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Jueves, 8 de mayo de 2008

MARCHA MUNDIAL DE LA MARIHUANA

El fin de los narcos

 Por Facundo Di Genova

Una niebla blanca dulce rica densa invade todo, nada que ver con los yuyos del Delta, ni siquiera con el olor clásico del porro. El perfume es a pinito, a zorrino bonaerense, a cosecha personal, pura y saludable que emana de la versión porteña de la Marcha Mundial de la Marihuana, señal de que está tirando bien. La humareda va modificando percepciones. Atención. Se están fumando el Planetario. Sí, ¡se lo fuman! No, de cerca se ve un hormiguero que supera las tres mil personas que van y vienen, variopintos grupos de dos, cinco, diez que van tirando humo mientras se informan y debaten sobre la despenalización de la tenencia de drogas para uso personal, aunque en realidad para el público cannábico el núcleo del debate es más profundo. Se trata de una iniciativa plenamente antinarco.

“Si bien es un avance, no alcanza con despenalizar la tenencia. Es lo que pasa en Uruguay, todo bien, pero igual voy a tener que comprarla en el circuito ilegal”, dice uno, habla finito, tira el humo, habla grueso: “Quiero plantar, quiero tener mis plantas”. Paladares negros informan que este año la cosecha local de autocultivo de guerrilla está dando buenos frutos, aunque el tema del desabastecimiento en la importación de prensado paraguayo es recurrente, puesto que la semana pasada agarraron 6 mil kilos (¡seis millones de porros!) que seguro estaban fresquitos y quien sabe también quizá venía algún pino mentolado. Cultivadores que bien podrían dar cátedra de genética del cáñamo en la Facultad de Agronomía intercambian secretos acerca de floración con sommeliers del porro que anuncian sus notas de cata y dicen: Mmm... che, éste está bueno, pero raspa un poco... capaz te zarpaste con el fertilizante o se te fue la mano con el secado. Mientras, los federales no se meten en el hormiguero, pero están agazapados en las inmediaciones, listos para llevarse a una treintena de prevenidos desprevenidos, sorprendidos y aprehendidos por infracción a la Ley de Drogas, “que estamos para cumplir la ley, si no, ¿para qué estamos?”, dice un policía. “Yo no pagaría un prensado paraguayo”, dice H., una de las personas que más sabe sobre autocultivo. “Hay transas que cultivan, y si bien el cogollo se vende fortuna, el negocio no les cierra: para ellos es más fácil hacer pasamano, comprar el prensado y venderlo, que cultivar”.

Entretanto, se bate un nuevo record de Porros Prendidos por Minuto (PPM), superando la marca alcanzada en la última presentación de Cypress Hill en el Club Ciudad. Pochocleros capitalizan el bajón de media tarde. Uno anuncia que este mes su planta le va dar florcita para fumar todo el año. Se oyen felicitaciones. Amigos le tocarán el timbre con mayor frecuencia. Cae el sol y mucha gente se va flotando, pero son más los colgados que llegan caminando y se prenden uno y dicen: “¿Qué? ¿Ya terminó?”, mientras un par de buscadores de tucas se hace un festín recolectando colillas armadas a la europea con filtro de cartón y así va cayendo la noche y los ojos desorbitados intentan enfocar la letras del panfleto distribuido por la gente de la revista de la cultura cannábica THC, que se pregunta por qué despenalizar el cultivo de marihuana para uso personal y que más abajo responde: “NO NARCO: El autocultivo es la solución más eficaz para mantener al consumidor alejado del narcotráfico, evitando riesgos y la exposición a un abanico cada vez mayor de sustancias adulteradas”. Los problemas más complejos se resuelven con las ideas más simples. Las ideas más simples dejarán al descubierto que si funcionarios y legisladores no trabajan este año en pos de legalizar el autocultivo para uso personal, familiar y social, combatiendo de raíz al narcotráfico, entonces es verdad: son todos narco.

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