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Jueves, 31 de diciembre de 2009

EL INDIE QUE NO FUE

Eterno recambio

De los indies de los ’90, sólo Babasónicos quedó en pie. Massacre se hizo popular y la generación recambio todavía no atacó: Bicicletas, El Mató, Señor Tomate, Norma, Fantasmagoria, Banda de Turistas van por más.

 Por Julia González

Por más que se bucee, la conclusión es la misma: el indie local no consigue ser masivo. Quizás ni siquiera sea buscado. Ni en la década que está terminando ni en la anterior, cuando aún se lo calificaba de alternativo. Sea como fuere, esta música no ofrecía una alternativa amable para cualquier tipo de oído, discográfica, radio o publicidad. De todo el nuevo rock que supo arrasar con el sonido ochentoso a comienzos de los ‘90, como una seca de aire novedoso, no quedó nadie en pie.

Salvo Babasónicos, que venía cosechando leves pero interesantes triunfos, apadrinado por Cerati y Melero, pero que a fines de los ‘90 con su sexto disco Miami llamó completamente la atención. Con Jessico en 2001 (elegido como el disco argentino de la década la semana pasada en la Encuesta del NO), terminaron de concretar su ascenso cual globo de helio. Y allí se quedaron, con la dosis justa de rock y electrónica, calentitos en el sillón del mainstream, editando discos, firmando contratos, cerrando festivales y sonando en las radios y en los canales de televisión. Para comienzos del 2000, El Otro Yo ya estaba afianzado con Abrecaminos editado en 1999, aunque con su peculiar elección de seguir siendo independientes. Para ese entonces, Los Brujos, Martes Menta, Peligrosos Gorriones (¡Ojo! posible revival sobre el final) y un puñado de otras bandas con peinados más raros que los nuevos, habían flameado la bandera blanca de la derrota.

El camino estaba algo desierto y pedregoso como para ser surcado. Sin embargo, apareció la novedad. Doris, Bicicletas, Los Alamos, El Mató a un Policía Motorizado, Señor Tomate, Norma, Fantasmagoria, Fútbol, Les Mentettes, Prietto viaja al cosmos con Mariano, Banda de Turistas, Go-Neko, Humo del Cairo, Utopians, La Patrulla Espacial, Mi Pequeña Muerte y tantos otros empezaron a defender este asunto ideológico de ser indie. Porque ninguna de estas bandas suena igual que la otra, sino que las equipara su filosofía de ser independientes. Con una ayudita de algunos amigos (el sello Estamos Felices, Laptra Discos, radio Kabul, La Tribu, los sitios Zona Indie y Global-art, los Festivales Nuevo y Buen Día) comenzaron a moverse en un mismo circuito. Pero en esta década, la movida se quedó ahí.

En el 2000, los abanderados del indie, Jaime Sin Tierra editaron Autochocador, el disco más representativo de la banda, pero a los tres años ya se habían separado. Tiempo después hubo una reunión, pero no más que eso. Hoy son una banda de culto. Pez, que musicalmente nada tiene que ver con JST, editó en el 2000 Frágilinvencible. Y ellos mostraron que se puede ser independiente, tener su propio sello (Azione Artigianale), sacar discos casi todos los años (1995) y, a la vez, tener un público fiel que no se pierde una. Pero sin dudas el coletazo lo dio Massacre cuando apareció hace casi tres años con El Mamut y todo el mundo se enteró de quiénes eran y del bagaje que traían desde finales de los ‘80. Catupecu Machu fue un caso aparte, ya que les costó sólo dos discos salir del under con el impecable Cuentos Decapitados (‘00).

Allá por el 2007, el NO publicaba una nota alertando sobre el posible recambio generacional. Esta cronista escribía entonces sobre la belleza maligna del under: la de ser marginal y vivir abajo y a la sombra. En aquel artículo participaban la desaparecida Doris, Bicicletas, Norma, El Mató a un Policía Motorizado y Los Alamos. “La renovación musical está llegando. Yo creo que es una gran sala de espera (...). Si una banda empieza a llevar mil personas, de pronto el monstruo monopólico que elige lo que escucha la gente dice ‘me conviene, me va a dar dinero’. Pero hay un estancamiento constante”, decía hace dos años Marcelo Blanco, quien luego fundaría Onda Vaga, acaso la banda más popular del 2009 (junto con El Mató) que el NO supo advertir cuando aún tocaban sin amplificar.

La primigenia apuesta de Onda Vaga era tocar en fiestas, con guitarras criollas y cajón peruano, para no tener que estar pendientes del sonido y las implicancias negativas del post Cromañón. Doña María, con apenas un disco editado, linda con la misma influencia latina que Onda Vaga y no deja de llamar la atención. Este sexteto de músicos rescata canciones populares y de cumbia reavivando las raíces folclóricas, con remixes y hip hop. A estas bandas también se le suman un manojo de cantautores que desempolvaron sus guitarras y salieron con sensibilidad a los escenarios tras la tragedia de Cromañón. Coiffeur, Juan Ravioli, Pablo Dacal, Alvy Singer, Tomy Lebrero, Lisandro Aristimuño, Gabo y Juanito el Cantor, entre otros, aportan con buen gusto una música luminosa a las huestes del indie folk. Tal vez por las mismas dificultades de tocar enchufados fue que comenzaron a deambular solos por la escena.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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