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Jueves, 24 de abril de 2008

LOS PALMERAS KANIBALES CRECEN EN EL UNIVERSO CHAVISTA

Petróleo sangriento

¿Se puede ser crítico con el chavismo y estar con la Revolución Bolivariana? ¿Se puede vivir de la autogestión y a su vez con aportes del Estado? La banda venezolana es un fiel ejemplo de que la subsistencia “mixta” es posible e incluso digna. El NO los entrevistó en Caracas antes de viajar a Buenos Aires.

 Por Adrián Blejman

Desde Caracas

Con la explosión mundial del reggae-ska del ‘92, en Venezuela llegó a haber más de 180 grupos. En ese momento, Palmeras Kaníbales venía de hacer covers de Los Fabulosos Cadillacs y Mano Negra, pero decidió dar un paso más (aunque no serían los únicos): mezclar el ska, con la pachanga y lo latino. “Cuando comúnmente el rock era protagonizado por gente de la clase media con acceso a los instrumentos y a los discos, nosotros largamos con la salsa, que se toca con instrumentos populares que incluyen mucho parche y muchos vientos”, rompe el hielo Luciano Calello con su voz, mientras coloca unos cubitos en su vaso con ron venezolano. “Entre los ‘70 y ‘80, Caracas fue uno de los centros de los cuales giraba todo un circuito de la salsa, junto con Cali, Nueva York, Puerto Rico y Lima. Era la música de los sectores populares, entonces de alguna manera el ska juntó el rock con la salsa y un poco de lo afro antillano”, dice Luciano, ante el NO, poco antes de embarcarse hacia el sur de América latina. “El ska es muy llamador. Es una música que la gente le toca algo como si lo conociera de algún lado. Es el tejido de lo afro-americano descendiente y además proviene de muchas músicas norteamericanas; entonces si nos ponemos a buscar encontramos muchas pistas en toda esa música que se introdujo por los puertos de La Guaira, La Habana y Río de Janeiro, entre otros, fusionando y mezclando todos esos ritmos”, agrega el guitarrista.

Caracas es una ciudad agitada, y está enclavada entre cerros y montañas, a los pies de la Reserva Natural El Avila. El problema del tránsito afecta a los caraqueños, de allí –dice Luciano– que la fusión de nuevos ritmos iba a ser un intento urbano para romper con el estrés citadino. Es tan fácil comprar autos que el sistema de transporte está colapsado, cuenta el pana Luciano, que comenzó a usar la bicicleta para ir a los ensayos. “En auto tardo 30 minutos, en bici apenas 8”, cuenta. El metro es el único sistema de transporte que funciona impecablemente, tiene aire acondicionado y es espacioso. Pero cierra a las 23. Así, salir de noche es un verdadero problema para el que no tiene auto, y de allí que los lugares “públicos” no sean muchos. En Vivo, Moulin Rouge, Discovery, La Cigarra, El Callejón de la puñalada (nombre sugerente, sin duda) son algunos de los lugares para rumbear. Entre ellos está el Maní, espacio salsero por excelencia, y Rajatabla, que reúne amantes del arte y el teatro. Ahí, ahora, Luciano se toma una cerveza Solera en envase chico con el NO: “Por lo menos la cerveza no se calienta, como en Argentina”, bromea Luciano, mientras se come una arepa Reina pepeada, rellena con ensalada de gallina y aguacate. Realmente, este pueblo no podría vivir sin arepas.

–¿Cómo surge Palmeras Kaníbales?

–Durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez hubo mucha inestabilidad política: cerraron boliches, dejaron de tocar varias bandas y la movida de los djs se comía todo. Entonces nos encontramos compitiendo con el espectro musical de las fiestas tecnos, y las bandas independientes fueron absorbidas por las fiestas raves. Es más, recuerdo incluso que tocamos en varias fiestas “punchi-punchi”. Ya en esa época, año ‘95, comenzamos a acercarnos a organizaciones populares y a partir de esos contactos tocando en barrios nos invitaron a un encuentro en México en el ‘97.

Después del festival mexicano, los Palmeras Kaníbales habían aprendido lo siguiente: conseguir pasajes, tocar con equipos ligeros en espacios públicos, dormir en el piso y viajar unos arriba de otros, en buses comunes. El primer disco 13 Super Kañonazos bailables Volumen 3 fue grabado en el ‘95, superfiestero con hasta 13 músicos en escena, lo presentaron en una gira callejera por plazas y boliches. “Después de ese viaje a México llegamos a Argentina y reafirmamos un poco ese trabajo callejero y a la gorra. Nuestro primer concierto en Buenos Aires fue en una pizzería en Congreso llamada la Aceituna Psicodélica al que les cambiamos unas pizzas por un toque.” Para ese entonces, los Karamelo Santo tenían las puertas abiertas de su casa-okupa en la Boca, y allí fueron.

–Pero en Caracas no está muy explotado el arte callejero.

–A la vuelta, intentamos trabajar en Caracas de la misma forma. Pero aquí hay mucho menos cultura callejera, y cuando uno toca en la calle no encuentra mucha competencia porque los espacios no están ocupados.

–¿Y todos vivían de eso?

–No. Eramos estudiantes o trabajábamos en otras cosas, pero pronto grabamos el segundo disco. Tuvimos un quiebre como banda, incorporamos más gente y comenzamos a armar Siempre comemos con hambre (2001), que recogió lo que vivimos en esa etapa. Temas que aprendimos de capoeira, otros temas que aprendidos en Chiapas y nos acercamos a los ritmos afroamericanos: wawancó, rumba, candombe, comparsa. Todo ese período fue de confrontación con las disqueras, que convirtieron varios grupos en especie de “productos” que terminaban autodestruyéndose. Y nosotros estábamos un poco al margen porque siempre fuimos de izquierda y eso era un camino más difícil. Pero así todo, con los dos primeros discos pudimos ver los beneficios de ser una banda independiente. Comenzamos a generarnos nuestra propia economía; a tener formas de pagarnos los pasajes, a tener prensa internacional, eso para tener currículum y todo encadenado para obtener aportes para financiar más aventuras.

En Venezuela se estaba gestando el intento de golpe de Estado contra Chávez, interrumpido por las bases. Sin embargo, la convivencia con el gobierno no era sencilla: “Estábamos calificados como una banda de izquierda, pero en el medio entre la escasez de sitios para tocar, y por otro lado nos negábamos a hacer panfleto político para los partidos chavistas. Somos políticos independientes, pero no hacemos panfleto comercial. Y ellos en ese momento querían eso”.

Durante el referéndum revocatorio que finalmente Chávez ganó ampliamente, volvieron a México, hicieron contactos con Alemania y en noviembre de 2004 hicieron un show con los Skatalites, y luego salieron hacia Europa. Hicieron más de 50 mil kilómetros en cuatro giras, con 90 conciertos en total. “Siempre tuvimos una coherencia y cuando logramos el perfil de la banda, comenzamos a recibir aportes del gobierno. No como favores políticos, no para comprarnos, sino para valorar algo que ya habíamos hecho; que fue ir persiguiendo un modelo de autogestión cultural independiente. Por la constancia, por la coherencia. Es más, aún así con apoyo del gobierno hemos seguido tratando de ser autosustentables. Y no depender de quienes estén en los cargos para sostenernos”, cuenta Luciano.

En 2005 se hizo el Encuentro Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Venezuela y allí conocieron gente en Chile que propuso armar los “corredores culturales bolivarianos”. Cuenta Luciano: “Es producir circuitos alternativos de cultura que tenga como base organizaciones sociales y culturales independientes de varios países y que presten una organización a través de una red”. Se hicieron dos giras por Sudamérica, en 2006 y 2007, en Chile tocaron el 1º de mayo en la Central Unitaria de Trabajadores y en Córdoba y Buenos Aires en 2007. “A Córdoba nos llevó H.I.J.O.S. e hicimos una charla previa sobre la situación política en Venezuela. Y mucha gente dijo ‘qué bueno poder conocer de dónde viene la banda antes de escucharla’.”

–¿Y cómo les influyó el proceso bolivariano?

–Nosotros, a raíz de la profundidad de la crisis económica y toda la época del golpe de Estado y la escasez de lugares para tocar, logramos hacer un grupo musical donde hay militancia en casi todos los que participan. Es gente profesional, pero además logramos armar una banda comprometida políticamente con el proceso bolivariano y dispuesta a hacer un trabajo poco tradicional. Tocando en festivales europeos para cinco personas hasta en una escuelita de La Habana.

–¿Por qué existe en Caracas esa contradicción tan fuerte entre la escasez de lugares públicos para tocar y al mismo tiempo muchísimo dinero para toques en actos públicos del oficialismo?

–Bueno, ahí hay un problema de gestión importantísimo que tiene que ver con la cultura de los que están en el poder. Nosotros pertenecemos a una generación que no encontraba la forma de unirse, que no sabía cómo hacer. Y mucha de esa generación está ahora en el poder reproduciendo las mismas cosas que antes criticaban, y ahora que están arriba dicen “¡Y bueno loco! ¡Hay que estar arriba para ver cómo es esto!” Por eso pana: yo cargos políticos ni loco. Me parece que la forma de actuar es cultural. Yo hago mucho más haciendo evolucionar un modelo de autogestión artística, haciendo canciones con contenido político que estando en un ministerio. Creo que nosotros hacemos mucho más de lo que hacen algunas instituciones culturales, con la actividad callejera.

–¿Cómo qué?

–Venimos haciendo talleres de producción independiente desde hace dos años. Es un espacio para que la gente venga a discutir sobre el chavismo y la izquierda. Nosotros no hacemos panfleto, a la gente no le cabe el panfleto político. A la gente le cabe una postura crítica real sobre el proceso en Venezuela. Nosotros estamos con el proceso de cambio social, eso es distinto a la postura ciega de “¡Chávez, como sea!” El proceso de cambio social está más allá de la figura de Chávez y viene desde antes. Es un producto de eso. Chávez aglutina, dispara, unifica, internacionaliza y promueve. El encontró un caldo de cultivo para todo eso, pero también se encontró con muchas cosas que traban el proceso revolucionario.

* Palmeras Kaníbales toca el viernes 25 de abril, a las 22, en Santana Bar, Perón 414, Ramos Mejía, junto a Comgo y Pompelmo. Y el sábado 26 en el Dynamic Reggae, de Niceto Club, junto a Natty Combo de Argentina y El Congo de Uruguay. Desde las 24.

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