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Jueves, 11 de diciembre de 2008

HISTORIA Y PRESENTE DEL POST PUNK ARGENTINO

Bailando enjaulados

Por efecto del revival que se instaló de la mano de Franz Ferdinand, The Rapture e Interpol o simplemente porque la mayor posibilidad de acceso a figuritas antes “difíciles” así lo determinó, lo cierto es que el post punk también reapareció por estos lados. El NO se ajusta la corbatita negra, se ata los cordones de las Dr Martens y se lanza a la pista oscura y filosa.

 Por Yumber Vera Rojas y Federico Lisica

Con la reciente aparición del EP Thieves, que marca el regreso del magnífico combinado canadiense The Organ a la palestra musical tras su separación en 2006, el post punk ha escrito una página más en su inagotable historia. Una tan híbrida como legendaria, tan fecunda como brillante, que se ha revitalizado, luego del descontrol y la distorsión del alternativismo de los ‘90, gracias a la estampida indie que ha sacudido a ambas orillas del Atlántico. Posiblemente Franz Ferdinand fue la primera gran evidencia de que Gang of Four todavía seguía latente en el inconsciente colectivo. Así como los miembros del cuarteto escocés desempolvaron los discos que sus hermanos mayores escucharon hasta gastarlos o rayarlos, y cuya musicalidad quedó rondando en la banda de sonido de la vida misma, un sinnúmero de bandas hurgó nuevamente en las texturas, el hype, el caudal rítmico y la estética que a fines de los ‘70 legaron cientos de grupos. Así que, desmembrando con el parafraseo la ley de la química moderna, dos generaciones, pese a la independencia de sus procesos, han estimulado la constancia de este sistema de fantásticas sustancias sonoras.

Por eso pensar en el revival que tenazmente se le ha impuesto como apelativo, puntualmente para diferenciar a los noveles exponentes de los pioneros, es una tontería del marketing. Y es que ciertamente este redescubrimiento, más allá de la connotación romántica que seguramente pueda manifestar, ha acertado en la revitalización de cierto tipo de rock que, ante la obstinada necesidad de crear una ligazón con la música dance, ha logrado apropiarse paulatinamente de la pista de baile. No hace falta más que acudir, acá mismo, a alguna fiesta o a algún boliche para comprobarlo. Argentina, a lo largo de los años que le siguieron al corralito (porque con algún “post” había que enlazarlo), ha sido testigo de esta evolución. Inicialmente como escenario, pues por acá pasaron, además de los de Glasgow, grupos fundamentales para comprender lo que ha sucedido: desde los legendarios New Order –que se separaron tras tocar en Buenos Aires–, Madness y Echo and the Bunnymen hasta Arctic Monkeys, Bloc Party y Kaiser Chiefs, más la cuota norteamericana ofertada por el cadencioso dance punk de The Rapture, !!! (chk chk chk) y LCD Soundsystem. Y no hay que olvidar a los taciturnos Interpol, que en su performance en el Gran Rex demostraron la vigencia de ciertas ideas de Ian Curtis.

El líder de Joy Division tuvo un momento relevante este año en la Argentina, con la proyección en el Bafici del largometraje Control y del estupendo documental titulado con el nombre de la banda, así como con la edición de un libro con 20 canciones traducidas al español llamado Ian Curtis/Joy Division y el compilado The Best of... No obstante, meses antes Luca Prodan también pudo ser retratado a través de un registro audiovisual finalmente serio: Luca, de Rodrigo Espina, que acaba de aparecer en DVD. Ese pelado italiano fue uno de los primeros en abrirle la cabeza a la escena porteña que emergía después de la dictadura acerca de los beneficios creativos del buche crepuscular. En ese momento, en la otra vereda se encontraba Richard Coleman, al frente de una camada desilusionada con el rock de acá, indignada con el Rosariazo de Baglietto y Páez, y ansiosa por el cambio. Estas dos veras desencadenaron un estruendo sonoro y conceptual moderno, propio y real. Sin embargo, en este momento merodea una avanzada local apegada al tren de la contemporaneidad, que transita por ese patrimonio que ha donado el post punk. Justo al tiempo que el sempiterno Horacio Gamexane, fiel a su esencia, puso en su MySpace una serie de temas inéditos de su trayectoria bajo el nombre de Control. Algunos círculos sí que cierran.

ABDUCIDOS, LTX, ROBOT ZONDA, MONTECARLO

Generación degenerada

Si la matemática apela a los números, que coordinados de determinada forma dan como resultado una verdad, el post punk directamente se zambulle en esa ciencia. Tiene sus cifras particulares (el ruidismo, la repetición, la negrura, el humor como resorte, el apego a la síntesis) y logra algo tan certero en el lóbulo frontal como un “es igual a”. ¿Pero qué hay de las cuentas que entran con fórceps? Esas que uno mira, no está seguro del resultado, borra el número y escribe otro cercano a lo ideal. El post punk local pertenece a esa gama. En su apogeo, dos décadas atrás, no fue catalogado de esa manera, pero aunó a Los Corrosivos, Los Encargados, Fricción, Los Pillos, Las Canoplas, Sumo, La Sobrecarga, Euroshima, El Corte, Don Cornelio y la Zona, Cienfuegos y Todos Tus Muertos, e incluso por allí pasó Soda Stereo. Luego de una década en la que el rock barrial arrasó con todo —incluso tomando como referente al mismo Luca—, hoy surge un combinado de bandas (sub)urbanas con su rock a espasmos. Orquesta Cínica, Melancohólicos, Bola de Fuego, Utopians, Mataplantas, los rosarinos Matilda y por supuesto normA, presentan diversidad y unción con guitarras frenéticas, frases escupidas y, por qué no, algo de tecnofilia.

Este es el caso de Abducidos, grupo compuesto por Marcelo Gómez y Federico Maqui, quienes desde un galpón laboratorio (“en esa zona gris e indeterminada del Gran B.A. que es Ciudadela”) pasaron de mixturar “atmósferas, cámaras y silencios” a canciones que transitan por el dub, la electrónica europea y el ambient. “Preferimos perdernos en el ruido a manejarlo, y al igual que el post punk miramos hacia adelante. Creo que si tenemos un acercamiento al género es por la distribución de los instrumentos y la rítmica que ésta produce”, explica el dúo que en 2008 ubicó en las bateas su epónimo disco debut. Aunque consideran que es imposible hablar de post punk argentino, notan que hay puntos en común entre el pasado externo y el presente local. Mientras que sellos independientes como Mute, Factory, Rough Trade o 99 Records le dieron cabida al género, aquí la escena ha crecido —aseguran— gracias a etiquetas como Laptra, Bultaco y Estamos Felices. Además, hasta ayer nomás había que buscar discos como figuritas difíciles, hoy las plataformas digitales son fundamentales para conocerse e instruirse.

“Mirtha Legrand repite que su abuela le dijo que toda la ropa que deje de ponerse la guarde en una canasta y que a los 10 años la empiece a usar otra vez”, apunta Kiko, cantante del grupo Robot Zonda, para justificar otro por qué de esta nueva avanzada. Define lo suyo como “post punk espástico bailable con tendencias al bungee jumping primaveral rockero espacial”. Su propuesta tecnicolor se percibe muy bien en su primer EP, llamado al igual que la banda y editado en 2007. Se trata de una producción “grabada a conciencia y probando sonidos, instrumentos, haciendo cosas que un técnico de grabación amargo no nos hubiera dejado hacer. Y conseguimos algo muy particular, por momentos vanguardista y deforme, que no es incómodo para el oyente que sabe apreciar letras muy fuertes”. Lo dice alguien que, al igual que Gustavo Cerati, se adhiere a la fórmula de las esdrújulas en búsqueda del cachetazo (sólo basta escuchar el aroma a hit del tema Somático).

Mientras ultima los detalles de su primer disco —producido por Juan Stewart—, LTX también se sirve de la multiplicidad para catalogarse: “Punk, funk, rock enérgico, disonante, retorcido”. Los de Adrogué cuelan Richard Hell con La Sobrecarga y Gang of Four con Virus, aunque su premisa es la de “explotar el silencio”. “Lo de música y ruido es una declaración de apertura, como para extender los límites. Lo otro son características que nos describen. En vivo la actitud es punk, pero las bases son más funk, la disonancia y lo retorcido viene encarado por el lado de la guitarra y arreglos, y la voz pone algo de cordura y melodía”, señala su guitarrista, Hernán Velázquez. En la misma tónica, Primo, vocalista y violero de Montecarlo, banda que lanzó este año su debut –producido por Tito Fargo–, cree que la suma sonora es el quid post punk. Melodías pegadizas, bases rítmicas que inciten al baile y juegos de voces. “Eso, sobre bases duras como el punk, es una buena combinación”, afirma. Y aunque la vida moderna en la ciudad sea opresiva y vertiginosa, estos grupos suministran algo eléctrico y unificado. “Es el mismo motor del artista post punk, el que crea la música y la letra. Se busca arriesgar para romper, salir de los parámetros convencionales. Es musical y es social”, sella Velázquez.


RICHARD COLEMAN RECUERDA COMO SE GESTO EL POST PUNK DE ACA

“Eramos una comunidad subterránea”

Richard Coleman elige un asiento a dos mesas de la esquina, en el mismo bar en el que sienta Diego Capusotto para grabar al emo que compone canciones inspiradas en la indecisión. Hasta ese momento el cantante y guitarrista no sabía que Nicolino Roche y Los Pasteros Verdes estaba musicalizado con temas de Fricción, su banda de hace veinte años. Acaba de salir de una entrevista en la tele en la que promocionó su presente y el de Los 7 Delfines, que tiene que ver con el exquisito Carnaval de fantasmas, pero ante el NO se presta al juego de la retrospectiva. Y es que Coleman fue el principal operario del post punk en la Argentina, el causante de que la vanguardia local, ostentando un sonido y un discurso propios, estuviera a un tris de Londres durante la segunda mitad de los ‘80. “Quería marcar una diferencia con el rock nacional que sonaba en ese momento”, afirma. “Lo que me distingue de la mayoría de mis contemporáneos es que nunca pretendí crear una banda divertida. Estaba relacionado a Joy Division, New Order, Bauhaus o The Cure por la cuestión estética y esa energía pesada que deseaba transmitir, a lo que se sumaba mi fascinación por la ironía de Roxy Music. Traté de que confluyeran todas esas influencias en una propuesta original. No sé cómo la llamábamos, lo que sí sé es que cuando nos querían comparar siempre decía: ‘No, nosotros sonamos mucho mejor’.”

Ante la falta de información imperante en aquellos años, Coleman se nutría con lo que tenía a mano. “Los discos me los alcanzaban amigos disqueros o alguien que viajaba. Cuando tuve en 1977 el álbum Before and After Science, de Brian Eno, no sabía en qué me estaba metiendo. Después compré Heroes de Bowie porque estaban Eno y Fripp. La consecuencia de esos trabajos la comencé a notar en el debut de Talking Heads, donde Eno fue productor, o en Devo. Era el tipo de música que yo quería hacer. Mi primer contacto con un post punk real fue cuando terminé el colegio y me quedé sin compañeros que tocaran instrumentos. Puse un aviso en El Expreso Imaginario que decía: ‘Busco tecladista equipado con sintetizadores que escuche exclusivamente Ultravox, Brian Eno y Roxy Music’. Y al mes me llamó Daniel Melero.” De esa manera, entre 1981 y 1982 comenzó el germen de la escena. “Realmente me sentía muy solo; cuando me junté con Daniel fue como abrir una puerta. Entonces conocí a Ulises Butrón y más tarde a Gustavo Cerati. Armamos una red de información y de pasarnos sonidos e instrumentos. Era una comunidad subterránea que no sabía lo que estaba gestando, incluso Los Fabulosos Cadillacs formaban parte de ella. Lo que quiero defender de esta posición es que todo entraba en el terreno de lo válido, todo era nuevo y buscábamos el cambio.”

Aunque Sumo representaba igualmente esa veta de ruptura con lo establecido, Richard mantenía diferencias conceptuales con Luca Prodan. “Si bien luego aflojé, no me gustaba el hecho de que cantara en inglés porque no hacía falta. Musicalmente, Sumo era estupendo, pero eso me rayaba. Como músico necesitado de provocar una transformación, me parecía que lo viable era crear buenas letras en castellano. Sin embargo, no podía pedirle eso a Luca, no manejaba el idioma”, acepta hoy. En esa época la movida era tan under que pocos fueron los lugares que pudieron darles cobijo, pero paulatinamente el mainstream empezó a prestarle atención a esta avanzada oscura y desencantada. “Al principio fue bastante complicado, uno era un bicho raro. Los músicos más conservadores suponían que nuestra propuesta era simplona y las letras no decían nada porque no hablaban de libertad. No obstante, la generación de nuestros mayores comenzó a interesarse en nosotros. Un día Fernando Samalea me llamó para invitarme a juntarnos con Calamaro. Con mi mayor antipatía, escepticismo y vestimenta negra fui, pero me topé con un tipo divino. A partir de eso, Cachorro López y Charly García escucharon lo que hice con él, y se fue integrando la historia. Entonces descubrí que podía ser un profesional. Luego Soda sacó el primer disco, y vino la aceptación, el fanatismo y, más tarde, la copia.”

Con la creación de Fricción, el cantautor argentino escribió un capítulo brillante en la historia del rock argentino. “Antes estuvo SIAM, proyecto en el que participó Ulises y colaboró Melero. En esa época empezamos a hacer trabajos de guitarra que aquí no había y compusimos canciones de amor áridas, pero de amor al fin. Eso, más mi participación en los inicios de Soda Stereo, fue lo que gestó la evolución hacia Metrópoli y Fricción. En esta última tocamos lo que no podíamos hacer en ningún otro lado, era un lugar donde podíamos depositar todo.” Después vino la primera formación de Los 7 Delfines, en formato dupla con Horacio Gamexane. “Había una oleada de tecno comercial en la radio y se ufanaban de que el rock había muerto. Así que dijimos: ‘Hagamos fuego con tan sólo dos guitarras’. Y eso era súper post punk, incluso escuchábamos mucho Wire en esa época.” Acerca de la actualidad del género, Richard opina: “A veces el revival denota la falta de ideas. Lo que sí es absolutamente válido es el uso alevoso de las influencias. Las del post punk de fines de los ‘70 son muy ricas. Me parece que está bueno que se pueda trabajar con ese tipo de texturas porque no hay una revalorización de la canción rock, todas las del mainstream argentino me suenan muy parecidas”.

CHIVAS, DE NORMA, AMANTE DEL “MENOS ES MAS”

“La arquitectura me genera música”

”Tocábamos acá arriba, cuando estaba erguido, ahora está partido por la mitad”, relata Sebastián “Chivas” Argüello. “Ü”, como también se hace llamar el ideólogo de normA, toma la caja de su nuevo disco, y señala la foto en estricta bicromía de unos escombros. El cemento servía de sala de ensayo para una agrupación del pasado y también era el elegido por las fuerzas parapoliciales de La Plata para hacer desaparecer gente. “La calera destruida es un símbolo”, dispara Chivas. NormA pregona ese tipo de señales, microscópicas e implosivas. Rock 2 tonos, su primer trabajo (editado en 2006), invitaba a comulgar con un rock calibrado a base de electroshocks. Obra de un trío que percutía en el ruido y jugaba con el lenguaje bajo: un filtro áspero y grisáceo, pero simpático, tensionado hasta más no poder. “En el primer demo había otra viola, así que en lo del trío había autoengaño.” Además de ese título, que se burlaba de su propia ideología. “Fue como decir: ‘Nosotros hacemos esto, muchachos, hablen a partir de acá’. Por eso, como un ticket de entrada, decimos que hacemos post punk. Aunque si escuchás lo que hacemos hay pocas canciones post punk. Es post punk porque vinimos después del punk.”

El flamante y epónimo segundo álbum de este conjunto platense creado en 2003 tiene la guitarra de Gualberto de Orta sumadas a la guitarra y voz de Argüello, el bajo monolítico de Ricardo Baldón y la batería orgánica de Pablo Coscarelli. El ingreso fue vivido como “decantado y natural” por los sonidos que querían sumar en sus recitales. Esa inflexión es notoria en su nuevo trabajo, por eso desde normA describen a su homónimo como “más vivo, garagero y de escenario”. Fue realizado durante tres días en los estudios Del Cielito “como antes, como en Sun Records”. “Esa era la idea primera de la banda. El anterior era más nítido, todo por separado. Este es un show. Suenan los instrumentos y las válvulas. Y eso te permite cierta versatilidad. Podés sonar bajo o fuerte como una patada al oído.”

Robótico, espástico e inteligente fueron los términos que se colaron para definir a una banda que parece ir en búsqueda, detrás y adelante, de un leitmotiv. “Tengo la intuición de que por ese lado está la canción. Es mirar para adentro más que para afuera. Podríamos tocar temas acústicos o con teclados, pero cada vez que los llevo al ensayo se encuadran ahí. Los recursos son la batería, el bajo y dos guitarras, hay búsqueda de fidelidad. ¿Qué hacés? Los encuadrás de ese modo.” Si Argüello repite la palabra encuadrar no es por falta de vocabulario sino por un amor profeso y heredado a la arquitectura. “La frase ‘menos es más’ es de Mies van der Rohe, y coincide con la forma que tengo de ver el arte y la expresión. La arquitectura me genera música.”

Chivas jura que el manifiesto rockero es inconsciente, aunque no tanto su forma de cantar, esa dicción de dientes apretados como homenaje a un extinto compañero de armas. “Hay cierto desgano por la melodía y un juego con las palabras y el ritmo que intentan generar cierta curiosidad.” Ese es uno de los links más evidentes con el post punk: “Son bandas que se van hilando, Television, The Police, P.I.L., XTC o Don Cornelio, un grupo de avanzada. Los temas tienen tres tonos, pero hay una poesía, una tendencia que te abre otros caminos. Eso es lo valioso. La música que no termina ahí. Eran grupos más generosos, te llevaban a explorar”. Sus propias reflexiones son la segunda ilación con el género. “Hay urbanidad y oscuridad, lo abrumado de vivir en una ciudad. Creo que el post punk se asocia a los problemas más que a la felicidad. Es metafísico. Estas bandas son muy metafóricas, no hablan de una acción o de algo que sucedió. Es el metamensaje de lo que pasó. Por eso entra el humor y lo racional. Más que vivirlo se lo analiza. En los que hacían punk o música contestataria todo era más directo: tenían un hermano desaparecido o los cagó a palos la policía. A mí eso no me pasó, por eso lo analizo. Bah, en realidad, esto se me ocurre ahora.”

Vinilo y mp3

Soda Stereo - Nada personal (1985)
Sumo - Llegando los monos (1986)
Los Encargados - Silencio (1986)
Fricción - Perdiendo el contacto (1986)
Los Pillos - Viajar lejos (1987)
Don Cornelio y la Zona - Patria o muerte (1988)
Todos Tus Muertos - Nena de Hiroshima (1991)
Mataplantas - El sueño del hombre pulpo (2005)
NormA - Rock 2 tonos (2006)
Abducidos - Abducidos (2008)

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