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Jueves, 4 de marzo de 2010

ENTREVISTA A SONNY SANDOVAL, DE P.O.D.

Metal sin drogas

Primero vendieron mucho y después vendieron mucho más con Youth of the Nation, aunque lograron escapar del mote de banda “one-hit-wonder” con un sólido pasado, un atormentado presente y un futuro bien pesado.

 Por Juan Ignacio Provéndola

¿Existen los one-hit-wonder en el metal? La historia oficial de P.O.D. tergiversa la respuesta: el mundo los conoció a través de Youth of the Nation en 2002, canción que, dicho sea de paso, ingresó en el Salón de la Fama del Rock. El mundo comercial, bah, porque que antes de esa época de exposición mediática –que, en complemento con la rotación de Alive, jamás volvieron a repetir– ya se habían colgado algunas medallas gracias a un fatigoso trajín autogestionado por pubs y pequeños clubes yanquis, la edición independiente de varios EPs y dos discos (luego remasterizados y reeditados cuando las versiones originales ya se habían vuelto preciados incunables) y hasta la inclusión en la banda sonora de una película de Adam Sandler junto a AC/DC, Ozzy y Van Halen.

Evidentemente, el sello Atlantic Records no los había descubierto en un reality show y esa espalda les permitió continuar decorosamente su carrera en un mercado discográfico para el que un millón de copias no es nada si sucede a uno que vendió seis (tal como ocurrió con Payable on Death, en 2004). “Extraño mucho esas épocas en las que nos financiábamos vendiendo discos y remeras, y viajábamos en una camioneta de ciudad en ciudad sin saber si íbamos a llegar”, recuerda por teléfono Sonny Sandoval, cantante y espíritu inquebrantable de P.O.D. “Era una conexión completamente diferente, nos quedábamos en la ciudad y salíamos con la gente que nos iba a ver. Cuando firmás con una discográfica grande todo cambia a una escala diferente, te dicen adonde ir y qué hacer. ¡Cómo me gustaría tener 20 años toda la vida!”, evoca con nostalgia quien sobrevivió a la industria –editaron cuatro discos más tras el suceso de Satellite– sorteando obstáculos. O llevándoselos puestos: el guitarrista Marcos Curiel se alejó entre 2003 y 2006, poniendo en claro que al metal lo corroe el vil metal.

“De chicos tocábamos con equipos que casi ni funcionaban, pero de golpe apareció mucho dinero y nos olvidamos de todo eso. Las movidas del negocio y los conflictos nos alejaron como amigos y hermanos, pero por suerte lo pudimos advertir a tiempo y nos reencontramos”, revela Sonny, con una autocrítica poco habitual. El producto de ese reencuentro es la excusa que los trae por primera vez a la Argentina en el comienzo de una gira latinoamericana fechada el viernes 19 en el microestadio porteño Malvinas Argentinas (según su sitio oficial, “Argentinas Malvidas”): When Angels & Serpents Dance. En efecto, el último disco de P.O.D. ya lleva casi dos años en la calle y no dice nada que no sepamos de ellos: afinaciones graves, riffs cadenciosamente pesados, baladas con estribillos resonantes y referencias bíblicas. Pero la música, a diferencia de los chistes, puede volver a ser contada de la misma forma y sonar igualmente efectiva. Eso es el sucesor de Testify (2006), aquel testimonio de Sonny y su pandilla acerca de una fe cristiana que no maman desde la cuna, pero a la que tampoco adscribieron por mera purga espiritual o intención de rescatarse.

“Fue un paso que tomé a partir de la muerte de mi madre por leucemia –cuenta Sandoval–. Fue un golpe muy duro y encontré en el cristianismo las respuestas que buscaba. Tenía 17 años y estaba en otra cosa: tocaba mi música y vivía de joda con mis amigos con lo que tenía en el bolsillo. Pero la muerte de mi mamá me puso en otra perspectiva. No quería estar enojado, ni amargado, ni triste; pero tampoco pretendía que un cura o un pastor me dijeran qué hacer, así que decidí sentirlo yo mismo pidiéndole ayuda a Dios.” Sonny integra una hermandad religiosa llamada The Whosoevers, con la que van a dar charlas a colegios porque “los chicos pasan por tanta basura que necesitan gente que les hable de Dios desde un lugar honesto, ya que nosotros nunca negamos que nos hayamos metidos en sexo, drogas y rock”.

¿Oscuros catequistas al servicio de la evangelización medieval? Nada que ver: “Existe una enorme cantidad de percepciones diferentes sobre el cristianismo, y la idea no es saber qué se puede hacer y qué no sino saber quién es uno mismo”, deja en claro. Es que no sólo de pan y vino vive el hombre. Todo lo contrario. El nombre del padre ocupa un lugar estelar (mantiene un proyecto paralelo con el ex Korn Brian “Head” Welch y Lacey Mosley de Flyleaf “porque tenemos una visión muy parecida de nuestra religión”), pero también hay espacio para berretines seculares tales como la musicalización de películas taquilleras y hasta dilatados coqueteos con el reggae: “Me encantaría grabar un disco así, ¡llevo los dreads en el corazón!”, grita entusiasmado quien se cortó recientemente sus históricas rastas.

–Hiciste canciones para películas como Matrix Reloaded y Anastasia. ¿Para cuándo algún papel estelar?

–No creo que eso sea posible porque no creo que pueda entretener a nadie. Tenés que tener otra personalidad completamente diferente para dedicarte a una carrera actoral. Siempre sufro cuando tengo que hacer pruebas de cámara antes de algún show en TV, porque los directores siempre te piden que poses como si estuvieras en un show y no puedo ponerme a saltar como un mono de la nada.

–Sin embargo, le hiciste la canción a Rey Misterio de Wrestlemanía y te calzaría muy bien un personaje...

–Me encantó hacer esa canción, porque a él lo conocía, ya que éramos del mismo barrio y fuimos al mismo colegio, así que cuando nos lo pidió no dudamos un segundo. A causa de eso, la gente de la WWE nos tentó para hacer un Rock and Roll WWE, onda P.O.D. Vs. Korn, una cosa así. ¡Los hubiese destrozado a todos yo solo de haberse hecho!

–El recital en Buenos Aires es patrocinado por la organización “Metal sin drogas”. ¿Qué línea quieren bajar?

–Yo no consumo drogas, aunque cuando era chico solía fumar hierba, cosa muy normal en el ambiente de la música. Pero nada más, nunca probé con drogas duras. Encontré cosas mucho más importantes en mi vida, así que dejé atrás eso. Mucha gente increíblemente talentosa se jodió la vida. No por fumarse un porrito, hablo de drogas que los arruinaron. Me rompe el corazón, no le veo el sentido. Estás cumpliendo tu sueño de hacer música y ser reconocido por eso, y vas y te matás con droga. Entiendo que es una adicción, una enfermedad, pero yo me siento muy diferente. Para mí no hay nada más importante que mi familia, jamás la pondría en riesgo. Podés salir y divertirte, pero... ¿renunciar a tu vida por una droga que te controla?

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