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Jueves, 28 de febrero de 2008

MUSTAFA YODA EXPLICA EL AFTER APOCALIPSIS

“Van a quedar las máquinas”

El hip-hopero Yoda editó un segundo disco solista llamado “Imaquinar”, en el cual plasma frases que, dice, saca “de cualquier lado: de la Biblia, del Corán...”.

 Por Mario Yannoulas

Mustafá Yoda fue a mear al mar cuando se le ocurrió la primera frase para un gran álbum. “Estaba medio en pedo. Ya había escrito un disco que me gustaba mucho (Cuentos de chicos para grandes, 2004) y pensaba: ‘¿Ahora qué hago? ¿De qué escribo?’. Tenía que seguir esa línea, pero también mostrar una evolución. Ahí se me vino la frase ‘El mar graba su disco en cada caracol de la arena’.” El ex integrante del grupo pionero del hip hop argentino La Organización está hablando del germen de Imaquinar, su segundo disco solista, editado este año junto al dj chileno Manuvers.

El andino brinda el pulso para que la rima aguda de Mustafá inquiete las neuronas en un mantra reflexivo. “El nombre del disco surgió porque ahora todos hablamos del fin del mundo. Lo que yo pensé es que va a llegar nuestro fin, no el del planeta, y van a quedar las máquinas, que van a tener más sentimientos que nosotros porque sabrán valorar más la Tierra. Es sólo una idea con la que encaré un proyecto, las canciones no hablan del Apocalipsis, ni son un discurso paterno. La única diferencia es que yo tengo la palabra, pero son razonamientos, no hay verdad absoluta. Es como comentarte: ‘¿Viste que pasa esto y esto?’” Es cierto, lejos de centrarse en el poder de las máquinas y augurios apocalípticos, el mc de Moreno posó sus ojos en los avatares de la existencia humana y la vida en sociedad. Sus dichos parecen formar parte del diario de un caminante: “El disco lo hice viajando, anduve mucho por el mar, que es un tema recurrente. También soy mucho de caminar, y todo lo que escribí lo saqué de cosas que vi en la calle”.

–¿También leíste?

–Yo leo cualquier cosa. La otra vez leí un informe sobre hormigas de National Geographic y me salió la frase: “Fácil matar hormigas, pero imposible imitar su orden”. Trato de sacar ideas de cualquier lado: libros religiosos... la Biblia, el Corán.

–Dios es otro tema recurrente en el disco...

–Sí, la gente siempre me pregunta si creo. Para algunos soy súper creyente, y para otros todo lo contrario. Yo creo en Dios de una forma especial, y también le tengo miedo por cosas que me dijeron en la Iglesia cuando era chico. Ibas ahí a escuchar de castigos, a ver una persona sangrando, sufrimiento y dolor. Mi Dios son mi familia y mis amigos, y creo que Dios está en todos lados, que no hay que buscarlo en un muñequito que hizo otro.

Como todo buen rapero, Mustafá guarda en su arte ganas de decir cosas, pero ahora en un estado más maduro. Imaquinar abunda en sentencias elocuentes, escenas cotidianas sublimadas. Entre otras cosas, brinda una óptica global pero precisa sobre injusticias, irracionalidad, postales callejeras y búsqueda interior, Dios y el demonio. Mientras, prepara Tormenta en el hormiguero, su nuevo trabajo solista.

–¿Cuál es el contexto del pasaje “El rap revolución, el mc el Che Guevara”?

–El rap nace de una revolución racial que peleaba por igualdad social. ¿Y el Che Guevara no peleó por esas cosas? Si el rap es revolución, el que mejor rapearía sería él. Pude haber dicho Luther King, Malcolm X, pero soy argentino. No te quepan dudas de que las paredes de Harlem o de Brooklyn están estampadas con la figura del Che. Jay-Z, por ejemplo, salió a hacer el unplugged con una remera gigante del Che Guevara, y es raro porque es todo “blin blin”, pero ya se transformó en un icono universal de libertad.

–¿Cómo te llevás con el “blin blineo”?

–Jay-Z viene de un barrio bajo, de no tener nada y encontrarse con que era millonario y su mujer era Beyoncé. Tiene el mundo a sus pies porque salió adelante a fuerza de su talento. Es un humano, y aun cuando tiene todo, conserva resentimiento y odio. Nosotros somos culpables de que salga gente así de enojada: ahí lo tenés al patovica, al que en la escuela le decían “gordito gil”, golpeando gente en la puerta de los boliches. Nosotros creamos eso, todo vuelve.

–En El fuego es el esfuerzo, la música llega a aparecer como una instancia de redención. ¿Cómo es ese proceso?

–Eso está cuando rimo “Salvajes prohíben el porro, no el cáncer de Marlboro / Lo abandono pasándolo, me perdono culpándolo”. Claro, yo lo acepto. Y me gusta escucharme. ¿Vos me viste fumando ahora? Estoy dejando de fumar. Mi rap es mi psicólogo. Si estoy tranquilo, no escribo; necesito el caos y vivir cosas para poder contarlas.

–En ese mismo tema planteás una crítica al freestyle (“Tenés la cabeza redonda pero pensás cuadrado / Llamás ronda de freestyle al insulto verbal y armado”). Fuiste campeón en 2002 y 2003, ¿qué cambió en este tiempo?

–En esa época todo era más ingenioso, y veo que a nivel mundial, en vez de evolucionar, el freestyle se fue para otro lado. Lo que pasó es que los que organizan las batallas en el mundo pusieron como regla la agresión, siendo que debería tratarse de ingenio. Si sos ingenioso, que es lo más difícil, el otro va a reconocer que ganaste bien. Eso es freestyle, no que te traigas las puteadas armadas de tu casa: “VentanaHermanaBanana”, y ya sabés la que se arma. Eso se vio bien cuando juntaron a los payadores con los raperos. Me dio vergüenza ajena... los gauchos son señores. Igualmente, hay algunas batallas que no se rigen por esos principios. Hace poco fui juez de una en la que tenían que armar historias con papelitos que sacaban de una bolsa, y otra en la que tenían que hablar bien del otro. Eso es freestyle, no los chistes de Corona.

–Fuiste pionero en el movimiento. ¿Cómo ves ahora al mundo del hip hop en la Argentina?

–Acá hay más calidad que cantidad. El argentino tiene una personalidad que va justo con el rap, los raperos son egocéntricos porque necesitan autoridad con el micrófono. Tenemos viveza, picardía. Somos buenos, por eso nos llaman de afuera todo el tiempo, lo que pasa es que acá nadie se la juega por nosotros, ni saben lo que pasa en las fiestas de rap del Oeste. Los pibes se lo toman como una religión, como lo hice yo en su tiempo. Respetar, tener códigos. No discriminar. A mí me han discriminado punks con el cartón de vino y el símbolo de anarquía en la espalda.

–En algunas bases se traspapelan fragmentos de rock argentino de fines de los ‘60 y los ‘70. ¿Cuál fue la intención?

–Lo hice porque me identificaban más esas bandas que otras cosas. Aquelarre, Arco Iris, Almendra, Manal. Tiene que ver con un sonido argentino, mi sello se llama Sudamétrica, no puedo sonar como un yanqui. Cuando escuché los discos de Aquelarre, yo flasheé. Eran visionarios, ahora todo es tan sintético...

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Imagen: Pablo Piovano
 
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