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Jueves, 23 de octubre de 2008

CONCURSO SUPLEMENTO NO - PEPSI MUSIC - DíA 8 > STONE TEMPLE PILOTS

El olor de ya no ser

POR IGNACIO BRAÑA GABIASSI
APODO: RENETA

Alguien dijo que el arte es la “nostalgia por algo perdido o nunca alcanzado, por un mundo que falta de manera irremediable”. En la fecha de cierre del Pepsi Music, con la presencia de los Stone Temple Pilots, esta afirmación pudo palparse tanto arriba como abajo del escenario. En primer lugar, entre el público: mayores de 25 (no emos, no floggers) que pasaron su adolescencia anclados en la década infame del uno a uno, donde la experiencia musical se daba vía “CD original” (no mp3, no iPod) y se adoraba la santísima trinidad grunge formada por Nirvana-Pearl Jam–Soundgarden. Esos que, hoy jóvenes-adultos, añoraban ver en vivo a Scott Weiland en formato ‘90, como el último apóstol que les debía esa “otra época”. Y Weiland apareció. Contenido por el trío de siempre (los hermanos De Leo en guitarra y bajo, el bueno de Kretz en batería), la figura detectivesca del cantante descubrió el primer gran tema, Big Empty, que instaló un dejo de melancolía en las gargantas presentes en el Club Ciudad de Buenos Aires.

Llegaron Wicked Garden y la cadencia efervescente de Big Bang Baby, con el público rebotando en sincronía con una de las melodías mas irresistibles del grupo. Parecía que la noche retrocedía a paso firme hasta lograr alcanzar “aquel mundo perdido”. Pero no. Bastaba detenerse en la fragilidad de Weiland, siempre en los bordes del abismo del “american frontman” (casi el opuesto del “psicópata americano” que encarna Trent Reznor), por momentos con la voz en fuga y la movilidad en piloto automático, y todo volvía al inexorable presente. Aquí y ahora, los Pilots modelo ‘08 son capaces de sostener un buen show con “aquellos temas” (sí, estuvieron Plush, Interstate Love Song, Dead and Bloated, Sex Type Thing), que arrastran más de diez años, pero sirven de excusa para cumplir con una de las máximas del primo Kurt: “¡Entreténgannos!”. Fue una noche en la que importó más lo que se representó que cómo se lo representó. Ah... el olor a espíritu adolescente también lo extrañamos.

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