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Jueves, 16 de septiembre de 2010

3 ALL ***** EXCLUSIVE! > SE REUNEN LOS JOVENES PORDIOSEROS POR TIEMPO “DETERMINADO”

“Ya no estábamos disfrutando”

Regresa temporalmente la banda emblema del rock chabón con una formación que no es estrictamente la original, pero se le parece bastante. Toti en voz y guitarra, Sikus en bajo, Nando (el original) en primera guitarra y Mariano (de Hijos del Oeste) en la batería. ¿Chori y Pedi, baterista original y último guitarrista? “Con Chori tenemos un juicio de por medio.” Con Pedi tampoco quedaron bien: “Entró con el catering armado y para tocar ante tres mil personas”.

 Por Mario Yannoulas

Es una de esas tardes lluviosas que no invitan a emprender absolutamente nada. La voluntad se tuerce ante las ráfagas de viento helado y el agua que moja una ciudad más cenicienta que de costumbre. Cristian Iglesias, Toti, mira de reojo por la ventana mientras hunde la nariz en el café doble que pidió para combatir el sueño. Es que el cantante de Lugano es un hombre de la noche, y se siente desterrado cuando se levanta temprano. Sobre todo porque generalmente levantarse a la mañana significa, para un animal nocturno, tener obligaciones por delante. “Me parece que me siento peor cuando me levanto temprano que después de una noche de gira”, desliza.

Es cierto que no se lo ve tan vivaz, aunque tenga una noticia para dar que lo llena de energías. Es un personaje especial. Su mirada transmite franqueza, y hasta parece sincero cuando quiere no serlo. Así habla de lo crudo que va a sonar Oro en polvo (“Un poeta”, se burla de sí mismo), el segundo disco de Hijos del Oeste, la banda que encabeza tras el quiebre de Jóvenes Pordioseros en 2008. De su intención de grabar la canción Desde el Oeste (Hermética, Almafuerte) con el mismísimo Ricardo Iorio en la voz, a quien recientemente saludó en su camarín: “Almafuerte es la única banda grande que voy a ver”, subraya. “Este disco se va a diferenciar mucho más de Jóvenes. Estuve escuchando mucho A77aque, Almafuerte, música de afuera. Si te digo, te vas a reír mucho de cómo lo pronuncio... Muse, por ejemplo. Kings of Leon. Sonidos, guitarras. Me subo al auto y escucho cuatro o cinco horas sin parar.” Pero también dice que el corte de difusión “va a ser medio putazo”. De su boca salen esas palabras. Es decir que le gusta hacer lo que quiere, pero también venderlo. “Yo apuesto al circo, como los Stones”, reafirma acerca de su propia performance.

Antes del café doble se probaba unas zapatillas verde loro en un local de ropa retro cool de Recoleta. Posaba para las fotos siempre predispuesto, porque conoce el negocio y no lo perturba. Pero esa tarde lluviosa Toti tiene encarpetada una noticia que mastica desde hace tiempo. Una de esas que, al develarse, despliegan decenas de preguntas tan obvias como ineludibles.

De la mano de LaJotaPé

Los Jóvenes Pordioseros vuelven a los escenarios. No es menor: se trata de una de las últimas bandas significativas de la explosión del rock barrial –o como se lo quiera llamar– durante la década saliente. De esas que grabaron un manojo de temas en el inconsciente colectivo gracias a cierta fisonomía pop, y cuyo líder era portador de algún carisma escénico. Pero, además, de un grupo cuya diáspora se produjo en condiciones turbias, entre especulaciones y rumores sin resolución final. A pesar del pomposo anuncio, muchas de esas cuestiones no están resueltas todavía.

Jóvenes Pordioseros era (es) una de esas bandas formadas por amigos de la adolescencia que llevaban inscripto el ethos de la cultura barrial. Se autoproclamaron “la banda de los barrios”. Lealtad, pertenencia, arraigo, eran algunos de los famosos códigos a respetar. El grupo colapsó cuando cada uno de esos valores fue puesto en duda entre sus integrantes. La idea del barrio como espacio de resistencia frente a la miserabilidad de la industria era de nuevo cuestionable, precisamente porque la lógica de la industria había invadido esos vínculos. Las relaciones trabadas en la calle terminaron en tribunales. Y eso, a pesar de que se muestre contento y quiera mirar para adelante, a Toti lo sigue escarmentando un poco. “No quiero meter púa”, bufa, pero no puede evitar hablar del tema.

Dicen que la separación de una banda es como la de una pareja. Que en ese hiato pueden convivir rencores, nostalgias, sensaciones de liberación y dependencia. Cuando el cantante repasa algún momento de esa historia turbia, su cara transmite todo eso junto. Pero ahora dice estar presto a divertirse con amigos, algo que ya no pasaba en aquellos últimos tiempos con LJP.

La que regresa no es la formación estrictamente original, tampoco la última y masivamente conocida. Esta vez arman con Toti en voz y guitarra, Sikus en bajo, Nando (el original) en primera guitarra y Mariano (de Hijos del Oeste) en la batería. ¿Qué pasa con Chori y con Pedi, baterista original y último guitarrista, respectivamente? “Lo de Chori es lo que más me duele, porque teníamos una amistad. No nos hablamos y tenemos un juicio de por medio.” Con Pedi tampoco quedaron bien, y Toti se ataja solo: “No quiero hablar mal porque no tiene la culpa, pero él nunca salió a pegar carteles, ni a volantear. Entró con el catering armado y para tocar ante 3 mil personas; eso te debe hacer un click en la cabeza. Pero no te podés olvidar de los carteles que pegaste de pendejo. Había demasiadas facilidades”.

El café doble ya se terminó. El líder dice que prefiere no hablar demasiado del pasado, pero también que quiere cerrar el tema como para barajar y dar de nuevo. “En su momento se nos fueron las cosas de las manos. Ya éramos un grupo de treinta personas de las que, en algunos casos, ni siquiera sabía el nombre”, se reprocha. El tiempo pasó y él se negó a renunciar al proyecto que encabezó desde que tenía ocho años. “No me olvido de cuando salía a pegar afiches por las estaciones de tren. Lo volvería a hacer. Es más: todavía hoy salgo con el auto y pinto ‘Hijos Del Oeste LJP’ en las paredes. Esto es algo que tenemos que disfrutar. No le deseo el mal a nadie, pero Jóvenes hoy somos los que estamos.”

–¿Qué te llevó a rearmar la banda?

–Nos fuimos encontrando. Nando toca todos los fines de semana con su banda, Paquete de Tres, y cuando podíamos nos juntábamos. Después me encontré con Sikus en la noche, y hablamos de hacer un par de demos juntos, me ayudó con Hijos, que la estoy llevando para un lado punk rock en algunas canciones. Necesitaba sacar ese nombre del freezer, porque para mí nunca fue separación sino cambio de personas. En algún momento tuvimos mucha gente oscura alrededor, números raros. Ya no estábamos disfrutando y había que lavar el nombre. Hijos me permite tocar todos los fines de semana, más que nada en los barrios, y eso me mantiene vivo. Esta reunión la hacemos para divertirnos, no es por plata, ni por necesidad, sino porque hay ciudades que nos vieron una vez en doce años, y si vamos con Hijos la gente va a querer que toquemos Descontrolado, Esto no se ve, Pegado, de Jóvenes, entonces pensé: “Si tengo buena relación con los chicos, ¿por qué no tocar cada dos meses?”. Cada uno tiene sus proyectos, pero va a ser divertido, nos van a acompañar los amigos que estuvieron con nosotros estos años, porque los asistentes son los mismos que estaban en Jóvenes, trato que mantengan su trabajo. Vamos a ser treinta tipos en un micro... No iba a tirar por la borda ese nombre.

–¿Qué cambió, además de ciertos nombres?

–Ahora nos encontramos con treinta años, ganas de pasarla bien, sin envidias, disfrutando del otro. Antes había una tirantez. Yo salía con los Ratones y con Charly, y después en el ensayo había caras tipo “¿Por qué no nos llamaste?”. Pero bueno, pasa en cada esquina, y el grupo era una gran esquina. Empezaron a haber celos. Ahora podemos disfrutar de otra manera, Nando no va a venir a decirme: “Che, ¿por qué tal solo lo hace el violero de Hijos?”.

–¿Eso no responde a cierto código de barrio, eso de “si está uno, estamos todos”?

–Está en la persona. Si Fender le da un canje a Sikus no me pongo celoso, me alegro por él. El verdadero código sería pensar que el otro está progresando, y que ojalá también le pase a uno. Pero si me dan un canje de zapatillas no puedo conseguir cuarenta pares. Ahora estamos más grandes, no tenemos tiempo de pelear por un par de zapatillas. Así y todo, el rocanrol hace que sigamos siendo pendejos. Yo veo a mis amigos del colegio y están hechos concha; mis amigas, las que estaban buenas, ahora son horribles. Estar en contacto con la juventud, la música, hace que tengamos onda.

Lo privado de lo público

“Contale porque, si no, me la paso hablando de lo feo, se queda atrás lo divertido, y no quiero”, lo pincha Toti a Nando. Lo que pide es que cuente que se enteró de la reunión de Jóvenes hace apenas doce horas. Que se estaba cortando las uñas y peleando con el gato cuando su amigo de la infancia le mandó un mensaje de texto: “Conectate urgente”. “Sabían todos los amigos, menos él”, se ríe el otro hijo pródigo de Lugano.

Como buen rocanrolero de barrio, Toti no diferencia su vida pública de la privada. El grabador con el que se registra la entrevista le dispara un comentario: “Hace poco me encontré uno muy parecido por la calle. Lo llevo todo el tiempo conmigo para registrar las cosas que se me ocurren. En eso no puedo evitar que Hijos se parezca a Jóvenes: no me puedo hacer el poeta o el anarquista si no lo soy. Sigo escribiendo las cosas que veo”.

Lo bueno de tener dos proyectos es que va a estar más tiempo ocupado. Explica que, aunque suene raro, le hace bien estar metido en el trabajo porque, si no, ocupa el tiempo con vicios que no le hacen del todo bien: “Me pierdo en la noche, necesito estar en movimiento. Si no, empiezo a volver a casa a las tres de la tarde, y se arma toda una conmoción. Ya tengo a mis amigos encima, que me invitan a hacer cosas para tenerme ocupado, así que encontré esa solución para esquivar la joda. A todos nos gusta la joda, pero uno no tiene freno”, sentencia con leve bajada de mentón y encogida de hombros, pero mirada fija.

El espigado cantante de las Topper rojas contabiliza una y otra vez la cantidad de temas de los que es autor entre las dos bandas, como sorprendido por su propia productividad. “Setenta y cuatro”, se entusiasma. Dentro de poco, doce más. Sin contar los covers. Pero este regreso, que va a contar con dos saxos y una trompeta, tiene un corte más bien federal. A partir de fines de noviembre se van a suceder shows en Jujuy, Santa Cruz y Tierra del Fuego, de los que todavía no hay muchas precisiones. “Los pibes de Capital y el conurbano me piden que toque más temas de Hijos. Es distinto del que vive en La Rioja, que con suerte pudo ver a Jóvenes una sola vez. Si vas a Mendoza con Hijos, va la gente del rock. Si vas con Jóvenes, es mucho más grande: van los tíos, las abuelas. Pasa de ser una banda súper falopera a una banda familiar. Una cosa rarísima.” La reunión no conlleva demasiados compromisos a largo plazo. Tal vez dentro de un tiempo salga algún disco en vivo con grabaciones de la época pasada, más algún tema grabado por la nueva formación.

Suma las canciones porque las fechas también van a incluir a los músicos de Hijos del Oeste como invitados. “La otra noche hicimos un show de boca en boca en Asbury. De invitados estuvieron (el legendario productor y guitarrista) Jimmy Ripp y Juanse, que tocó del primer tema al último. ¿Qué era? ¿Jóvenes Pordioseros, Hijos del Oeste o Juanse y Amigos? No se sabe. Es una banda de rocanrol tocando. Lo que importa es qué le estás ofreciendo a la gente.”

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Imagen: Cecilia Salas
 
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