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Jueves, 6 de junio de 2002

“Ahora soy independiente”

 Por Cristian Vitale

”No me arrepiento de este amor...” Un Peugeot rojo con Gilda sonando fuerte en el estéreo le disparó una idea. Era una hora pico, y por la calle Tronador el bólido cumbianchero pasó y provocó que Emmanuel Horvilleur pensara en la posibilidad de mezclar a los Beach Boys circa Pet Sounds con la mártir de la cumbia argentina. “Fue un flash, estaba terminando el tema y no pude resistir toda esa magia que se metió por la ventana”, cuenta Emmanuel sobre el momento de inspiración que derivó en “Película de nuestras mentes”, una de las cinco primeras canciones que el ex Kuryaki compuso para su primer disco solista. Luego salió a mostrarlas: “Lo mismo que antes de editar Chaco. En aquel momento no teníamos compañía y gastamos nuestros ahorros para grabar cinco temas. Utilicé la misma estrategia: compuse, grabé y mezclé. Acá tenés el resultado”. Suenan las canciones, tal como sonaron en la casa de su ex compañero de ruta. “Fui a la casa de Dante a mostrarle mis canciones y él me mostró su disco. Cada uno se disparó para un lado distinto. Lo mío es como un soundtrack, una demostración de que toda mi vida la siento como una película, con escenas que están guionadas: la muerte de José Luis (Micelli, manager de IKV), su hijo que nació después como un milagro, la separación del grupo, los amores... Hay una canalización del dolor y dos motores: uno de angustia y otro femenino”, define sobre el nuevo material.
–Después de la separación de Kuryaki, poco se supo de vos...
–También encaré este búnker con mi hermano Lucas. Metimos mucha fuerza en esto para buscar la mayor tranquilidad posible y estar conectados con la música sin que haya nada que se interponga. No me vieron, además, porque no quería mostrarme ni salir a tocar en vivo. Sentía que me tenía que meter para adentro, con el objetivo de indagar mi estado interior después de todo lo que pasó. Fue un momento movilizante. Kuryaki era managers, asistentes, notas, viajes y, de pronto, todo eso se congeló. Pasé a ser un músico independiente y estoy agradecido por ello.
El búnker-estudio de grabación de Emmanuel es gris, pero cálido. Hay un pinball de Kiss, algunos almohadones, un colchón en el piso, muchos instrumentos, amplios ventanales que dan a un patio interno bien iluminado y una consola de sonido, de la cual brotan las nuevas canciones con participaciones varias que incluyen a los mismos de siempre: Claudio Cardone, Sergio Verdinelli, Francisco Fatorusso y Nico Cota, entre otros.
–Pasaron 10 años muy exitosos, casi medio millón de discos
vendidos. ¿Cómo te preparás
para enfrentar una carrera
solista que no te garantiza
el mismo resultado?
–Mi condición principal es la de músico. De todas las demás cosas, sacarme fotos, hacer notas, estar expuesto a todo, también me siento parte, pero en el momento que nos separamos sentí la necesidad de parar. Hay un momento en el que el artista se tiene que sentir sin armas y tienen que aflorar los miedos que te permiten crecer. Lo natural fue largarme solo y esperar lo que salga de mí, como un crítico puro de mis obras.
–Ya no sos parte de los “pibes
nuevos”, ni tampoco el que toca con el hijo de Spinetta.
¿Cómo te pega eso?
–Mirá, lo nuestro terminó de manera natural, sin que nada esté mal. Esto me permitió encarar el viaje tranquilo. Me separé de Dante musicalmente, pero sigo siendo amigo de Luis. De hecho, estuve 10 días con él compartiendo vivencias muy intensas. Gocé mucho de ese momento y lo que más disfruté fue entrar en contacto con cosas que me nutren como el cine y la literatura, por cierto un momento muy distinto a mi pasado de giras,
hoteles y gente aplaudiéndome.
Se goza con los shows multitudinarios y también con los otros.
Lo importante es que sientas que a la gente le está pasando algo. Ojo, no sé si me banco tocar para 20 personas, pero sí para 150 que te hagan vibrar.

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