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Jueves, 22 de noviembre de 2007

NOTA DE TAPA II > EDU SCHMIDT, EL QUINTO PONE PRIMERA

Rama caída

Lleva un año alejado de la agrupación que lo consolidó como intérprete de hits generacionales y ahora busca hacerse cargo de su propio ser: “Todavía no me acostumbro a que todo lleve mi nombre”. ¿Disco? Por ahora no.

 Por Daniel Jimenez

“Fue un anuncio difícil, que sorprendió a todos. Luego de diez años de trabajo juntos, Eduardo decidió desvincularse de la banda en buenos términos para seguir con su carrera musical por su lado. La Fábrica de Canciones no cierra y sigue adelante.” Con estas palabras, más o menos, Arbol les comunicaba a sus fans en noviembre de 2006 el alejamiento de Edu Schmidt, rueda de auxilio multiinstrumental, voz y uno de sus miembros fundadores. Los motivos fueron varios y las explicaciones, escuetas: desgaste, cambio de aire, diferencias musicales, etcétera.

Hoy, a un año de aquella decisión, el pelado de voz aguardentosa se encuentra con el lienzo en blanco y sin apuro en sacar su primer material como solista, un término de difícil digestión para muchos cantautores que formaron parte de un grupo exitoso. Sabe que por el momento puede disfrutar tranquilo de su falta de compromisos contractuales y su consentida anarquía artística. Contexto que le permitió armar un proyecto desde cero –a través de una convocatoria abierta– que incluyó músicos, prensa, escenógrafos y todo lo que hace a un equipo de trabajo. Las silenciosas audiciones sirvieron para templar las nuevas composiciones y para dar forma a una backing band que comprende al baterista Dany Bugallo, al guitarrista Matías Luongo, al bajista Nicolás Aranda y al tecladista “Cordero”. Esta formación, que podría no ser definitiva, lo acompañó en los pocos conciertos que Edu realizó durante 2007. En todos ellos, el cantante trató de confeccionar una lista que dejara a todos contentos, donde los temas de Arbol funcionan como un ansiolítico hasta que su esperado primer disco ingrese en el aceitado circuito de promoción/difusión que lo llevará de gira por la Argentina. Con la idea de montar una productora (Apio Discos) que cobije a bandas nuevas y con una agenda de conciertos cada vez más abultada, Schmidt prepara bajo tierra su propia máquina de hacer canciones.

—¿Te acostumbraste a tu nombre?

–Y, me estoy acostumbrando de a poco. Es raro apropiarse del nombre propio y que te represente, pensando qué música le querés poner a ese nombre y qué cosas querés decir con ese nombre que te pusieron tus papás y... es raro, sí, es raro (risas).

—¿Es más grande la responsabilidad?

–Lo raro tiene que ver con hacerse cargo, ya que lo que estás diciendo lo estás diciendo desde vos mismo. Y, además de representarlo, es lo que uno es. Bajo ese nombre no podés decir nada que no pienses realmente o que no sea coherente con lo que sos. En un grupo es diferente: tu nombre pasa a ser uno más y podés no estar de acuerdo en todo, y está bien. Porque es normal que no todo te guste de lo que piensan los demás.

—¿Veremos a un Edu más rockero?

–Puede ser. Lo que sucede es que estas primeras canciones están pensadas para que en el show sean inmediatas, ya que de acá a que salga el disco la gente no va a conocer las letras. Por eso hice canciones que despierten ganas de saltar y hacer pogo, más allá de que las letras estén supercuidadas. Siento que hoy pasa por algo físico. Quería canciones que llamen a saltar y que te generen algo físico e instantáneo, por más que las estés escuchando por primera vez. Aunque existe en mí una necesidad de decir cosas, por eso hay un tema que se llama El silencio es salud y que en realidad tiene una letra con un millón de palabras por segundo.

—¿Sentís este proceso muy personal?

–Sí, y me parece importante que sea así porque me llevó un tiempo decidir si el nuevo proyecto tenía un nombre de banda o llevaba el mío propio. El hecho de dar un paso al costado de Arbol tenía que ver con una serie de cuestiones que creo y sostengo. Después de eso tengo que ser coherente con la decisión que tomé y el paso que di. Me estoy recién acostumbrando a que todo lleve mi nombre.

—Viéndolos a los chicos de Arbol y a vos se podría decir que fue la mejor decisión. Se los nota a todos contentos con este nuevo camino.

–Y me parece buenísimo, aunque hace bastante que nos los veo. Dentro de la parte triste que tiene cualquier separación, que podamos salir vivos y seguir tocando es algo positivo. Por lo menos yo, pasado el bajón inicial, me siento con más oxígeno mental y físico, con más ganas de hacer cosas y con muchas más ideas en la cabeza. Pero coincido con esa visión y está bien que sea así. Por ahora estoy cómodo en esta situación, que me ofrece infinitas posibilidades de desarrollarme para donde quiera. Pero también implica mucho riesgo, porque hay un montón de seguridades que te da una estructura más grande, que acá no la tenés. Hoy estoy a cargo de absolutamente todo y por momentos se me lima la cabeza, pero lo manejo. Es el famoso precio de la libertad: está buenísimo y tiene sus riesgos.

—¿Por qué preferiste armar tu equipo a través de una convocatoria?

–Porque quería volver a nacer, pero realmente, y porque me interesaba armar un grupo con gente que no sólo viniera a tocar por laburo y a cobrar un sueldo. Además quería recuperar el espíritu de juego y la creatividad que se da en una banda cuando estás empezando y que tiene que ver con lo amateur. No estamos yendo a cumplir un horario, ni lo hacemos por el billete.

—¿Sentís que va a costar instaurar el nombre de Edu Schmidt?

–Me pasa que muchísima gente me viene a saludar como si todavía estuviera en Arbol y ni siquiera saben que me fui. No está del todo instaurado que comencé una carrera aparte. Por eso estoy poniendo toda la energía para que la gente identifique este proyecto de Edu Schmidt y que entre a la página y que se entere de que existimos. Tengo una gran expectativa por saber cómo va a salir todo, no te voy a mentir. Pero quiero armar algo de abajo y escuchar a todo el mundo, a pesar de tocar en lugares chicos.

—Si los Arbol te invitaran a compartir el escenario, ¿lo harías?

–No sé, tendría que suceder y ahí lo que tenga ganas de hacer, lo haré. Como en todo lo que me está pasando, tal vez lo defina en el camarín. Cuando tomé la decisión de abrirme, lo hice justamente para poder salvar ese tipo de espacios de futuros reencuentros y que la cosa humana y personal no se deteriore más, guardando los mejores recuerdos. Es importante que te queden amigos en el camino que recorriste. n

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Eduardo Schmidt
Imagen: Cecilia Salas
 
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