblemático y cruza varias aristas que fueron noticia este año. Gastón Gonçalvez, el bajista de Los Pericos, conoció a su hermano Claudio (que ahora recuperó su verdadero nombre, develaremos enseguida) ya de grande. Claudio fue apropiado por los militares y recuperó su identidad recién en 1995. En septiembre de este año, Página/12 publicó una entrevista a los dos hermanos, que acusan en base a las pruebas que poseen, y a testimonios de quienes vivieron de cerca ese acontecimiento, al diputado electo y no asumido (¿el diputado electro?) Luis Patti. El ahora político defendido por el dinosaurio televisivo Mariano Grondona era entonces subcomisario, y fue involucrado en el caso junto a otros cinco oficiales y suboficiales. A tal punto que Patti no pudo asumir en la Cámara de Diputados, organismo que por una vez se reservó el legítimo “derecho de admisión”, entre otras cosas por la trascendencia que adquirió el caso de los hermanos Gonçalvez. Este fue un buen año para Los Pericos (en la etapa post-Bahiano): armaron un Obras, hicieron lo suyo en el Pepsi Music, sacaron un disco (7). Y fue un buen año para los Gonçalvez: Gastón recuperó, ahora sí, a su hermano, que volvió a llamarse Manuel.

Manu Chao, en perspectiva

Cuando era niño, leí un cuento sobre un extraño personaje que tiene una “enfermedad” de perspectiva: el tipo se hacía más diminuto mientras más cerca se lo tenía. Y se agrandaba a la distancia. En mayo del 2000 sucedió algo parecido en Mendoza. Era invierno. Todos estaban demasiado abrigados como para dejar escapar sus ideas. En la Alianza Francesa estaban los anfitriones ansiosos, pero Manu Chao faltaba a la cita: se se había tomado un micro de línea desde Chile después de visitar de incógnita a los presos políticos, en vez de subirse al avión. Conseguí una credencial de músico “soporte” y pasé cinco días de testigo privilegiado de las andanzas que provoca el trovador allí donde llega. Manu no quería periodistas a su alrededor cuando visitaba el barrio La Gloria, o tomaba unas cervezas en el bar del Boxeador. Simplemente quería estar tranquilo. Pero había que ver de cerca cómo se movía el músico más influyente del rock de América latina de toda la década del ‘90. Manu, aquel líder de la polifacética Mano Negra, se hacía chiquito en la cercanía. Luego vendrían unos días en Buenos Aires, festejados en la Kasa Santa de La Boca, y algo de compañía en Barcelona, semanas antes de la salida de Próxima estación: Esperanza. “¿Cómo anda el barrio?”, preguntó después de aparecer en la Plaza del Tripi, cuando lo esperábamos junto a un amigo. Este año hubo otro cruce en mayo por Barcelona, y Manu habló con el NO después de un exhaustivo recorrido por la noche mestiza catalana. Pero la frutilla del postre sucedería en Mar del Plata, cuando ese caminante sacó a relucir su bombo contra Bush y habló en exclusiva con este suplemento. La nota salió publicada el 3 de noviembre, el mismo día que tocaba para 500 personas en una plaza de pescadores y se escapaba en el medio de la lluvia de los abrazos de la gente. Uno es lo que hace, más allá de lo que dice. En la intimidad, el Manu silencioso ocurre frente al Manu explosivo y escénico, pero nunca deja de ser él. No tiene fisuras, ni dobles discursos. Y su imagen, como la de aquel personaje de fábula, se agranda frente a la perspectiva. M.B.

Eje del mal, eje del bien

Hubo dos viajes premonitorios. En junio del 2005, Bolivia estaba en pura efervescencia, sobre todo en la localidad de El Alto, a la entrada de La Paz. La guerra por el gas estaba en su esplendor y allí estaba el NO cubriendo desde la línea de piedra (a falta de fuego) los hechos sucedidos, de los cuales fueron protagonistas jóvenes que no pasaban los 23 años. Desde allí, el enviado Carlos Broun escribió: “Nadia de 21 años (...) acompaña hacia la planta Senkata a entrevistar a los trabajadores petroleros. En el camino explica que el ‘bloqueo’ consiste en cavar pozos de más de un metro en todas las esquinas y llenar con enormes piedras las carreteras, largos kilómetros intransitables llenos de bronca”. Esa misma bronca le daría después la presidencia de Bolivia al dirigente cocalero Evo Morales sin necesidad de pasar el referéndum por el Congreso. Siguiendo el famoso Eje malísimo, Martín Piqué escribió desde Caracas una crónica sobre el “XVI Festival de la Juventud y los Estudiantes”, organizada esta vez por Hugo Chávez. Sobre el borde del bizarrismo, una serie de banderas de todos los colores aparecieron en las calles de Caracas. Pancartas pro Ho Chi Minh, cubanos, iraquíes y yanquis, islandeses, kenianos y barbados (que no es lo mismo que barbudos) se juntaron para levantar banderas que parecían guardadas desde las épocas del stalinismo. Tocó Actitud María Marta, y la Bersuit faltó a la cita a pesar de haber sido anunciados.

Pero también fuimos a conocer la “boca del lobo”. Un cronista del NO intentó alistarse en el ejército de los Estados Unidos, donde –según supimos– “¡se puede viajar gratis por el mundo”. La batería de sensaciones que ofrece goarmy.com incluye videojuegos, merchandising, CDRoms y folletería para convencer al ciudadano de que el ejército es la salvación: a uno le resuelve problemas de sueldo, ofrece educación asegurada aunque, eso sí, cada tanto hay que ir a pelear.

El negocio no se mancha

La industria discográfica demandó a algunos de los miles de usuarios que se bajan música de Internet para intentar frenar la fuerte amenaza que representan para su –más fuerte aún– negocio las dos temibles letritas con un temible numerito: MP3. A contar con los dedos: cada disco le cuesta 9 pesos a la compañía, se lo venden a las disquerías a 16 pesos, el comprador lo paga alrededor de 26 pesos, y el músico recibe 1 peso por disco. Siguen las cuentas: aunque el mercado ilegal hoy ya representa el 55 por ciento del total, en los primeros diez meses del año las compañías recibieron 218 millones de pesos en venta de discos. Y en ese sentido, el 2005 es el mejor año desde el 2001. Las industria discográfica apunta sus cañones lanza-abogados a los consumidores de Kazaa o eMule. Mientras tanto, las mismas empresas que inventan tecnología para escuchar música bajada de Internet, integran las cámaras que presionan para que no crezca el intercambio de archivos; como si fueran dos negocios separados. ¿Y dónde está el pirata? Ya lo dijo Manu Chao: “Si tuviera 17 años y veinte euros en el bolsillo, no compraría un disco, me lo bajaría y con esa plata invitaría a mi novia al cine”.

El tatuaje sí mancha

“Antes me tatuaba para ser diferente. Ahora lo hago para pertenecer”, dice un viejo tema de los Social Distorsion que sintetiza lo que ha ido pasando con los tatuajes: si antes tatuarse era un gesto de distinción, una manera de plantear relaciones electivas con el entorno, en muchos casos, para las nuevas generaciones tatuarse parece ser una convención. Claro que todo depende del tatuaje, del talento y el profesionalismo del tatuador y del lugar en el que se haga. Este año, los tatuajes (usados para decorar el cuerpo, pero también para marcar a los esclavos o para identificar el ganado) fueron regulados por la ley, que exige la realización de un curso de capacitación y el requerimiento de una licencia habilitante para tatuadores. Además, el NO viajó a Miami para ver la trastienda de Miami Ink, un programa de tatuajes.

El tatuaje sí mancha

“Antes me tatuaba para ser diferente. Ahora lo hago para pertenecer”, dice un viejo tema de los Social Distorsion que sintetiza lo que ha ido pasando con los tatuajes: si antes tatuarse era un gesto de distinción, una manera de plantear relaciones electivas con el entorno, en muchos casos, para las nuevas generaciones tatuarse parece ser una convención. Claro que todo depende del tatuaje, del talento y el profesionalismo del tatuador y del lugar en el que se haga. Este año, los tatuajes (usados para decorar el cuerpo, pero también para marcar a los esclavos o para identificar el ganado) fueron regulados por la ley, que exige la realización de un curso de capacitación y el requerimiento de una licencia habilitante para tatuadores. Además, el NO viajó a Miami para ver la trastienda de Miami Ink, un programa de tatuajes.

Chau Pappo

Una maniobra en falso en la ruta a Luján dejó al rock con un vacío inmodificable: 55 años de vida, casi 40 de música y varios de los discos más referenciados del movimiento convirtieron a Pappo en un icono... en Dios para algunos y en semidiós para otros. Días antes de morir había ofrecido un doblete inolvidable en el Cosquín Rock 2005, del que el NO dio cuenta: Riff y Pappo’s Blues. La última versión de Mucho por hacer y el feedback con Charly García en Sucio y desprolijo son testamentos imborrables. Su muerte movilizó a miles de personas a Chacarita (¿el entierro más multitudinario del palo?) y motivó millones de halagos: el tema homenaje de La Renga (Viva Pappo), el definitivo reconocimiento de algunos Djs anti-Deró –Stuart– o las palabras sentidas de Spinetta o el mismísimo B.B. King ambos a Página/12. El suple fue el primer y único medio en dedicarle un número exclusivo.

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