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Jueves, 31 de diciembre de 2009

EL HARDWARE QUE NO FUE

Garbage electrónico

Los aparatos que inicialmente aparecen como el formato del futuro son rápidamente reemplazados por otros mucho más cómodos. ¿Cuándo llega el formato standard?

 Por Javier Aguirre

Algunos de los sofisticadísimos logros de la tecnología parecen haber llegado para quedarse. Son objetos elegidos, perdurables, indestructibles, imposibles de ser perfeccionados. Como el tenedor o la pelota, dos evidentes hits de la manufactura humana y tienen bien ganado el status de clásicos de todas las generaciones.

Sin embargo, los artefactos cotidianos devenidos del boom digital no parecen capaces de conservarse vigentes. Por más costosos que salgan, por más chiquititos y lindos que sean, por más resistentes que resulten, por mejor diseñados que estén y por mayor capacidad de almacenamiento que tengan, quedan obsoletos y fuera de circulación en poco tiempo. Y los ciclos parecen ser cada vez más cortos. Los saltos de formato en formato prometen, pero con los dedos cruzados.

En el campeonato de los soportes de música, así como en el Mundial del almacenamiento de información, hoy cualquiera le gana a cualquiera: el casete y el disquete entregaron el rosquete al filoso, cual machete, poderío del CD. Pero –unos billones de dólares después– el formato digital MP3 se llevó puestos a los CDs (y, ya que estaba, a buena parte de la enorme osamenta transnacional de la industria discográfica). El DVD –que ya se había volteado de parado al VHS– pisoteó rápidamente al CD y de repente, en un abrir y cerrar de negocios multimillonarios, todo lo que no entra por vía USB no existe: ahí están las netbooks, que ya ni traen bandeja lectora/grabadora de CD/DVD. Tanta sigla tecnológica y tanta adaptación forzosa de formatos dejaron en la última década un tendal de modernísimas víctimas vetustas. Como pocas veces en la historia, se registró una especie de genocidio de aparatitos, esos que el consumidor con buena capacidad de pago compró con gran excitación quizás en 2004, pero que ya para 2006 se habían vuelto una anticualla incompatible con softwares y hardwares. Uno de los más recientes caídos de esa batalla ha sido, sin ir más lejos, el reproductor de MP3, cuyas virtudes fueron absorbidas por el teléfono celular, acaso el último gran cuco fagocitador de tecnologías.

Fotos, videos, palabras, canciones; o sea, la información, eso que supuestamente es lo importante, el “contenido” ante tanta mera “forma” para almacenar y administrar, se mueve de lugar muuuy seguido. Ahora dicen que va a estar en Internet, que ya está en Internet, que es lo mismo que decir que está en todos lados, y en ninguno. ¿Hay tiempo para la paranoia? No para quien está hace tres horas armando un back-up y todavía no terminó. Es que, al igual que las personas, también los aparatitos están sólo de paso en este planeta. ¿Y dónde nos ponemos nuestro back-up con disquetes de 5 1/4?

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