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Jueves, 24 de enero de 2008

¿QUE HACE UN FIERRERO EN VERANO?

“Toco en lugares donde haya motos de verdad”

En temporada, Luciano Napolitano habla de minas, fierros y de los motoencuentros “grossos” donde piensa tocar. “De 3 mil motos no me bajo”, dice en esta conversación sobre los pilares del último disco de Lovorne: Sexo, fierros y rock and roll. Y también recuerda al viejo.

 Por Cristian Vitale

Lugar, hora, ambiente: Tigre, cinco de la tarde, cuarenta grados de térmica, nadie en la calle. Luciano Napolitano, escapando del sol ardiente, se para en el mismo lugar en el que dormía cuando era chico y no se mueve más. En el hueco ya no hay una cama, pero el lugar permanece intacto... un pequeño bunker, ubicado en el fondo de la casa de su abuela, que el hijo de Pappo acondicionó (de pieza a sala de ensayo) para que Lovorne entrene casi todos los días y, de paso, ahorre plata en salas de ensayo. Abundan posters del Carpo, chistes y guitarras... hace un calor de gota gruesa, pero Luciano elige el mejor hueco: el aire del aire le pega en la nuca. “De acá no me voy hasta que me tenga que ir”, tira, llanísimo.

Iluminado por una luz tenue, el guitarrista se pone la remera, se cuelga la viola y no para de rasguear. No importa que –ni de qué– esté hablando. El clima es un tema recurrente, también las motos. Con Guillermo Rouco, bajista, colorean secuencias ocurridas en el taller del Tano. “Si querés hablar de fierros, venite un día; el Tano es el que trabaja y nosotros vamos y venimos, tomando cerveza y boludeando. Acá tocamos, nomás.”

Foto: Sandra Cartasso

¿Qué hace un fierrero en verano? Lo mismo que todo el año. Habla de minas, motos y rock and roll. Napolitanito cuenta que de las dos motos que tenía, se quedó con la de Pappo –”la mía la tuve que vender”– y planea, de ahora en más, tocar sólo en motoencuentros grossos. “Lugares donde vayan motos de verdad, viste, dos o tres mil. De ahí no me bajo”, dice y se ríe... largo y grueso. Al grano: el último disco del trío (Sexo, fierros y rock and roll, trilogía filosófica del grupo) es una traducción sonora de las inquietudes básicas de Luciano y sus secuaces (Rouco, Matías Arman en batería y –a veces– Luis Robinson en armónica).

Dos Chevys ocupan un lugar central en la tapa... una desarmada (el antes) y otra entera (el después). Representan un objetivo máximo del pibe. El otro está sintetizado en el dibujo central: un velocímetro que llega a los 280 km, con una mujer imponente en el centro, sosteniendo una guitarra con llamas negras. “Una vez tuvimos problemas: en el video de Antes de ir al bar, una piba se puso medio en bolas, la filmaron y el novio no sé qué le dijo. Entonces, para no tener historia, le dije al diseñador: ‘Agarrá a cualquiera y cortale la cabeza’”, explica sobre la loba que muestra sólo el cuerpo.

Adentro, hay doce temas de rock vintage. Cuadradón y potente, más dos bonus y el VCD que casi termina en femicidio. La joyita está en uno de los bonus: Botellero, cantado por Pappo. Una vieja cinta, de sonido pastoso y rústico, que Luciano encontró cuando estaba masterizando el disco. “Es el primer tema que aprendí a cantar, ¿sabés? –cuenta–. Era un tema de Diego, de cuando existía mi grupo anterior: Los Bornes. Cuando nos separamos, le dije a mi viejo que quería cantarlo, pero que no sabía cómo. Entonces, una mañana me llevó al estudio Del Abasto y grabé la base con batería electrónica y bajo. Intenté cantarlo dos veces, no me salió, y después lo cantó él para enseñarme cómo se hacía... fue eso, más unos consejos que hoy uso bastante. Los dos primeros discos los produjo mi viejo. Nos decía: ‘Esto está como el culo, esto no sirve, esto está buenísimo, acá cambiale esto’. Yo creo que él sigue estando.”

–¿Siempre le daban bola o a veces se discutía?

–Generalmente, lo que decía era positivísimo. Todo lo que aportó fue útil... Lovorne no sería Lovorne si mi viejo no nos hubiese dado un montón de consejos. Hay mil bandas de hijos de músicos conocidos, pero nosotros llevamos diez de carrera y cinco grabando discos. Creo que seguimos bien sus consejos.

El aire de la sala no alcanza a mitigar el tufo a transpiración. El chillido de un micrófono, encima, se mete en medio de la conversación y tensa el clima. “¿Cuál es el que acopla, loco...? Apaguémoslo, por favor?”, reclama Luciano. La lista de temas de ensayo que cuelga del atril alcanza los 32, un mix de temas propios –incluso algunos inéditos como Reglamento 2, Enloqueciéndome o Más que una religión– y varios cosecha Papappo: Tren de las 16, Buscando un amor, Blues local, Hombre suburbano, Llegará la paz, Fiesta cervezal, Tomé demasiado, Desconfío de la vida, Longchamps Boogie, Juntos a la par, Pájaro metálico, Macadam 3, 2, 1, 0 y Sucio y desprolijo, nada menos. “Esta lista la tocamos en Chile y nos fue mejor que acá... cantaban todos los temas, no lo podíamos creer”, dice él. También en la primera presentación de la banda sola en El Teatrito, el 30 de septiembre, fecha del cumpleaños de Luciano. “Desde que tengo 18, siempre toco en esa fecha. Festejar mi cumpleaños tocando ya es un clásico.”

–¿Por qué creés que los chilenos saben todos los temas?

–Debe ser porque los pueden bajar de la página de Internet.

–¿Les conviene?

–Sí. El que quiere comprarse el disco, va y lo compra. El que quiere grabarlo, también... antes que se lo grabe en un lugar de mierda, prefiero que lo baje de la página y de paso vea la info de la banda. Fijate que también fuimos a Mendoza y La Rioja, lugares donde nunca habíamos ido, y muchos pibes ya sabían los temas... Nosotros, al ser independientes, no llegamos a disquerías de allá, es solamente gente que le puso ganas a Lovorne. Yo qué sé... es como decir: “Me compro los discos de Megadeth o me los copio”. Conozco pibes que compraron las dos ediciones del primer disco de Lovorne: la que tiene faltas de ortografía y la que no (risa maldita). ¡Ese es un coleccionista en serio, chabón!

* Lovorne abre el escenario principal de Cosquín el 10 de febrero.

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