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Jueves, 3 de febrero de 2011

CRECE EL LONGBOARD, SURF EN EL ASFALTO

La calle está dura

LA COSTUMBRE NACIO EN CALIFORNIA EN LOS AÑOS ’50 JUNTO AL SKATE Y AHORA EMERGE EN LA ARGENTINA COMO NUEVO DEPORTE. ¿MODA PASAJERA O NUEVA FORMA DE TRANSPORTE? UN CRONISTA DEL NO COMPRO SU TABLA.

 Por Juan Barberis

Olor a revancha. Eso. El palo con el skate naranja, mínimo, picante e inestable que te hizo borrar de cuajo la idea de volver a montarte sobre una tabla ya puede ser sólo un difuso trauma de la infancia. Ahora, el longboard emerge como revival del mejor invento para torpes y frustrados: tiene mayor superficie –mayor control y estabilidad–, más disciplinas disponibles –desde paseo hasta downhill y freestyle–, y la posibilidad de diseñarlo de acuerdo con tus necesidades. ¿Qué más?

Surgido en los años ‘50 junto al skate, el longboard fue la salida que encontraron los surfistas californianos para matar el aburrimiento en los días de mar sin olas. Tablas largas con ruedas anchas y la posibilidad de surfear el asfalto sin importar los caprichos del clima y la marea. Un deporte urbano que, recién cincuenta años después de su nacimiento, empieza a hacerse popular en la Argentina.

“Es increíble cómo en dos años se volvió tan masivo”, dice Andrés Rubiño, longboarder de 26 años, marplatense y cultor de la disciplina. “Acá vas por la costa y cada una cuadra vez por lo menos tres personas que están pateando con un long. Y sé que en muchas otras ciudades del mundo está pasando lo mismo. Cuando empezamos apenas éramos cuatro o cinco que le dábamos seguido, ahora hay muchísimos pibes, ¡y no tan pibes!”

Ir a comprar una tabla para alguien que no tiene idea del tema no resulta un trámite sencillo. Es casi como pararse frente a una góndola de toallas femeninas sin conocer los requerimientos anatómicos y mentales de tu novia. Innumerables diseños de ruedas, tracks, rulemanes, lijas y tablas hacen de un longboard una pieza única e irrepetible; un ensamble de mil posibilidades. “El longboard es diversidad”, ilustra Rubiño. “No hay un estándar de tabla ni de ruedas como el skate sino que existen muchas distintas, muchas disciplinas y estilos diferentes. La diversidad es la particularidad en todo esto.” El consejo: confiar en el vendedor o en el bagaje de algún allegado con buenas intenciones. El resto es prueba y error.

En plan de comparaciones, las cifras son bien ilustrativas: mientras el skate es un deporte que tiene como edad promedio de iniciación los 14 años, el longboard es a los 25. Una clara muestra de las bondades de este deporte que le da cabida a gente más oxidada y entrada en años; una disciplina que cuenta con innumerables posibilidades de competición y alto riesgo, pero que también permite optar por el paseo armonioso para los menos hábiles. De hecho, esa característica le ha permitido ser en los últimos años el método de bautismo a los deportes de tabla de muchos aficionados, y no ser sólo el pasatiempo de surfistas y skaters. Una verdadera victoria entre de dos pesos pesados. “Sí, eso es verdad”, se enorgullece Rubiño. “Hoy en día, el longboard ya tiene personalidad y estilo de vida propios.”

Sobre la pista, y para un principiante, el resultado es alentador. Las dimensiones de la tabla y la separación de las ruedas permiten un andar firme, y los tracks, doblar con facilidad. ¿El punto flojo? La maniobra de frenado puede sentirse al principio un tanto suicida si es que se logró tomar velocidad: hay que tirarse para adelante e impulsar la tabla para atrás, desactivando todo envión. Dos, tres raspones y se le agarra la mano seguro. ¿Algún consejo para novatos? “Usar protecciones, aprender a frenar y andar a conciencia. Este es un deporte de riesgo que no se practica en pistas cerradas ni en parques, se practica en la calle, con autos y otros vehículos circulando; o sea, nuestra seguridad no depende sólo de nosotros, por eso hay que estar muy concentrados y minimizar posibles daños. Imaginate que se puede ir a más de 80 km por hora.”

Hoy, la fiebre por el longboard parece tornarse algo cada vez más serio. Una pasada por los principales locales muestran el vaciamiento de stock y el colapso de una industria nacional que se las está arreglando para crecer a los apurones, con cada vez más competencias y potenciales longboarders en busca de algo de adrenalina. “Se trata de vivir otro goce”, profundiza Rubiño. “Quizás el skate sea más técnico y por lo tanto más difícil. Yo prefiero el long porque me da mucha más libertad y se adapta a mis necesidades: cuando quiero me traslado, cuando quiero puedo sesionar fuerte haciendo downhill o freeride y tirar trucos, o sólo puedo patear paseando por la costa. Es mucho más versátil y completo que el skate.”

Y para liquidarla, si es que todavía no te convenciste, hay más: “Es una alternativa de transporte económica, saludable, divertida y no contamina nuestro medio ambiente. Te da la posibilidad de poder escaparte aunque sea mentalmente, si estás en la ciudad, o conectarte con el entorno, si estás en la montaña. Es justamente eso: un medio para conectarte o desconectarte, dependiendo de tu estado y el lugar en donde estás”.

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