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Jueves, 11 de mayo de 2006

LOS NATAS HABLAN SOBRE SU NUEVO DISCO

“Quedás lisito como una duna”

Sonidos densos, lisérgicos, caóticos y desafiantes surgieron del nuevo trabajo El hombre montaña. La evocación de la fortaleza, la libertad y los valores estoicos fueron encerrados en un disco compacto.

 Por Cristian Vitale

Si alguien se propone juguetear con los bordes de la locura y no sabe cómo, una buena idea sería tomar el flamante El hombre montaña –o cualquier disco de los Natas, bah–, introducirlo en una PC y escucharlo en el reproductor de Windows media. En cada tema, la pantalla audiorrítmica de la izquierda dispara un mix de colores y formas que, junto a esa música hipnótica, dura y psicodélica, genera un estado de amnesia casi total. Vértigo, caída, torbellino, tormenta de fuego, esfera brillante, espiral profunda, nación electrostática o cualquier “ambiente” por el que se opte te aleja enloquecidamente de la Tierra. En la jerga rocker se le diría “un flash de aquéllos”. ¿Se proponen enloquecer gente?, es la pregunta que surge y urge. Walter, baterista; Sergio Chotsourian, cantante-guitarrista y Gonzalo Villagra, bajista folkmetálico, se ríen un poquito mientras giran en círculo por la sala de ensayo. No está claro si piensan tocar algo, fumar o hablar. El único que revela su intención es Gonza, conocido como “el crudo”. “No voy a hacer declaraciones... no me da la cabeza”, promete, como jugador de fútbol en vestuario perdedor y cumple: no dirá nada más. Chotsourian no lo quiere dejar de lado. “El trajo la veta folklórica y aportó la cosa Hermética, mientras que yo la psicodelia y el rock; y Walter, la experimentación y el ritmo enfermo”.

Pero de arranque, el tópico era otro... la música del grupo como vehículo de locura. “En todo caso, hay otro tipo de vuelo –contesta Sergio–. El hombre montaña tiene más luz. Los temas generan hasta risa en la gente, algo que antes no pasaba. Es más liviano y después de escucharlo se puede ir a tomar algo, salir y no ir a casa a replantearte tu existencia.” Walter se redirige al elemento catártico. Este disco, para él, es contra neurosis. “Todo el ruido cerebral se acaba con la música, quedás lisito como una duna.”

El hombre montaña, en términos formales, sucede a München Sessions. Producido por Billy Anderson, es el decimotercer capítulo de una prolífica cosecha originada en 1998 con Delmar e intercepta a los tres en pleno regreso de un montón de abismos interiores. De odiseas brillantes y oscuras. Dicen, sin personalizar, que en el medio hubo separaciones, muertes, nacimientos, viajes y enfermedades, y que las letras –a diferencia del instrumental y extensivo Toba trance– explican estos retornos. Amplifica Sergio: “Venimos con un espíritu más Familia Ingalls. Yo tuve que arrancar de nuevo con un montón de cosas. La música, esta vez, fue más derecho al pecho. Había cosas para quemar rápido, y no tanto tiempo para pensar, intrincar o develar. Es un disco más espontáneo”.

–No parece, igual, que los anteriores discos hayan sido más “pensados”. ¿A qué se refieren en concreto?

Walter: –Es cierto, la música de Natas no se maquina, pero macera. Macera tanto que, cuando es jalea, se graba.

Sergio: –Nuestra música no surge desde lo musical sino desde lo personal. Nuestros discos están relacionados con búsquedas y replanteos. La cosa sale y nosotros estamos acá plantados con los instrumentos, esperando que pase.

Tiempo tienen. Cuenta Walter que la sala donde reciben al NO la tienen alquilada “todos los días” de 12 a 12. Suficiente para darle un marco ritual-natural a sonidos caóticos, colgados, densos, mántricos, letárgicos, zarpados y toda esa concatenación de estallidos del alma que los caracteriza. Un lugar que, entre equipos, humo espeso e instrumentos, respira influencias a través de unos posters estampados en las paredes: AC/DC, Almafuerte, Led Zeppelin, Hendrix. “Igual, no lo tomes tan en serio, porque ese de Dragon Ball no tiene nada que ver”, chistea el batero. Llama la atención que no haya iconos de Black Sabbath, banda cara a Natas, casi tanto como –en los principios– el stoner rock de Queen of the Stone Age. ¿Quién no fantasea con cruces pesadas cuando los escucha?”Sabbath generó influencias varias. De cada tema de ellos se armó un estilo: punk, psicodelia, metal... lo mismo pasa con nosotros”, cree Sergio.

–La propuesta de ustedes es heterodoxa y libertaria. No acuerda con la demanda mercantil, el manejo de las productoras y la necesidad de hits. ¿En qué sentido “llegaron”?

Sergio: –Lo que pasa con la banda desde hace seis años es como un bonus. La expectativa más grande que teníamos cuando empezamos era poder dominar medianamente el instrumento, o tocar un tiempo largo sin equivocarnos. Conocer a Gonza, haber grabado en Estados Unidos, editado vinilos en Europa o que venga el NO a entrevistarnos es un agregado feliz.

–El hombre montaña genera sensaciones encontradas. Por momentos aparecen pinceladas de los Natas época Ciudad de Brahmán y, por otros, sonidos que rompen con ese pasado. ¿Ustedes cómo lo ven?

Walter: –Como un disco más despierto. Hay cierto guiño a una parte de nuestros fans que le gusta más lo eléctrico, eso de reventar todo.

–¿Es como más ecléctico dentro de los márgenes estéticos?

Walter: –No lo había pensado así, pero sí.

Sergio: –Para mí no es tan experimental. En vez de entrarte por la panza te entra derecho por la piel de los brazos.

–Algo de esa sensación aparece con Humo negro del Vaticano...

Sergio: –La cosa lúgubre y eclesiástica de este tema surgió cuando se murió el Papa y toda la maroma de la designación del estúpido que está ahora.

Walter: –Acordate de que el humo era gris. Había confusión entre los fieles. Era un desastre, parecía como un estreno de Hollywood súper berreta. Todo ese lado oscuro del Vaticano quedó en este tema.

Sergio: –En lo personal, lo sentía como un paralelo a mi vida en ese momento. Había muerto un Papa negro dentro de mí.

–¿A qué se refieren con el “hombre de la montaña”?

Walter: –Es una figura, una imagen, un deseo que evoca fortaleza, libertad y valores estoicos.

Sergio: –Representa un padre interno o personas que conviven dentro tuyo y te llevan a reconstruirte, a estar firme ante todo. Es un ser al que se está llamando en este momento: gente que haga bien las cosas, que no mienta ni haga pelotudeces. Digo: “Hijo de la tormenta, un guardián para mí / cubierto de piedras / y una es para vos”.

–Otro signo de contracorriente de Natas ancla en las letras. Son épicas, cuando la mayoría de las bandas, hoy, hablan de situaciones cotidianas.

Walter: –Todo se está viniendo abajo y esto es épico de por sí. Todos estamos destrozados por dentro... entonces, lo épico es luchar para dejar de estar destrozado y ver si el hombre encuentra su montaña interior. Somos bastante oscuros porque no mostramos lo que todos desean ver.

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Natas presenta El hombre montaña este viernes en Niceto (Niceto Vega 5510). A las 21.
Imagen: Nora Lezano
 
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