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Jueves, 21 de junio de 2007

CRITICA 2: EL “NUEVO FOLK” EXISTE

Corazón freak

Para el rockero argentino promedio, el invierno es tiempo de concentrarse en algún show de artistas locales, más la ocasional visita de una vieja gloria a la que le alcanza con su renombre, conseguido en un pasado lejano, para llenar algún teatro. Falta un estadio cerrado con unas 15 mil localidades (lo que en Estados Unidos se conoce como “arena”): hay que esperar hasta que la temperatura suba para encontrarse con la oferta festivalera que en los últimos tiempos acerca en malón tanto propuestas internacionales de última generación como estrellas con un buen trecho recorrido. Sin embargo, una de las escenas más atractivas que aparecieron en el último lustro en el primer mundo se materializó en La Trastienda en tres noches de la semana pasada: el nuevo folk (o freak folk, o lo que sea), que acá todavía es fenómeno de elite, dejó en los oídos de quienes asistieron al ciclo “Nuevos Aires Folk” aquello que Palo Pandolfo pregonaba con el nombre de su banda de apoyo: La Fuerza Suave.

La primera noche fue de Vetiver, que desparramó melodías construidas sobre algodones. Aunque hacia el final hayan subido un poco el tono, el norteamericano Andy Cabic canta y toca sin estridencias, casi como si invitara al silencio a ser el otro miembro estable de la siempre mutante formación de Vetiver. Ya no está en la banda Devendra Banhart, demasiado ocupado en ser el mascarón de proa de esta nueva escena, y Cabic –con un look igualito al de Dylan en su debut de 1962– concentra en sus creaciones desde el costado acústico de Neil Young hasta el rock psicodélico de la Costa Oeste (nada casualmente, la morada de Vetiver).

El jueves, el cierre de la noche fue para José González, hijo de mendocinos y repentino suceso europeo gracias a un delicado cover, Heartbeat, usado en un aviso de televisión. El músico sueco se sentó en el centro del escenario, sólo con su acústica, y casi no abrió la boca (ni los ojos) salvo para cantar. ¿Por qué imanta al público? Porque toca notablemente, porque explora los límites de lo que puede ser la canción en ese formato (hizo Teardrop, de Massive Attack, y Love Will Tear Us Apart, de Joy Division: ¡cero fogón!) y porque en su estilo se funden Nick Drake, Silvio Rodríguez y Bert Jansch, pero con una sutil urgencia que lo ubica en tiempo presente.

Juana Molina, supuesta “curadora” del ciclo (ella lo negó en estas páginas hace unas semanas), cerró la última noche con su notable combinación de folk a la antigua con recursos de la electrónica moderna. La ex actriz toca unos acordes en guitarra, los samplea y los loopea, pasa al teclado y hace lo mismo, combina varias capas de su voz... Pero no es un derroche de habilidad vacío de contenido: de ese modo hilvana canciones de lo más extrañas y entrañables, que se mueven como materia viva, como un niño curioso que construye un laberinto a medida que camina.

El nuevo folk, entonces, recupera la tradición del singer-songwriter de los ‘60 pero, como en un jardín en el que los senderos se bifurcan, se nutre con elementos “foráneos” que, sin embargo, terminan por encajar perfecto. Si a Dylan y a Young se les suman el Tropicalismo, Atahualpa Yupanqui, Silvio Rodríguez, Eduardo Mateo y algo de Luis Alberto Spinetta, hay algo nuevo dando vueltas por ahí. Y no hay muro de Bush que pueda contenerlo.

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