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Jueves, 31 de enero de 2008

NIKITA NIPONE SE SACA

“Somos desgenerados”

Eclécticos, incómodos, divertidos y sin un género encasillable, los Nikita Nipone andan su elogiado camino por afuera de los cánones de lo radialmente digerible. Y son capaces de poner “Una oración” en el cielo. O en el éter. O en la disquería.

 Por Cristian Vitale

Noche de sótano y transpiración. El Teatrito arde y dos de los cinco Nikita (Pablo y Francisco) irrumpen disfrazados de porro. Lucio, el cantante calvo, viste campera de cuero negro. Paz, la tecladista, y un tal ¡Phil Collins! (Nicolás) están como en casa. Es una de las últimas fiestas clandestinas del año y el set demuele de pie a cabeza. No se les cae un hit ni de casualidad, pero el sonido de la banda tiende al gentío una trampa deliciosa. Ecléctica, incómoda, antimercado; parecida a esas que solían provocar Gran Martell, Pez o Los Natas –cada uno con sus giros, claro– en cierto tiempo. Dicho de otra forma, psicodelia en tanto experiencia psíquica límite, su acepción más pura. Nikita Nipone (¡ese nombre!) suena como una relectura atemporal de cuando el rock sorprendía todos los días con algo nuevo. “Somos cualquier cosa menos una banda de género. Somos, digamos, desgenerados”, sintetiza –bien– Francisco, guitarrista y pianista, ya con el disfraz de porro colgado en el ropero.

–¿Siempre tocan así?

Lucio: –De vez en cuando, porque nos parece que los disfraces son divertidos. A veces salimos de traje y parecemos gente seria.

–Como Los Twist...

Lucio: –Tan serios como ellos.

Francisco: –Yo qué sé... si llegamos al Colón, nos disfrazamos de porro igual. Hay que buscar el contraste.

Lucio: –Lo que no hicimos todavía fue tocar en pelotas; ya lo vamos a hacer. Estamos esperando pegar el estirón. Ja.

–¿Cuántos grados hace adentro de ese faso gigantesco?

Pablo: –No sé, ponele 50. Lo estrenamos durante un festival organizado por ARDA en defensa de la libre tenencia de marihuana para consumo personal. Como estaban Las Manos de Filippi, Carajo e Intoxicados, dijimos: “Aprovechemos la situación para generar un impacto”. Más que apoyar principios nos pareció algo bizarro, gracioso.

Impacto: palabra clave en el cosmomundo de Nikita. Una oración, el primer disco “oficial” de la banda (lo preceden dos EPs), conlleva la intención desde el diseño: formato digi-tray, de cartón, y dos rueditas en el medio con cien conjugaciones de palabras que aparecen en la ventana central (...) A ver: cada rueda contiene diez palabras y todas se combinan entre sí, según uno las gire. Por ejemplo, si caen ciertas (Suena aceitoso, Nikita duro, Suena Nipone, Rock atómico, Terremoto forever), se logra un acercamiento bastante directo a la poco transitada propuesta de la banda. “Intentamos que quien se lleve el disco tenga algo entretenido extra. Te cagás de risa con las combinaciones”, profundiza el bajista.

–Está buena para boludear en el colectivo o esperar a que te atienda el dentista...

Lucio: –O, como decía un amigo, para ponerla en la mesita de luz y todas las mañanas tirar una conjugación para definir tu día: hoy sos un gordo de mierda, hoy sos un terremoto de amor... seguro que la ponés. Y así.

Giro: –Nikita Nipone es, además, una de las pocas bandas argentinas que se bancaría tranquilamente encarar una ópera rock. Sí, sin exagerar, los temas –básicamente por sonido– abren un campo enorme para teatralizar cualquier historia posible de ser trasvasada a música.

“Desde cero, no nos planteamos una propuesta de puesta. No nos damos cuenta, pero sí... es como la identidad de la banda”, concede Pablo. “No buscamos hacer algo histriónico, pero es cierto que nos sale ese aspecto. Lo absorbimos y es como algo espontáneo”, sintoniza Lucio. Más que por temática –difícilmente las letras hilen una historia común–, por unidad conceptual: todas son irónicas, bufonas, humorísticas (“Me duele todo y ese merthiolate que compraste no me cura”).

Realmente, las quince que visten Una oración parecen parte de una misma secuencia. Hay un hilo, entre misterioso e invisible, que las enlaza. “No es algo consciente”, insiste Francisco. “Yo creo que la voz y la lírica de Lucio es lo que ata los estilos. Somos eclécticos, pero de principio a pie decís: ‘Esto es Nikita Nipone’.” La tensión autoasumida deriva de una fusión de estilos muy personal, que va del punk al reggae y estaciona, cierta vez, en arranques metálicos o rockabilly. Cada influencia, reconocida, tiene su lugar. Frank Zappa, Sumo, Beatles, Radiohead, Hendrix, Stray Cats o Morphine conviven –dicen– en inusual armonía.

“Podemos hacer temas beatleros como Un robot y otros, como Pirata y Una oración, más barderos o pesados. Sin embargo, no te suenan como si fueran de otra banda”, redunda el pelado que canta.

–¿Y Farfisa infernal? Flor de título se mandaron...

Francisco: –Tenemos un Farfisa que apareció a último momento en la grabación y terminó inundando todo el disco. Ese tema es un pedacito de otra canción, pero todo tocado con el órgano. Todas las canciones llegan como una mera insinuación, pasan por el filtro del conjunto y salen como son.

–Se nota que el proceso de composición de las canciones es largo.

Lucio: –Le ponemos mucho huevo, somos muy detallistas. No dejamos que el tiempo nos corra para sacar temas a rolete, más bien focalizamos mucho en cada canción. Le sacamos el jugo. Por eso el disco va a tardar mucho en digerirse... por ahí un par de años. Creo que tiene mucho para descifrar y eso está bueno. Tiene mucha información.

Pablo: –Tal vez porque todavía no nos pagaron (risas). Cuando llegue ese momento seguro que sacamos 20 temas al toque.

–Pero por ahora se mantienen puros.

Francisco: –Eso lo dice el disco. Al ser de tantas escuchas parece un no disco. Por suerte no tenemos la presión de hacer dos o tres temas con algún gancho. Está un poco fuera del formato onda “tres singles, un par de rellenos, uno para los boludos de la discográfica, y así”. La idea era grabar un disco que valga la pena de punta a fin. Y lo vale. Damos fe.

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