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Jueves, 29 de octubre de 2009

PEPSI MUSIC > ENTREVISTA A GILBERTO CEREZO, CANTANTE DE KINKY

Que parezca un accidente

AUNQUE HAN RECORRIDO UN LARGO CAMINO, TODAVIA NO PUEDEN SUBIRSE AL PODIO DE LOS ARTISTAS MEXICANOS CONSAGRADOS EN LA ARGENTINA. TAL VEZ SEA EL MOMENTO CON LA SALIDA DE SU FLAMANTE BARRACUDA Y SU SHOW EN EL PEPSI.

 Por Daniel Jimenez

Monterrey, capital del estado de Nuevo León, es la tercera ciudad en importancia de México. Entre sus caprichosas formaciones montañosas, su prominente desarrollo industrial y su espíritu cosmopolita, respira una escena artística que se cría en happenings, fiestas electrónicas y galerías de arte. En ese contexto y una década atrás, Gilberto Cerezo, César Pliego, Omar Góngora, Carlos Chairez y Ulises Lozano formaron el grupo en la que media ciudad quería estar: sofisticado, moderno, arty, bailable, inteligente y rítmicamente intenso.

Desde su debut hasta aquí, Kinky ha recorrido un largo camino que, sin embargo, no lo ubica aún en el podio de los artistas mexicanos ya adoptados por el público argentino como Café Tacvba y Molotov. Aunque esto, como la música de Kinky, es casi un accidente: desde su primer y caótico show en Voodoo en 2003 junto a Los Tetas hasta su presentación de mañana en el Pepsi Music, el quinteto de Monterrey ya tocó una decena de veces en el país, incluyendo una épica actuación bajo la lluvia en la edición 2008 del Cosquín Rock. En esta ocasión no habrá doblete en Niceto o toque trasnochado en el Roxy. Terminado el concierto en el Club Ciudad la banda vuela de regreso a México y en unas horas estará nuevamente sobre el escenario, pero en Querétaro.

“En esta oportunidad no tendremos tiempo de salir a caminar o dar un nuevo show, porque apenitas terminemos en el festival nos pegamos el avión de regreso porque hay que tocar nuevamente.... es que nos gusta tocar mucho”, se justifica del otro lado de la línea Gil Cerezo, cantante de Kinky.

Y no falta a la verdad. Este año los regiomontanos no pararon: participaron de festivales en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, donde recientemente prendieron fuego el festi colombiano Rock al Parque, uno de los más importantes de la América sudaca.

“Nos encanta estar de gira. Yo diría que más que una banda somos ‘una banda que toca en vivo’. Y así fue desde el principio. En Kinky la dinámica de la composición está muy enfocada el vivo, porque es algo que nos muestra como somos. Estamos todo el año de gira, no nos detenemos nunca. Siempre estamos tratando de cerrar el mejor teatro o hacer la mejor fecha. Esa es nuestra carta de presentación: el escenario.”

El desafío actual de Kinky se llama Barracuda, sucesor del exitoso Reina (2006) y motor principal del último año de trabajo de los mexicanos. Alejado de las raíces folklóricas desarrolladas en Kinky (2001) y Atlas (2003) y más orientado a la pista de baile, Barracuda es una invitación al beat desprejuiciado sobre un esqueleto de canción mínima y seductora; una fiesta up tempo con chicas bailando al borde de la piscina y chicos cool de movimientos rígidos. ¿Se puede considerar música electrónica a un combinado de voz, bajo, batería, guitarra, percusión, teclado, trompeta y acordeón que no deja de groovear durante dos horas? A priori, no. Pero cuando todos los elementos caen en la misma nota es probable que nuestros pies ya no dejen de moverse y nuestra mandíbula se mueva de su lugar un par de centímetros sin ayuda química.

“La gran mayoría de las cosas que pasan en Kinky son producto de un accidente”, dice Cerezo. “Ahora estamos saliendo a defender este disco con las mismas ganas y, reconozco, un poco más nerviosos. Sé que no es lo mismo cuando ya has editado tres discos, pero la expectativa aumenta y te predispones de otra manera a lo que pase con el disco o lo que se diga de él. Esta vez no tuvimos la presión del reloj y todo tardó un poco más. Ahora que ya lo lanzamos nos queda salir a festejarlo y mostrarlo en todos los conciertos que podamos.”

–¿Estar de gira constantemente modifica la forma de la composición?

–Sí, cambia mucho. Y depende también de donde estés en ese momento. Por ejemplo, ahora estábamos filmando el video de Marcha atrás (segundo corte de Barracuda) en un cerro cerca de un bosque, en medio de la naturaleza, de los árboles, del viento, de la noche, de la neblina, del río. Y ahí se te vienen ideas muy distintas. Y ese movimiento para nosotros es muy necesario porque nos sirve para absorber nuevas ideas. Particularmente esa canción tiene una narrativa en reversa, desde el ataúd hasta el esperma, donde jugamos con una cámara que se llama Phantom que convierte todo en momentos mágicos. Ya lo van a ver.

–Kinky es una banda sofisticada y al mismo tiempo no tiene influencias muy marcadas. ¿Encontrar el estilo también es un accidente?

–A ver... creo que a partir de una movida, que ayudamos a formar, se creó un movimiento aparte, independiente. Cuando comenzamos había una escena de música electrónica mezclada con folklore mexicano que traían muchos colectivos como Nortec. Nosotros no pertenecíamos a ninguno de ellos porque nos alejamos de sus características y no buscábamos una identidad definida. Y ese espacio nos lo dio la libertad de seguir mutando y acomodarnos a lo que aparezca a través del tiempo. La estética de la banda también se fue generando a lo largo de los años. Salimos de una idea, caminamos sin rumbo y nos encontramos en los escenarios. Así pasamos de festivales donde nos ponían con Buena Vista o con algún mariachi a algo más folklórico, sólo por un criterio geográfico. En Estados Unidos le abrimos el show a Paul Oakenfold en el sector electrónico del festival de Coachella y en otro festival tocábamos después de una banda de rock. Esa falta de definición nos dio una identidad propia.

–¿Y cómo se maneja la libertad en un grupo con cinco cabezas compositivas?

–Gran parte de la composición de Kinky se basa en el hecho de explorar, de estar en la búsqueda, no sólo de la melodía sino del sonido y la forma. La nuestra es una música basada en los accidentes, donde una cosa lleva a la otra. No se tiene una meta o idea definida de lo que requiere un tema y se respeta mucho la personalidad de cada uno. Dicen que si no hay una cabeza que dirija todo, no sirve; a nosotros nos ha servido el hecho de tener cinco cabezas, sin que una se quiera comer a las demás: uno aboga por un sonido más electrónico, otro quiere que suene más a rock y otro sugiere algo más folklórico. Todos tenemos una personalidad diferente y es muy notorio: somos distintos y hablamos distinto. Siempre nos preguntan si somos cada uno de una parte distinta de la república y nos causa gracia (risas). Componer entre los cinco nos sirve para expandir la cabeza. La mezcla de personalidades, el respeto a la opinión del otro y la apertura de mente es lo que ha generado a Kinky.

Gil asegura que para un músico mexicano que hoy se inicia en el duro oficio del rock el sendero es menos intrincado que en los ‘80 y los ‘90, porque “hay una evolución en la producción de música. Se respeta un poco más al músico y se tienen más oportunidades, sin olvidar que sigue siendo difícil enfrentarte a tus papás y decirles que vas a dejar la escuela o te vas a retirar de la universidad para dedicarte a la música. No es fácil. Al comienzo se requiere de una gran inversión, y no sólo de tiempo, también de dinero. Sigue siendo una profesión difícil de tomar y necesaria de mucha pasión para pasar esos momentos de hambre”. Y Gil lo sabe. Cuando Kinky comenzaba su primera gira importante al inicio de esta década y se demeaban las canciones de su ópera prima, el cantante se encontraba en la universidad presentando su tesis final. Lo esperaba un título de arquitecto y cientos de planos vírgenes. Como toda historia con final feliz, Cerezo rindió el examen, le dio un apretón de manos al profesor y se subió a una combi con sus compañeros para salir a la ruta y no bajarse hasta hoy.

* Kinky se presentará mañana en el Pepsi Music, Club Ciudad de Buenos Aires. A las 17.35.

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