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Jueves, 22 de febrero de 2007

NOTA DE TAPA

Secreto en la montaña

Su nuevo proyecto se llama Mountain Party. Acaba de sacar Afternoon in Bamboos, su primer disco en cinco años, y dio quizás uno de los giros más drásticos que haya dado un músico argentino. Pero antes de eso frecuentó el indie californiano, compartió giras con los Brazzaville, se sumó a los Alaska! (teloneó My Morning Jacket) y preprodujo algunos temas con Van Dyke Parks, letrista de los Beach Boys. Ahora, mientras las revistas internacionales se hacen eco de su trabajo, participará de un disco-homenaje a Madonna ypróximamente teloneará a los Comets on fire. Solita.

 Por Juan Manuel Strassburger

El idilio de Erica García con Los Angeles se origina en un hecho inesperado que marcó su carrera y aún hoy condiciona su vida. “Fue al final de la grabación de Amorama. Nos quedamos sin plata y no iba a poder estar en las mezclas del disco. Pero lo que era un problema terminó siendo una bendición: me mandaron para la casa de un amigo (el director de videoclips, Gustavo Garzón) que vivía en Silver Lake y que me hospedó dos meses más.” ¿El resultado? Flechazo directo con el barrio, la gente y la geografía del lugar. “Uno dice Los Angeles y el mundo entero piensa en Hollywood, el plástico y gente tonta. Pero Silver Lake y Echo Park son como un país dentro de Los Angeles, una zona de lagos y casas simples, mezcla de Constitución y Palermo, con galerías de arte pequeñas, mucha comunidad, comida orgánica, asados todos los fines de semana, bandas todas las noches. La mayoría vive en casas grandes con amigos, ningún convertible y mucho verde selvático: mapaches, coyotes, zorrinos, ardillas y lagartijas. Eso es lo que se ve todos los días.”

Durante la mezcla de Amorama, Erica salía a correr todas las mañanas y pensaba: “Algún día quiero vivir frente a este lago; pero como algo que pudiera suceder en otra vida. ¡Y al final ocurrió dos años después!”. Más precisamente al terminar una importante gira por España (donde editó Amorama y teloneó al ex Héroe del Silencio, Enrique Bunbury): la ex Mata Violeta pasó por Los Angeles, se instaló en su anhelado Silver Lake y, salvo por algún que otro viaje relámpago aquí o allá (algunos recordarán su recital en Buenos Aires News de septiembre de 2003, el último a la fecha), no volvió a pisar el país. “Fue muy extraño, pero ya en el 2000 había tenido que venir seis veces por diferentes motivos: giras, Grammy, MTV, grabaciones, contrato, etcétera. Los Angeles me estaba llamando, algo que no me había pasado con ninguna otra ciudad del mundo. Soy una persona que se guía por señales todo el tiempo, y hubiera sido muy tonto ignorar que tenía que venir acá”, dice en un momento de la extensa charla por e-mail que mantiene con el NO.

“No estoy en vena de notas”, agrega cuando explica por qué nada de entrevistas por teléfono. “Le perdí la onda a todo eso. Me da panic attack y yo estoy muy tranquila. Entonces me pregunto: ¿para qué? Pero a la vez entiendo que la gente necesita comunicarse y saber qué está haciendo el artista.” Y es que después de la intensa exposición mediática que siguió la salida de Amorama —y que incluyó desde unos recordados afiches en paños menores y participaciones en series televisivas hasta una maratónica partida de jenga en lo de Sofovich (!)—, la última mujer importante del rock argentino (ver aparte) se llamó al más estricto silencio, lo que a la vez acrecentó las dudas y el misterio. ¿Meditación? ¿Exilio autoimpuesto? ¿O reacción a tanta presencia en los medios?

“Bueno, no. Es algo femenino. Revisá la carrera de cualquier mujer en el rock argentino o de cualquier parte del mundo y vas a encontrar que todas nos ausentamos un tiempo, cambiamos de proyecto, tomamos distancia. Es algo que está en nuestra naturaleza.” Y como en Tengo pelotas —aquella excelente canción que cerraba Amorama y describía en asertivas y precisas frases lo más primigenio de toda mujer—, Erica vuelve a dar en el clavo: “Las mujeres somos olas, tenemos períodos. El hombre es más de agarrar una cosa y darle para adelante. Nosotras, no. Consideramos más elementos”.

La ola que hoy transita Erica García se llama Mountain Party. Bajo ese nombre (que a la vez es un grupo) acaba de sacar Afternoon in Bamboos, su primer disco en cinco años (antes había publicado Lady Grave, pero en CD—rom) y quizás uno de los giros más drásticos que haya dado alguna vez un músico argentino. De hecho, es difícil entender este álbum como perteneciente al mismo artista. No porque esté concebido enteramente en inglés (hecho de lo más común en un sinfín de bandas garageras argentinas) sino por su matriz autoral: no hay en Mountain Party ni rastros de la Erica que alguna vez supimos conocer. ¿Que pasó?

“Siempre quise llegar a una idea que exprese lo que expresa Mountain Party. El nombre salió cuando Devendra (Banhart) me invitó a tocar en su festival y me preguntó con qué nombre me anotaba. Tranquilamente le podría haber dicho Erica García, pero dije Mountain Party. A él le encantó y así quedó. Luego lo analicé y era algo muy lindo, unos locos que van a la cumbre de una montaña a hacer una fiesta secreta y ahí, entre las nubes, hacen lo que quieren: música para fantasmas.”

¡Ni qué decirlo! Allí en los temas en los que antes imperaba la energía, el aullido y la vitalidad sensual, ahora respira el susurro, la paz y el sosiego ascético. Y en lugar de las confesiones libradas a la angustia o la euforia (Yo te lo confesé, Sos mi mal, Yo te todo) surgen frases sensoriales como “I believe in colours” (creo en colores) y “I shining tree is my family” (un árbol brillante es mi familia) que se repiten como mantras o que incitan a la invocación ancestral (“guaraní in my new blood, guaraní from the guts and onward” hipnotiza justamente en Guaraní, uno de los mejores temas del álbum). “Afternoon in Bamboos es eso: tardes abajo de un árbol. No tiene ninguna pretensión, ni objetivo, ni productor. Tampoco hits, ni invitados, ni nada. Lo toqué yo, pero era un fantasma en ese momento, una luz: para terminar el disco hice un ayuno que duró 42 días. Fue por motivos espirituales y para hacer foco.”

—Publicaste Lady Grave un tiempo antes de Afternoon... ¿Qué diferencia un proyecto de otro?

—Lady Grave tiene canciones muy lindas. Lo grabé hace un año. Son los temas que componía para Luxury Grave, una banda post-punk entre la primera Yoko Ono y PIL. Afternoon in Bamboos, en cambio, es más oscuro, está más cerca de Nico solista y Syd Barrett. En los dos toqué todos los instrumentos, pero Lady Grave tiene mil capas, sintetizadores, baterías, y Afternoon in Bamboos es un trip entre los indios guaraníes (tengo sangre guaraní) fantasmagórico y simple. Las canciones no tienen estribillo y la mayoría son cuelgues random.

En un podcast que grabaste hace poco para La Tribu (www.podcast.fmlatribu.com) decís: “Me hartaron las palabras, están sobrevaloradas”. ¿Eso tiene que ver con que varios de los temas del disco sean instrumentales?

—No estoy cansada de las palabras, lo que pasa es que soy una persona muy callada, muy tranquila. No me gusta hablar mucho, ni estar con personas verborrágicas. Alguna gente piensa que me hago la diva que digo hola y desaparezco, pero en realidad es que sólo me gusta hablar si estoy con mis amigos o creando algo. Por eso me comunico bien con músicos. Hablamos de música, tocamos y ya.

—Algunos ven en Afternoon... una clara sintonía con el “nuevo folk” psicodélico de Devendra Banhart y otros. ¿Coincidís?

—A mí me sale una música que no sé si entra en eso. Le dicen freak folk, pero en realidad se tendría que llamar “hago música con lo primero que tengo a mano y ni la produzco, sale así”. Sí buscamos sonar diferente al pop-rock mainstream perfectamente grabado y con la típica formación eléctrica. Lo que pasa es que todos los que tocamos esta música somos un poco relax, no andamos con mucho equipo encima.

Mountain Party, la banda (completan Bradley en lap steel guitar, Eric en percusión y coros, y Cheryl en percusión y efectos), le abrió a la cantante “un panorama y relaciones inesperadas: fue como el empujón que necesitaba para involucrarme en esta escena”. Y es que —al revés de lo que podría pensarse— la inserción de Erica como autora de sus propias canciones en la movida alternativa de Los Angeles fue lenta y no exenta de cierta timidez. “Me llevó un tiempo hasta animarme a mostrar mi música. No le cuento a nadie que soy conocida en la Argentina o que tengo una carrera, sólo cuando ya me conocen. Ahora estoy un poco más suelta y lo digo, pero no quería que la gente tuviera un preconcepto de mí. Mi plan fue presentarme como alguien nuevo y que me aceptaran o no de acuerdo a si les gustaba mi música. Devendra (Banhart) me tuvo que poner literalmente contra una pared para que le contara y después, cuando volvió de la Argentina, me dijo: ‘Ya averigüé, ¡ya sé todos tus secretos!’”

—Bueno, cuando estuvo por acá no perdía oportunidad de preguntar por vos...

—Es que Devendra es mi hermanito, mi amigo. Con él vamos a estar en un disco tributo freak a Madonna (para el sello Manimal Vynil). Para mí, que soy la única latina del álbum (y ex mainstream), va a ser un alto riesgo hacer esa canción pop emblemática entre tantos artistas anglo supercool eligiendo lados B. Pero es casi la única canción que conozco bien y tiene chances de ser una de las más escuchadas. A demás le cambié una parte y digo “we are living in a material world and I am a material ‘unicorn’”.

Pero antes de Mountain Party, Erica frecuentó la movida indie de la Costa Oeste más de lo que muchos se imaginan: compartió grabaciones y giras con los Brazzaville (el grupo de David Brown, el saxofonista de Beck), se sumó temporariamente como bajista a los velvetianos Alaska! (con quienes llegó a telonear el country-rock reverberante de My Morning Jacket) y hasta preprodujo a fines de 2003 algunos temas con ¡Van Dyke Parks!, el letrista del histórico y malogrado Smile (la obra maestra de los Beach Boys que se mantuvo inconclusa durante 38 años hasta que Brian Wilson por fin la publicó en 2004). “Con Van Dyke, una de las personas más divinas del mundo, grabamos unos demos. Pero el quería orientar hacia el lado del pop latino. A él le gustaba Vete destino, Positiva, y yo me quería despegar de eso.”

—¿Hay posibilidades de que en un futuro cercano convivan ambas Ericas? ¿La de Lady Grave y Mountain Party con la de “Vete destino” y “Positiva”?

—Lady Grave y Mountain Party están en camino de convertirse en una unidad. Pero Erica García, la de Vete destino y Positiva, es un proyecto pasado, aunque sea yo. Esa música, letras e imagen no representan mi forma de expresión en este momento. Aun así, siento amor por lo que hice y lo considero muy bueno. Es como Mata Violeta, pero con mi nombre. Sí, es un extraño caso de diván, pero yo soy feliz y estoy teniendo una hermosa respuesta de músicos y público de todos lados; entonces algo estaré haciendo bien.

Erica no tiene fecha cierta de regreso al país, pero tampoco siente nostalgia por aquellos años de alto perfil. “Lo que yo hice no es fácil. Abandoné una vida que muchos desearían, pero que no me llenaba. Y no tengo mucho dinero, sería muy tentador volver a hacer lo mismo que estaba haciendo antes porque sé que conseguiría contratos, shows, tele, etcétera. Pero me siento muy orgullosa de haber dejado eso atrás y elegir este presente.”

—¿Estás al tanto de lo que pasa con el rock argentino? ¿Hubo alguien que te llamara la atención últimamente?

—¡Me gusssssssta Mataplantas! ¡Y No Lo Soporto! Y Javiera Mena, aunque no es argentina. Sé lo que pasa en el rock argentino. En el Myspace escucho todo y leo todo lo que puedo de música. Es muy importante no perder el hilo de cómo se va desarrollando una historia. Por eso también estoy al tanto de lo que pasa en el cine que me gusta a mí, como San Luis Ortega y Santa Lucrecia Martel. Me encantaría hacer música para ellos y me gustaría ver más películas que todavía no me llegaron. Por ejemplo, de Albertina Carri y Pablo Trapero.

* Erica García se presenta el 3 de marzo en el Helmlock Tabern de San Francisco, California, como telonera de los Comets on Fire.

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