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Jueves, 18 de febrero de 2010

SPRINGLIZARD, CON UNA AYUDITA DE SUS AMIGOS

Lobo suelto

 Por Julia González

Pico y Jonah tocaban bajo y mandolina en Los Alamos. Pero antes de que esa banda existiera, Springlizard ya era un dúo con canciones que Jonah (guitarras y voz) había compuesto en su Estados Unidos natal. Luego vino la historia de amor con Los Alamos, el rock y la ciudad. En la misma época, alrededores de 2005, Pico (guitarras y voz) tocaba con Satan Dealers. La escena estaba bastante caldeada para ambas bandas emergentes y tuvieron que decirle “hasta luego” al dúo. Hasta que Peter, el cantante de Los Alamos, se instaló en Francia y Pico pasó al bajo. Esta pausa obligada les dio tiempo para ocuparse de revivir a Springlizard. Así llegó Dreams of the Wolf, su disco debut, artesanal por donde se lo mire.

Acostumbrados a contar con la ayuda incondicional de sus amigos, esta vuelta no pudieron ser menos. El artista Téster diseñó la tapa y selló uno por uno los sobres que contienen el CD-R. El Pájaro (de Amoeba) los grabó en Quark, su propio estudio. Si bien el formato del disco viene de la mano de la originalidad y de la creatividad, no se puede pasar por alto la realidad: “No había plata para hacerlo”, dice Jonah. Pico arriesga que era posible juntar la plata, pero lo cierto es que hay que adaptarse a los tiempos que corren: “Hay una transformación. Si grabaste un disco y lo querés editar, tenés que invertir un montón de plata en algo que no sabés si realmente vale la pena, porque hoy no se venden CDs”, dice resignado, y a modo de dato cuenta que con Los Alamos nunca terminaron de recuperar el dinero que gastaron, a pesar de haber vendido 8 mil CDs.

No es un hecho menor el que Jonah haya vivido en el campo y luego se haya mudado a Filadelfia, una de las ciudades más grandes de Estados Unidos. Porque Dreams of the Wolf destila olor a pasto y ojos chinos por un sol tan crudo que un sombrero de paja de ala ancha no podría proteger. Pero como no hay más remedio que escucharlo en la ciudad, sólo resta imaginar el contexto. La emulsión del campo y el cemento hace de estas canciones bluegrass y country un fabuloso soundtrack para los días tropicales de calentamiento global. “Si llegás a comprender las letras en inglés, encontrás una mixtura de la música que estás escuchando con las letras, que hablan de venir del campo a vivir a la ciudad”, cuenta Pico. Y justamente de eso se trata. “En 2003 me mudé a Filadelfia, y era la primera vez que vivía en una ciudad grande. Te causa una tensión con el hecho de haber vivido en el campo, porque toda la vida estuviste acostumbrado a tener una relación con la naturaleza que perdés en la ciudad”, finaliza Jonah.

El dúo tuvo que aprender a plantarse solo con sus guitarras, que ahora comenzaron a enchufar porque los lugares son un poco más grandes. Como estaban familiarizados con el sonido al palo de Los Alamos, tuvieron que lidiar con un público que muchas veces hablaba mientras ellos tocaban. Pero la dimensión del proyecto les mostró la manera de sostener su presencia para ser escuchados: “Me gusta el formato reducido. Está buenísimo poder ensayar con sólo una persona en cualquier lugar, hacer un recital y no tener que hacer una prueba de sonido de tres horas. También tiene su parte negativa: no tenés seis o siete integrantes y eso con Los Alamos estaba buenísimo”, saca en limpio Jonah y planta bandera en tiempo presente.

* Springlizard toca el viernes 26 de febrero en Ultrabar (San Martín 678).

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Imagen: Cecilia Salas
 
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