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Jueves, 12 de febrero de 2009

ENTREVISTA AL VENEZOLANO HECTOR CASTILLO, INGENIERO DE CERATI, BOWIE Y BJöRK

Currículum vital

Aunque pisó por primera vez la Argentina como bajista, ahora sus visitas son como ingeniero de Gustavo Cerati y Emmanuel Horvilleur. Eso en el tiempo que le deja producir el próximo disco de Debbie Harry, una banda sonora para Michel Gondry y grabar a Roger Waters o a David Bowie.

 Por Yumber Vera Rojas

Cuando vino a la Argentina por primera vez, Héctor Castillo era el bajista de Dermis Tatú, el grupo más intenso que tuvo el rock venezolano. Las visitas más recientes tienen que ver con su rol como ingeniero de grabación de Gustavo Cerati: trabajó en Ahí vamos y repetirá en el próximo disco del ex Soda. Pero cuando Castillo se sienta en una mesa del bar palermitano El Taller, la evocación de aquel viaje iniciático se desata. “En esa tarimita tocamos con los Tatú en 1995”, rememora. Además de su periplo de diez meses por el circuito porteño, auspiciado por una incondicional troupe compuesta por Fernando Samalea, Tweety González, Mariano López y Pablo Sbaraglia, el power trío registró acá su único y sensacional disco, La violó, la mató, la picó: una explosiva conjunción de hard rock y funk, aunque con una estética indie adelantada a su tiempo. “Recuerdo que ese álbum se hizo muy rápido. Lo grabamos prácticamente en vivo y al toque lo mezclamos. Esos temas se nutrieron de nuestra experiencia aquí”, dice Castillo.

Si bien la historia del grupo fue efímera (1992-1997), también se caracterizó por su arrebato y por la construcción de un culto. Eso creció especialmente tras la dramática muerte, hace casi una década, del vocalista y guitarrista Cayayo Troconis, un personaje tan carismático que rápidamente se ganó el aprecio de figuras como Adrián Dárgelos y María Gabriela Epumer. “Salíamos todas las noches, conocíamos a la gente del ambiente. Buenos Aires era la meca del rock en español: sentíamos que en nuestro país no nos comprendían, necesitábamos un público más abierto y mucho más rockero”, recuerda.

Antes de su reencuentro con Buenos Aires para ser ingeniero de mezcla en Ahí vamos, Castillo, ya radicado en Nueva York, se había convertido en la mano derecha de Philip Glass, y su destreza tras la consola era requerida por nada menos que David Bowie, Pete Townshend, Björk y Lou Reed. Su último periplo porteño fue en diciembre último, esta vez en calidad de coproductor, para pulir los demos del inminente álbum de Cerati. “Pensé que el calendario de ambos no iba a cuadrar porque estaba trabajando con Debbie Harry (vocalista de Blondie) en un proyecto que me iba a llevar todo diciembre. Pero eso se postergó y se abrió esta posibilidad”, explica. “En Ahí vamos me convocaron para mezclar y darle un toque final a toda la situación. Sin embargo, cuando me encontré con la materia bruta del disco tomé muchas decisiones musicales, junto con Tweety y Cerati. En esta oportunidad, vine más bien a aliviar el trabajo de decisión y a ayudar a darle forma al material, pues Gustavo tiene claro lo que quiere. Ya existen 25 ideas, las destilaremos y veremos cuáles sobreviven. Aunque habrá guitarras y elementos muy pop, será un disco en el que habrá más presencia de instrumentos acústicos. Le traje algunos, más del tipo percusivo, para que juegue con ellos.”

Mucho antes de que se concretara su rol en el nuevo álbum de Cerati, Castillo comenzó a desarrollar una veta interesante en el área sonora del cine. En ese plan fue partícipe del equipo que trabajó en el soundtrack de la película Las horas, creado por Philip Glass y nominado al Oscar. “No creo que trabajar para cine sea mi fuerte, pero me divierte”, confiesa el productor. “Me gusta hacer música atmosférica, me resulta más fácil que componer una canción. Mi aporte se basa principalmente en que sé acoplar la música a la imagen. Si no está en sincronía, tengo la habilidad de hacerla cuadrar de cierta forma. Eso fue lo que hice en Las horas, porque Philip la escribió muy rápido, en cuatro días.” Más cerca en el tiempo, Castillo fue el ingeniero de la música de Rebobinados, del director francés Michel Gondry. “El quería tocar la batería y me pidió que armara una banda para hacer jams, así que me busqué a varios amigos músicos. Fue súper divertido, el acabado es muy funk”, comenta emocionado. “En ese caso, mi trabajo de producción fue poner a todo el mundo en una sala, grabar y después ajustarlo a la película.”

El vínculo laboral de Castillo con músicos argentinos no se agota en Cerati: mezcló Mordisco de Emmanuel Horvilleur y fue el productor de NYC, tercer opus de Brazilian Girls, la banda neoyorquina conducida por el porteño Didi Gutman. “Pese a que tengo una pierna en la parte técnica, me llaman mucho para ser productor”, explica el venezolano. “Está bueno poder ser versátil. No hay una manera ni un método ni reglas de cómo se hacen las cosas.” Y es que Castillo también se ha cotizado en el área de la producción tanto en Estados Unidos como en América latina: “Me gusta trabajar con bandas underground y artistas independientes. Ahora salen otros discos que produje, como los del canadiense Glenn Patscha y el estadounidense Jim Keller, un amigo de Tom Waits”.

Tras haber producido Mediocre (de la mexicana Ximena Sariñana) y Río (de los colombianos Aterciopelados), Castillo prepara para este año un disco de remixes de Philip Glass, la realización del próximo álbum de Architecture In Helsinki y un proyecto junto a Roger Waters para la Fundación ALAS. “Entusiasmo, pasión y personalidad”, son los rasgos que el venezolano enumera al referirse a su impronta. “Sigo siendo un fan de la música, eso es lo que me da ese tipo de motivación.” ¿Y la influencia de la tierra natal? “Como experiencia urbana, Caracas es una ciudad impetuosa”, responde. “No la siento necesariamente tropical, vivir allá puede ser bien intenso y psicodélico.”

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