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Jueves, 23 de julio de 2009

DESDE EL NORTE VENGO BAJANDO

Rock barrial de fogon

La Escuela del Desaprender cumple con el ABC del rock urbano: se conocen desde chicos y comparten una geografía de los suburbios. Pero hay algo más: “Nos identifica cómo se han movido Los Redondos y La Renga”, dicen.

 Por Cristian Vitale

Todo nació en Iruyac, un refugio de montaña donde Gastón, baterista devenido cantante, se internó luego de un mal trago. Iruyac es un refugio de montaña anclado en las afueras de Iruya, Salta, donde el pibe se encontró con otra gente en igual trance y, aglomerando voluntades, armó un bar que después fue hostería y después un “algo más” para los gringos que llegaban invierno a invierno, y los argentos del verano. “Todos veníamos de romper historias importantes en Buenos Aires, y nos conocimos ahí. Estuvimos cuatro años”, dice él. Alguien, un tal Marto, le puso al sitio La Escuela del Desaprender y Gastón se lo apropió: “Lo tomé como propio. Sin saber si iba a volver a tocar, dije: ‘Este va a ser el nombre de mi banda’”. Viaje al País Vasco mediante, Gastón consumó la intención: juntó a viejos primos –y amigos– del barrio y concretó su escuela. “En Iruyac nos preocupábamos por transmitir que era algo más que un refugio de montaña... Se armó una movida muy importante, porque vinimos a Buenos Aires y se hacían fiestas para más de 600 personas, y siempre alguien había estado o le habían contado del refugio”, tira, misterioso.

La banda es un torbellino de energía. El NO cae en Falá, mediano pub rocker de Avellaneda, y la que cierra es ésa que nació entre montañas. Son seis: Gastón, Ezequiel, Diego, Gonzalo, Gustavo y Damián. Cuatro de ellos, primos entre sí. Y la mayoría ancla en un barrio: Valentín Alsina. Podría haber sido un show más de rutina rockera, pero no: ellos van a más. El ardor que baja, sube inmediato y con valor agregado. Se retroalimenta. Es rock and roll en estado puro, contundente, sanguíneo, nacido de una pasión. Gastón se impregna en el todo como un aluvión. Contagia. “Es terrible, te arrastra como un huracán”, dirá Diego, baterista con flequillo, primo de Gastón y peluquero, con la cosa consumada. “No sé, al principio yo tocaba la batería, pero sentía la necesidad de cantar mis propias letras y muté”, sigue Gastón. Una pegada.

La Escuela cumple con el ABC del rock barrial: casi todos se conocen desde chicos, todos comparten una geografía suburbana, una forma de vivir y un día a día con pibes del barrio, amigos del colegio, primos de primos. Todo ocurre alrededor del galpón-casa que alquila Gastón en los bordes de Alsina. Además de los ensayos, hay reuniones con 40 o 50 colaboradores que se subieron al tren. Reuniones de logística en las que se reparten tareas: volantear, pegar afiches, boquear fechas –la próxima es el 1º de agosto en el Marquee–, reparar instrumentos... “La verdad que nos dan manos por todos lados. Nunca estamos solos. Nos ves y viene gente atrás”, se ríe Diego. “No sé, somos gente con denominadores comunes, ¿viste? A nosotros nos identifica no sólo la música sino la forma en que se han movido Los Redondos y La Renga. Apuntamos al camino más largo, al diferente. Me parece que hoy el rock está supercentralizado... Vas a un festival y tenés grandes corporaciones auspiciando, y nosotros queremos tratar de evitar eso. Tal vez no podamos, pero vamos a tratar”, señala Gastón.

–¿Cómo es que no editaron un disco con la cantidad de gente que llevan?

Gastón: –Hay toda una filosofía detrás del disco. Yo creo que hoy es mucho más difícil tocar en vivo que grabar un disco, cuando antes era al revés... Entonces estamos con la filosofía de grabar nuestros ensayos y regalar los CDs. Seguramente el disco va a llegar, pero no nos parece tan importante.

Muchas de las canciones que nacen van mucho más allá de la media stone, parieron de una guitarra criolla (de fogón): Gastón las concibió en los de días de Iruya y la banda sólo tuvo que darle un sentido eléctrico. Matan. Están El secreto del adiós, Encendete nene, Siempre, todas bien plasmadas y con letras que traducen un estado del alma. “Cuando nos juntamos, sólo estaba claro el nombre y que íbamos a hacer rock and roll. Eran dos guitarras, un balde dado vuelta y un puñado de canciones; se puede decir que crecimos”, epiloga Gastón, un cantante del carajo que se formó en su propia escuela.

* La Escuela del Desaprender toca el sábado 1º de agosto en el Marquee.

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