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Jueves, 1 de marzo de 2007

EN EL EXTERIOR

Vacas gordas

Para los viajeros, moverse es un vicio. Es como para los fumadores: ¿alguien vio un fumador que no fuma porque no tiene plata? Siempre se las arregla; de una u otra manera, siempre se estuvo donde se tenía que estar. Normalmente sin usar métodos convencionales, apelando a viejos recursos periodísticos, o aprovechando enviados, sobre todo en épocas en que las corporaciones se quedaron flacas. Pero el mundo entero siempre está a disposición de aquellos que queríamos contarlo. En materia musical, ya desde el comienzo aparecieron los primeros viajes a Jamaica, o a una grabación de Los Fabulosos Cadillacs en Los Angeles de 1994.

Pero, en época de vacas gordas, hubo lugar para un inolvidable recorrido por el Woodstock del porrazo de Cypress Hill; o la presentación de Offspring, King Crimson y Morphine en Nueva York. O la seguidilla del ‘96: Patti Smith en Nueva York, o Kiss en Miami (cuero y plástico). O la inolvidable a Robert Smith en Orlando, hablando sobre el lugar en que la prensa lo catalogó: “Es un chiste habitual dentro de la banda: o sufrimos terriblemente porque somos pesimistas y tristes o estamos insanamente felices y tocamos Friday I’m in Love. Creo que somos la única banda a la que la prensa trata de forzar a existir en una de esas áreas. (...) Siempre buscamos la mezcla. Siempre fue así. Pero existe como esa idea de que vivimos a la luz de las velas. La único que realmente me enoja es cuando la gente sin mayor conocimiento cree eso y dice: ‘No voy a escuchar a The Cure porque es triste, oscuro y gótico’”. Los Beastie Boys aparecieron con Hello Nasty desde Nueva York, hablando sobre su prohibición en China: “Es un signo positivo. Lo interpreto como un reconocimiento del gobierno chino de que esto está causando un impacto”.

En el ‘98, en el backstage del Tibetan Freedom Concert, mientras Radiohead tocaba Creep de fondo, Jarvis Cocker le decía al NO: “El mainstream es tan mainstream que puede diluir el significado de las bandas. Hay que tener cuidado de ser secuestrado por gente con la que ni siquiera te gustaría estar en la misma habitación”. Si de próceres se trata, lo que dijo Bernard Sumner de New Order en 2005 es hacer casi futurología: “Llevamos 28 años de carrera, esta empresa cada vez se convierte en un castillo más grande y quedan cosas comunes con el pasado difíciles de evocar”. En ese entonces presentaban Waiting for the Sirena’s Call. Y un año después, en el Personal Fest, el bajista Peter Hook le confesaría a este diario el “no va más” de New Order.

Cuando las vacas se pusieron tres a uno, la forma de viajar tuvo más que ver con el recorrido exótico que con la nota musical. Un andar por Tijuana en 2000; un viaje en trenes por la India en 2001, una crónica tirando dinamitas en Bolivia por 2002, postales de la reconstrucción de Berlín en 2003, diez años de Mandela en Soweto, el barrio negro que terminó con el apartheid, o una visita al mundo latino-ilegal en Los Angeles de 2006. Pero siempre, claro, con buena música de fondo. ¿Qué onda, güero?

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