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Jueves, 15 de mayo de 2008

ESCENA: EL INDIE MEXICANO DE EXPORTACION

¿Va para Chapultepec?

Si va para allá, el NO los acompaña: el pop independiente mexicano describe la agresividad del ser humano, escudriña en el surrealismo o flirtea con la banalidad posmodernista, sin meterse demasiado en pol. Porter, Descartes a Kant, Austin TV, Niña, Los Dynamite y San Pascualito Rey crecieron entre Guadalajara, Monterrey y el DF.

 Por Yumber Vera Rojas

Ahora se cumplen 20 años de la aparición del homónimo disco debut de Caifanes, maravilloso trabajo matizado por el misticismo náhuatl y la consonancia del dark que revelaba al resto de América latina el lenguaje contemporáneo al que se había adentrado el rock mexicano. Y, justo en este momento, la escena de la nación azteca acaba de ver coronado el esfuerzo de cuatro lustros por convertirse en referente continental al ser la primera invitada de habla hispana para protagonizar un capítulo especial en el prestigioso festival de Coachella, organizado en abril en la localidad de Indio, California.

Si bien es cierto que el marketing puede arengar todo tipo de especulaciones acerca de la trascendencia de un convite como éste, pues en parte la intención de los organizadores era captar un público cautivo y potencial en el otro lado de frontera y un tanto más en Los Angeles –la segunda metrópolis en el mundo con más mexicanos–, en esta ocasión encontró un justificativo perfecto al haber expuesto apenas una parte del recambio generacional que actualmente sacude a México. A pesar de que los experimentados Café Tacuba encabezaron la convocatoria, los tapatíos Porter y los defeños Austin TV secundaron a los de Ciudad Satélite: dos símbolos de la flamante avanzada independiente nacional.

Estos tres actos protagonizaron una ocasión sin igual en la que pudieron ubicar al rock mexicano a la par de figuras fundamentales del pop independiente como The Verve, The Breeders, Stephen Malkmus, Love and Rockets, Spiritualized, The Racounters y Portishead. “Hace tres años, cuando tocó The Cure, fui a Coachella y me pareció increíble. Estaban todas mis bandas favoritas”, evoca Oiram, guitarrista del grupo de post rock y shoegaze Austin TV, para el NO. “En 2007, sin esperárnoslo, nos avisaron que nos habían invitado a la Argentina para participar en el Personal Fest y también al Coachella. Dos sueños muy grandes se cumplieron, y sin haber editado ninguno de nuestros discos en esos países.”

El violero de este quinteto, que ya posee dos CDs en su acervo discográfico, ubica el momento en que reventó la escena: “Llevamos seis años trabajando, pero desde hace tres suceden cosas. Surgió una estación llamada Reactor en la que empezaron a colocar 50 por ciento de música del mundo y la otra mitad en español. Y a partir de eso se dio el boom. Nos pusieron en la radio, también a Los Dynamite y a San Pascualito Rey, y dejaron afuera a toda la escena de Maldita Vecindad y Panteón Rococó. Era el momento de la nueva generación”.

A diferencia de países como Canadá –que, pese a que actualmente ostenta una de las escenas de pop independiente con mayor reputación en todo el mundo, no tiene una radio que se dedique apoyar a los grupos–, en México, la emisora del Estado, la FM Reactor, es el principal amplificador del movimiento. “Me parece que ésta es una escena parecida a la de la Argentina. Incluso hay grupos que rotamos en nuestra programación, como El Mató a un Policía Motorizado, que allá seguro no suenan en el dial. Pero creo que eso pasa en todas partes”, afirma Raúl “Rulo” David, programador de esta estación ubicada en el DF y conductor de un espacio vespertino. “La diferencia es que aquí hay medios públicos, como nosotros, que tenemos el compromiso de poner lo que se está creando en las cocheras y las recámaras, sin importarnos si pertenecen a un sello o no. Nos atrae la música nueva que se hace, primero mirando a México. Tampoco es una actitud condescendiente hacia lo local. Queremos saber si al público le interesa y, efectivamente, hemos tenido la suerte de que así ha sucedido y eso se refleja en nuestros buenos niveles de audiencia. Nos convertimos en el departamento no oficial de algunas disqueras porque a muchos de los artistas que ponemos los firman.”

“La radio en México está mejor que en muchos otros lugares, los españoles vienen y dicen que les gustaría tener una así y hasta Mogwai quedó muy sorprendido porque pasan sus temas”, sostiene Héctor Mijangos, director y fundador del sello independiente Noiselab Records. “Empezamos en 2000. No somos la disquera independiente más vieja, pero sí la que hizo más cosas y la más importante del país. Comenzamos con recopilaciones electrónicas de artistas nacionales, luego con discos de grupos alternativos y licenciamos a bandas de afuera como Interpol, The New Pornographers o Cat Power. También sacamos The Room (1995), el EP debut de Zoé –conjunto originario del DF que visitará por primera vez la Argentina en junio, apoyado por Babasónicos–, que se convirtió en un grupo muy grande, y más tarde lanzamos el primer álbum de Los Dynamite. Noiselab no es sólo un sello: nuestra intención es ayudar al rock mexicano a desarrollarse, a tener la posibilidad de encontrar música de otros lados a buen precio y a hacer shows. Aunque éste sea un país muy grande, sigue siendo el DF el lugar más relevante y donde están pasando las cosas. Esto apenas está empezando, por eso confío en que el movimiento se consolidará muy pronto en otras regiones.”

Artista consentido de los Yeah Yeah Yeahs y de Thurston Moore de Sonic Youth, los Descartes a Kant intervinieron este año en el festival estadounidense South by Southwest. Junto con la emotividad de los alternativos Porter, la elocuencia de Elis Páprika y el pop de visera británica de The Seamus, el delirante quinteto indie rock –a ratos noise, por momentos psicodélicos y en ocasiones progresivos– creado en 2001 se tornó en una de las sensaciones de la escena mexicana. “Para los chavitos de 16 y 17 años somos la innovación del dial, porque nunca habían escuchado algo así. No nos asocian al estereotipo del ‘rock en tu idioma’ y eso ha causado reacción en los medios”, asegura Sandrushka Petrova, vocalista y guitarrista de esta formación que en 2006 puso a la venta su fantástica opera prima, Paper Dolls. “A las bandas de aquí, que son diferentes entre sí y de mediana calidad, les prestan mucha atención porque no se parecen a las de la Capital. Pasa que allá hay muchas más. Sin embargo, no creo que exista un sonido de Guadalajara. No es como en los ‘90, que los grupos tapatíos tenían una musicalidad característica; ahora las agrupaciones hacen lo que quieren. Creo que lo que nos aúna es la casualidad.”

En Monterrey, otro de los focos del pop independiente mexicano en el interior del país, el colectivo y sello Happy Fi lleva la batuta. “Happy Fi existe desde antes de que se inventara el concepto de la ‘Avanzada Regia’ (etiqueta que englobó en los ‘90 a artistas regiomontanos como Plastilina Mosh, Zurdok, Volován, Kinky, Jumbo y Control Machete)”, explica Alejandro Isassi, vocalista y guitarrista del grupo Niña, formado en 1997 y partícipe de este conglomerado junto a proyectos de pop sofisticado, arrebatado o abocado a la pista de baile como Quiero Club, Gino, Au Revoir Simone y She’s a Tease. “Esto surge de la necesidad e inquietud de distribuir nuestra música, pues no podíamos esperar a que llegara un sello discográfico a firmar a nuestras bandas. Así que optamos por una disquera propia. Creo que lo que nos diferencia de otros sellos musicales es el género que manejamos: un poco más experimental y relajado.” Cuando se le consulta si prefiere que se lo catalogue como artista independiente o indie, Iassi responde: “Somos independientes por la manera de manejar nuestras carreras artísticas. Creo que el concepto ‘indie’ no está fundamentado y es una manera muy vaga de describir un género musical que a fin de cuentas acaba siendo rock”.

“El rock independiente es importante ahora porque simplemente no hay otra opción para las bandas”, revela Marco Mejía, productor y manager. “Salvo Café Tacuba, que está en una multinacional, Maldita Vecindad es independiente; Zoé, grupo que ganó mucho prestigio, también siguió ese rumbo. Lo cual me parece perfecto porque tienes todas las libertades, pero a veces pareciera que cargar esa bandera está de moda. Hay artistas que se tomaron el indie como una etiqueta y, así como debe haber pasado en el resto de Latinoamérica, se ha entendido diferente que en los Estados Unidos.” Noción con la que coincide Oiram: “Es un error llamar ‘indie’ a esta escena. Descartes a Kant es una banda increíble y muy diferente a Chikita Violenta, encuadrada en el pop. Más que buscar un gran movimiento me parece que hay que hurgar en los pequeños nichos”. Mientras que Pascual Reyes, vocalista y guitarrista de San Pascualito Rey –ya sugerido como uno de los exponentes en ascenso del rock mexicano por el NO en un informe publicado en 2005–, deduce: “Por inmadurez o falta de criterio, en México existe la segregación musical. El indie alcanzó el mainstream, pero para nosotros es difícil verlo así porque no sonamos a lo que se llama ‘indie’, aunque sí lo somos operativa y económicamente”.

Si en algo se puede asemejar esta escena al indie –por lo menos al movimiento que abrazó a toda España en los ‘90– es en su desapego por el pasado. “A lo mejor inconscientemente quisimos romper con lo que sucedió en los ‘80 y los ‘90 porque nuestras influencias son de otras partes. Nunca fui muy de escuchar a las bandas mainstream de México”, admite Sandrushka. A la vez que artistas como Café Tacuba no se reconocen como influencia directa para estos nuevos artistas. Quique Rangel, bajista del grupo, apunta: “No estoy tan seguro de que nuestros discos puedan ser leídos como evoluciones hacia ningún lugar, por eso no creo que Cuatro caminos sea un álbum seminal, ni detonador de la actual escena mexicana. Si bien grupos como Porter –por cierto, su vocalista, Juan Carlos Son, fue invitado por Julieta Venegas para su MTV Unplugged– expresaron su admiración por la música de Café Tacuba, no pienso que haya sido por los últimos trabajos que hicimos”. Y su hermano, el guitarrista Joselo, adhiere: “Pese a que en nuestros inicios el rock mexicano no nos aceptaba, tampoco pretendimos participar en él. Pero cuando la gente nos dice que somos un buen referente de la escena nacional nos sentimos raros, aunque al mismo tiempo sería injusto contradecir eso porque seguro sí pertenecemos y a lo mejor conectamos con todos esos outsiders que están por ahí”.

Uno de los rasgos más valiosos de esta avanzada, parafraseando una respuesta del cineasta chilango Carlos Reygadas cuando se le consultó sobre la ausencia de identidad en su obra, es que –a diferencia del mestizaje que rebosó al país azteca hace algunos años– no necesitó reivindicar su mexicanidad para demostrarse como tal. “El sonar mexicano no lo soporto”, lanza Héctor Mijango. “Vender a México como si todos fuéramos luchadores, charros, nopales y águilas se me hace una aberración. A los únicos que tolero dentro de esa fusión es a Nortec, pero hay mucha gente queriendo hacerse la chistosa tocando cumbia y norteño pop electrónico.” “En los ‘90 existía el imaginario del ‘rock en tu idioma’, y debías tener algo mexicano en tu música o usar plumas en tu cabeza o vestirte de mariachi”, comenta Eduardo Pacheco, baterista de la fantástica agrupación defeña Los Dynamite, camaradas de los argentinos Los Látigos en sus primeras andanzas en suelo azteca. “Ahora, la juventud lo que quiere es música fresca. Internet y MySpace nos conectaron con el mundo. Al principio tuvimos miedo porque cantábamos en inglés, pero luego nos dimos cuenta de que al público lo que le interesa son las buenas canciones. Ya no importa de dónde proviene el grupo.”

Como todo fenómeno cíclico, el inglés, al igual que lo que ocurrió en México en los ‘70, cuando la contracultura, se rebeló a través del idioma y de la creación de los hoyos funky –lugares de encuentro del under local–, a la agudización del nacionalismo priísta, se convirtió en un medio de expresión de buena parte del pop independiente mexicano. “Vivimos al lado de los Estados Unidos y la mayor parte de la música que consumimos es de allá”, asiente Oiram. “Conozco gente que no habla inglés y prefiere el rock norteamericano, aunque no sepa qué está pasando en sus letras. Es parte de la globalización. Ahora sería raro escuchar a un grupo que intentara hacer lo mismo que Cafeta en su disco Re.” “Nací en California, allí aprendí inglés y luego me vine para acá. Por eso se me da de forma natural pensar así”, confía Sandrushka de Descartes a Kant. “Créeme que he intentado cantar en español, pero me suena raro. Hay gente con muchos prejuicios acerca de eso.” Sin embargo, la visión de Pascual Reyes –cuya banda lanzará en 2009 su nuevo larga duración– es opuesta: “Me hace ruido que una banda de un país de habla hispana cante en inglés. Casi la mitad de los grupos en México ahora lo hacen. En los ‘70, ésa fue una forma de responderle al nacionalismo; luego, en los ‘80, se enalteció el español. Todo esto depende de los fenómenos sociales.”

A pesar de que el país arrastra una situación sociopolítica caracterizada por la violencia de los narcos y la lid entre derecha e izquierda, el pop independiente mexicano prefiere describir la agresividad del ser humano, escudriñar en el surrealismo o flirtear con la banalidad posmodernista. “México es un país poco político. En el rock es muy raro que haya una canción que te hable de eso. Todo el mundo se queja, pero nadie hace nada”, opina Héctor Mijangos. Al tiempo que Rulo David dispara contra el mal gusto de la cultura mediática: “Porter puede vende 40 mil copias, Cafeta hace dos Palacio de los Deportes y el festival Vive Latino convoca a 60 mil personas cada día. Sí, hay público, pero es un nicho. Ni siquiera es Paulina Rubio o Maná lo que más se consume sino Kapas de la Tierra, los corridos, el duranguense. La estación más exitosa del país es una grupera, la Zeta, que supera en rating a la tele”. Mientras tanto la escena, por lo menos en el DF, frecuenta la periferia. Reseña Marco Mejía: “Además de lugares como el Multiforo Cultural Alicia, el circuito caló especialmente en la zona conurbana de Ciudad de México. Se trata de lugares tradicionalmente adscriptos al rock urbano. Siempre nos vamos a quejar de que no hay tantos como uno quisiera, aunque ahora lo bueno es que vienen aquí a tocar muchos artistas de la vanguardia mundial”.

Bajo la consigna del “hacelo vos mismo”, creció el limbo en el pop independiente, lo que permitió que el antagonismo entre rock y electrónica comenzara a disolverse. El fundador de Noiselab describe: “Si estoy solo, lo primero que hago es electrónica. En el momento que junto a tres amigos más y le montamos instrumentos, empieza a sonar como banda. Si lo ves desde afuera, es lógico. Diego Solórzano (voz y guitarra) de Los Dynamite es el ejemplo perfecto de un chavito que a partir de la computadora descubrió que podía tocar guitarra y concebir una propuesta bailable”. Autores del gran himno de esta nueva avanzada mexicana, el tema TV, Los Dynamite, en su disco debut, titulado Greatest Hits –ahora preparan el segundo–, atinaron a la fórmula dance rock afín a Datarock o The Rapture. “Si bien nuestro background es rockero, Diego y yo somos DJs”, comenta Eduardo Pacheco, baterista del conjunto. “TV surgió a partir de una iniciativa de Diego de hacer un tema para él. Gustó tanto que Noiselab nos firmó, una compañía de celulares lo usó para una campaña y hasta lo pasaban en los partidos de fútbol. El sello quería que fuéramos una banda de exportación porque pensaba que México se nos iba a quedar pequeño, pero lo chistoso es que el mercado se volvió muy grande.”

Y es que ciertamente, a diferencia del resto de las escenas independientes latinoamericanas, la mexicana alcanzó el mainstream a través del inobjetable apoyo de los medios y de la enorme variedad de propuestas como las de los iconoclastas Los Fancy Free, los emotivos Hummersqueal, los melancólicos Círculo de la Nada, los sofisticados Gruis Spectra y, más recientemente, los exquisitos Le Barón y los furiosos Yokozuna. “Muchos músicos, cuando viajan al interior, son los primeros en recibir demos”, dice Rulo David. “Hablé con los que más confianza tengo, los Tacuba, Molotov, y les pedí que los que les parecieran interesantes me los dieran para pasarlos. Ahora ponemos grupos de Sonora, Monterrey, Guadalajara, Cuernavaca y Tijuana: tenemos a todo el país sonando.” Además de Reactor, la radio universitaria Radio Ibero es otro de los canales de difusión de la movida. A las que se suman algunos medios gráficos y, muy especialmente, Internet y MySpace. Mijangos asoma: “Gracias a los nuevos medios, la información que se maneja en México es muy actual, y eso se refleja en la escena. Si bien existe la boga de que ser ‘indie es cool’, hubo un desarrollo mediático padrísimo. Pero nada de esto supera a Internet. Te da la inmediatez y la independencia para elegir”.

Al igual que Noiselab, sellos como Intolerancia Records y 3er Piso Records –más experiencias como la colección Cuál es tu rock? de la multinacional EMI– les han dado un espaldarazo a las nuevas agrupaciones. “Así como 3er Piso Records –etiqueta que hospeda a Porter y The Seamus–, hay un montón de otras disqueras independientes de Guadalajara que van a llamar la atención muy pronto. A lo mejor México no había volteado a esta parte a ver todos los proyectos que estaban existiendo. Nos tomó por sorpresa no sólo la invitación a Coachella sino lo que se viene el resto del año”, asienta Alejandro Pérez, director de la compañía tapatía. Artistas que forman parte del catálogo de este tipo de emprendimientos ya sobrepasan el disco de oro (50 mil copias), como Zoé –que llegó a las 80 mil unidades–, a la vez que otros, de la categoría de Austin TV y Los Dynamite, oscilan entre los 10 y los 20 mil álbumes vendidos. ¿Entonces estamos frente a la escena independiente más sólida de América latina? Sandrushka de Descartes a Kant expresa: “En México la gente está muy sedienta. La ventaja de esto es que encontramos la forma de hacer nuestras propias cosas y de buscar lo que nos gusta y no lo que está de moda”. Aunque Oiram apele a una reflexión todavía más terrenal: “Eso era lo que buscábamos. Pero como hoy puede estar, mañana no. Sin embargo, somos felices de formar parte de una generación que logró cambiar el rock mexicano”.

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