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Jueves, 21 de abril de 2011

MúSICA ENTRE GALLOS Y EN MEDIANOCHE

Canción animal

Parecía una de esas notas que no iban a tomar forma, pero Mis Cangrejos, Pelea de Gallos y Las Culebras se destacan entre bandas con nombre de animales porque muestran una identidad que se extiende a su música.

 Por Santiago Rial Ungaro

En la antigüedad se consideraba a un tótem o animal de poder como un espíritu protector que reflejaba el “yo” más profundo y que representaba las cualidades necesarias para vivir. Comprender la esencia de estas criaturas (un cangrejo, una culebra o un gallo) no sólo podía ser una ayuda para estar en armonía con la totalidad sino que también se consideraba un proceso de curación que debería ser abordado con humildad e intuición. Rescatando de algún modo este pensamiento mágico, grupos como Mis Cangrejos, Pelea de Gallos y Las Culebras se destacan porque ya desde sus nombres muestran una identidad que también se extiende a la música.

En el caso de Mis Cangrejos, un trío de power pop cuyos miembros ya venían tocando juntos desde finales de los ‘80 en Restos Fósiles, el animal elegido y la bizarra posesión de los mismos anuncian el carácter desconcertante de una banda a la vez melódica e inquieta: “Creo que la cuestión de poseer cangrejos genera cierta incomodidad; es raro tener de mascota a alguien que no te pide nada”, comenta Rafa Aladjem, un excelente bajista que hace 3 años unió fuerzas junto a Juan Pablo Gariglio (guitarra y canto) y a Gugu Sancricca (batería y percusión) para armar un proyecto con la sabia actitud de “no pedirle nada a la música”.

MIS CANGREJOS
Foto: Cecilia Salas

Mis Cangrejos son un sorprendente grupo de power pop dinámico y melódico, escurridizo a las definiciones y de algún modo hermético: “Las voces no se entienden bien, es cierto, pero la verdad es que nos gusta que se escuchen así: no nos gusta la producción FM del rock nacional. La verdad es que hacemos lo que se nos canta”, sintetiza Juan y, como un buen cangrejo, se esconde en las arenas de la discreción. La música de estos crustáceos tiene una cierta conexión con los últimos discos “cancioneros” de Pez (de hecho, Minimal ya les expresó su admiración y hasta fue a verlos en vivo). Sus buenas e intrincadas melodías y su ADN hardcore (la herencia de Black Flag se siente en las baterías nerviosas de Gugu) hacen de Mis Cangrejos un grupo que se anima a ser original, algo que implica una cierta soledad que potencia las afinidades electivas: “La verdad es que tenemos cierta afinidad con ciertas escenas y movidas autogestionadas que fueron parte de nuestra adolescencia y juventud, y que para mí aún siguen teniendo valor. Pero creo que lo más importante es ser parte de grupos humanos con los que tengamos una afinidad cósmica”.

Gente picante

“El pelado, nuestro baterista (ausente al momento de la nota), antes de tocar se tira a dormir porque trabaja manejando una ambulancia. Llega con nosotros, se duerme un par de horitas en el medio de todo el quilombo, se levanta a las 2 o 3 de la mañana y a los 15 minutos está a la par de todos nosotros, que estamos a pleno haciendo cualquiera. Toca media hora al palo y después se va a manejar la ambulancia. Es increíble la frialdad que tiene”, dice Casiasesino, su hermano y cantante de Las Culebras, un grupo también con sangre fría para picar con su sonido visceral y sus letras crípticas y minimalistas (“Te llevé flores y no estabas / me dijeron que te habías muerto / me acuerdo sólo de tus dientes / entonces te los dejo igual. No lo puedo controlar / porque no lo quiero controlar”). ¿Son Las Culebras un grupo de gente picante? “Si ser picante es ir al frente, bancártela y tener una actitud desafiante, sí, somos picantes”, asume Tinga, una de las guitarras del grupo.

De todos modos, hay algo lúdico e infantil en Las Culebras. De hecho, el origen del título (Una máquina de amor con un monstruo adentro) lo confirma: “Felipe, mi sobrinito, me mostró un autito que se llamaba La Máquina de Amor y que tenía un monstruo adentro. El mismo me lo explicó: ‘La máquina de amor con un monstruo adentro’”, explica fascinado Casiasesino, que trabaja en el taller de escenografía en el Teatro Argentino de La Plata.

PELEA DE GALLOS
Foto: Cecilia Salas

El toque “arty” que caracteriza a las bandas de La Plata se hace presente en los collages de la gráfica, a cargo de Casiasesino. “Sí, es medio así la ciudad, hay mucha influencia del Bellas Artes, pero también de gente que se conoce de toda la vida, como Javi Punga, los Faunos, los pibes de El Mató o NormA. Capaz que en Capital la gente no se conoce tanto, ¿no?” Formados en los ‘90 en bandas hardcore y punk como Demencia, Fire Squad, Elysëes o What’s up in your Mind?, Las Culebras (que completan la banda con Silasi en el bajo) crecieron compartiendo fechas en casas tomadas en las que tocaban con Fun People para 400 personas, y hacen de sus limitaciones una virtud: “La verdad es que tocar con la banda es el único momento en que la pasamos bien posta. El caos nos funciona, se generan cosas, quizá porque somos amigos”. Mugrientos, disonantes, picantes pero glamorosos, los miembros de Las Culebras aceptan que el grupo es “una de las bandas más crudas en las que estuvimos y sin embargo es la banda en la que más puertas se nos abrieron para tocar: ya anduvimos por Tandil, Bahía Blanca, Rosario, Rafaela, Villa María, Santa Fe. Y el disco lo editamos, tal vez, porque nosotros somos de comprar discos independientes”.

Gallos paranoicos

Claro que lo de los nombres con animales también puede desorientar un poco. Más allá de las melodías contagiosas y el brío ramonero de la banda, el nombre Pelea de Gallos remite al hip-hop o a algunas actitudes pendencieras que a veces también existen en el ambiente hormonalmente saturado del rock & roll animal. Pero no: estos Gallos son unos simpáticos rockeros que disfrutan de su camaradería y aprovechan de esa simpatía por los Ramones para hacer algo también disfrutable. Las diez canciones de Fauna nocturna, su primer disco, parecen estar destinadas a ser cantadas: la explotación laboral, los vicios, el abandono y los vaivenes sentimentales de un gallo que siente que tiene “una lata abollada de corazón”.

“El disco originalmente lo pensamos como un Grandes éxitos de Juan”, aclara Damián “Chino” Biscotti, experimentado y potente baterista que también toca en Cadena Perpetua. La invitación hace un par de años para que Juan Novoa fuera a México a armar una banda e ir a tocar en vivo allá derivó en la idea de hacer un disco solista de Juan. Se sumaron Fernando Alvarez en la guitarra y Santiago Ortega Bianchi en el bajo.

LAS CULEBRAS
Foto: Cecilia Salas

“Nosotros tocábamos juntos en una banda de covers, pero cuando aparecieron los temas de Juan nos olvidamos de todo. Son letras simples y a la vez complejas. Juan es súper ramonero y súper stone, y también disfruto de estar con él: es un peluche”, dice Fernando. El Chino cuenta que Juan le dio un DVD con cientos de canciones para que yo eligiera algunas, y que de esa selección salieron estos temas, a los que les sumaron un cover de Musica de trabalho de Legiao Urbana. Es interesante que Juan, a la hora de analizar su presente como respetado cantautor rockero, mencione a otro “rock & roll animal”, más volcado quizás a la música electrónica: “A principios de los ‘90, yo iba al colegio con Floxon, de Travesti. El tocaba en Los Inefables y ya componía unas canciones increíbles. Cuando era punk, era mi ídolo: se ponía aceite en las manos y tocaba así. Aprendí mucho con él, era como Luca Prodan, el que traía la música. Allá lo quiere todo el mundo”, dice hablando de su Mármol natal.

Con Floxon, Juan tocó en dos bandas que desde entonces se niegan a desaparecer: Glasgow y Los Expulsados. Luego, Juan siguió siempre tocando: Clase 76, Revolución y De Romanticistas Shaolin’s, entre otros proyectos. Estos Gallos (que confiesan que se mueren por tocar con Los Ratones Paranoicos y hasta nombran a Juanse en un tema), fieles a su nombre, están dispuestos a dar pelea, pero también a buscar amigos en la fauna del rock: “La verdad es que a mí lo que más me gustaría es tocar con Los Ratones Paranoicos. No tienen nada que envidiarle a ninguna banda de rock internacional. La otra vez un amigo en común le comentó que lo nombrábamos en un tema (Llamen al dealer). ¿Y sabés qué dijo?: ‘Obvio, ¿cómo no me van a nombrar?’”.

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