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Jueves, 30 de junio de 2011

ENCUENTRO CUMBRE: GUSTAVO ROWEK, EX V8 Y RATA BLANCA – ANTONIO ROMANO, EL TANO EX HERMETICA Y MALON

Tócala de nuevo, Sam

Cómo es eso de volver a hacer viejas canciones cuando el tiempo pasó y quedan décadas de fuego algo perimidas detrás de las camperas negras. Hay algo clave: la gente les pide “que se vuelvan a juntar” o les reclaman que hagan esas viejas canciones que todos quieren escuchar. Bueno... ahí los tienen. El homenaje a V8.

 Por Juan Ignacio Provéndola

Dicen que la nostalgia define a todo tanguero que se precie, como si los sentimientos fuesen patrimonio de ghettos o estereotipos. Lejos de sus leyendas de cuchilleros, amores desencantados y chambergos erectos (aunque, al mismo tiempo, tan caro a su espíritu arrabalero), la vieja guardia del metal argentino transita inéditas horas de recuerdos, que también son de melancolías. Sobre tiempos en los que este asunto comenzaba a escribir su historia o la convertía en el relato de multitudes, como bien motivaron V8, Rata Blanca y Hermética. Esa sería la mejor forma de resumirlo todo: a la primera le correspondió dejar por siempre el legado de tres discos en donde se relatan los comienzos de todo, mientras que las dos siguientes (cada cual en su juego) levantaron stándares de convocatorias, discos vendidos y fervores populares.

A la altura de esos caminos se encontraron Gustavo Rowek (baterista histórico de V8 y cofundador de Rata Blanca junto a Walter Giardino) y Antonio Romano, a secas “el Tano de Hermética y Malón”, simplemente porque basta con escuchar su guitarra para advertir que se trata de una y otra banda. Lejos del estruendo de aquellos pesos pesados del jevi doméstico, ambos seguíanen carrara tras “haber gozado repercusiones y pacedido indiferencias” (Rowek dixit). Gustavo, por caso, más de una década al frente de Nativo, proyecto al que apostó casi todo su empeño musical desde la primera separación de Rata Blanca, en 1998, grupo al que no quiso reintegrarse en la vuelta del 2000. Romano, en cambio, con Razones Concientes, formado tras la disolución del último Malón y que se mantenía en operaciones (aunque con varios cambios de músicos) desde 2003. Si bien ambos gozaban de inmejorables libertades artísticas para desarrollar sus obras hacia donde carajo lo desearan, también es cierto que se vivían repercusiones más modestas, en gran medida porque la escena local jamás demostró estar interesada en bendecir libremente con su popularidad a grandes cantidades de bandas.

No resulta fácil en el metal argentino ser la viuda de, y el único que no lo padece resulta ser Ricardo Iorio, quien en Almafuerte pudo seguir proyectándose más allá de V8 y Hermética. Gustavo y el Tano buscan sortear las desavenencias de “ser un ex” a través del camino del autotributo, un terreno poco transitado por estos lares pese a que (sin ir más lejos, el año pasado) desde Dave Mustaine –en Megadeth– hasta Axl Rose –con los Guns– llenaron estadios en nombre de proyectos que les pertenecían aunque ya sin contar con los adláteres de antaño.

El primero que asomó la nariz fue el Tano Romano. “Cada vez que hacíamos un cover con Razones Conscientes, veía cómo disfrutaba la gente. Ya sean los veteranos que fueron a shows de Hermética, como los pibes que jamás lo vieron en vivo. Todos se ponían locos y era una fiesta –dice–. En un principio, pensábamos grabar un disco tributo, al estilo de varias bandas de afuera como Dream Theater, y sucedió que también cumplían veinte años de Acido argentino, el álbum que le dio a Hermética el empujón para ser lo que terminó siendo.” En marzo del año pasado, Romano vivió una noche de gloria ante un Teatro de Flores repleto de gente que vivaba todos y cada uno de los himnos que él había compuesto y/o grabado no solo con Hermética, sino también con Malón y Visceral. El motivo: sus veinticinco años en la música, desde los tiempos seminales de Cerbero.

Tamaña respuesta inicial devino en un CD-DVD de la cita, shows por todo el país, el consabido aniversario de Acido Argentino (en abril pasado), y un repaso a los dos discos de estudio de Malón para el 8 y 29 de octubre próximos. En todo momento, junto al bajista Eddie Walker, al baterista Pablo Hentsch y al cantante Juan Soto (es decir, la última formación de Razones Concientes), más invitados ocasionales entre los que se encuentra Randy Romano, hijo del Tano. “Tiene 18 años y hace su movida con su propia banda, Sentencia. Toca la batería como invitado y también está como asistente. Es una posibilidad de que adquiera su propia experiencia para que no se golpee ni se equivoque tanto como lo hicimos nosotros en nuestros comienzos”, afirma el Romano senior.

La segunda vuelta en Capital de Tano, sólo fue el 9 de octubre del año pasado, siempre en el Teatro de Flores. Ahí, Gustavo Rowek sí pudo responder la invitación que no había podido devolver en la primera cita, haciendo Memoria de siglos junto a Mario Ian. “Me encontré con un recibimiento increíble y entendí que mi lugar estaba intacto. Con Nativo había abierto un poco el juego con la música por mis necesidades artísticas de tener que escuchar otras cosas para componer, producir, hacer un estudio de grabación y dar clínicas de baterías, motivos que la vez había influido en mi distanciamiento de Rata”, cuenta, profundizando también en sus actividades paralelas: “Doy clínicas de batería por todo el país, solo o con Araujo y Sergio Masciotra, y también me gusta la docencia. Y trabajo como productor artístico o drum doctor en un arco que va desde Don Vilanova, hasta Natas o Joaquín Levinton”.

Casi en simultáneo, el baterista recibió la propuesta de homenajear a V8 con una formación ad-hoc. “La idea era rendir un tributo con un músico original, que soy yo, y tres tipos representativos de la escena que se banquen el puesto que la historia ameritaba”. La alineación se completó con Walter Meza y el Topo Yáñez de Horcas, más el propio Tano Romano, con quién jamás había compartido escena a excepción de un puñadito de temas en un viejo homenaje en vivo a Black Sabbath organizado por el baterista Pato Strunz (también ex Hermética y Malón) en 2001. Solo se trató de juntarse a ensayar antes de ver cómo, el 13 de marzo pasado, el Teatro de Flores volvía a reventarse con una horda dispuesta a hacer una relectura del himno Brigadas metálicas, solo que 28 años después. A consecuencia de eso, la réplica por el interior del país, el DVD en vivo de ocasión y un compromiso en vista para el 23 de julio próximo en el Auditorio Oeste de Haedo.

Así como al Tano Romano la idea del autotributo lo había encontrado craneando cosas en este sentido, Gustavo Rowek también estaba meloneando con la intención de volver a las raíces del pasado: “En la última etapa de Nativo ya venía con ganas de hacer cosas que tuvieran que ver con esa época. Entre nosotros había diferentes direcciones, entonces decidimos hacer una pausa, con todo el amor y el respeto del mundo que nos tenemos entre nosotros. Lo del tributo a V8 aceleró los tiempos”.

Lo que precipitó aquello fue “Rowek”, el nombre de esta nueva versión artística que se estrenará en vivo el 15 de julio en el HardRock Festival del Teatro de Colegiales (la presentación oficial será el 24 de septiembre en The Roxy Live). Aunque la cuestión lleva su propio apellido, aclara que “no se trata de un proyecto solista, ni un grupo”. El combo se completa con Sergio Berdichevsky, “un hermano” que lo acompaña ininterrumpidamente desde Rata Blanca, Ezequiel Palleiro (el último bajista de Nativo) y dos talentos que tomó de las bandas que produjo: el cantante Nicolás Vicente y el guitarrista Guillermo Piazza. “La propuesta es hacer material de toda mi carrera, no solo de V8 sino también de Rata, pero no sólo me enfoco en lo que fue, sino en lo que será: voy a mostrar canciones nuevas, algunas de ellas marginadas de Nativo porque no iba con su evolución musical”, anticipa.

–En Nativo solías hacer temas de V8 pero ninguno de Rata. ¿Qué te inspira a recuperar ese pasado?

Gustavo Rowek: –Es una banda que fundé y armé con el corazón, junto a Walter Giardino, y que aún hoy sigo amando a pesar a todo. Soy autor de muchas canciones y fui importante en los 12 años que estuve. Rata empezó siendo un proyecto de dos, pero cuando se convirtió en un éxito pasó a ser el de uno solo, sin lugar a opiniones ni disensos. Eso me quemó la cabeza y me terminé yendo con mi música a otra parte. Walter me llamó cuando se volvieron a juntar, lo cual era lógico porque ambos habíamos sido sus fundadores. En ese entonces, yo estaba con el segundo disco de Nativo, llevando mucha gente, y no me hubiese perdonado jamás dejarlo a medio camino, porque sabía que Rata me iba a chupar por completo. Pero pasó el tiempo y veo que surge otra historia de la banda, en la que parece que yo estuve de casualidad. Yo tuve una historia muy grande con la Rata,e hice un montón de temas que me encantarían volver a hacerlos. Hablo de El libro oculto, Entre el cielo y el infierno e, incluso, de Rata VII, discos que parece que jamás existieron. Entonces, ya que cuentan una historia que no es, yo quiero contar la mía.

–¿Usar sus nombres propios en estos proyectos es una garantía?

Tano Romano: –Si salís con una banda, es diferente, porque se supone que uno tiene que mostrar algo nuevo, o dedicarse a lo que hizo específicamente con ese grupo. Si yo me presento con mi propio nombre, en cambio, siento que las canciones tienen más cabida, que las puedo tocar sin ningún problema porque, en definitiva, son mías. Con Razones o con Nativo nunca hubiésemos podido llenar un teatro como lo hacemos con estos nuevos proyectos, aunque también es cierto que esto lo bancamos nosotros mismos, No es que viene un productor y nos compra los shows. Vamos a riesgo, aunque sabemos que la gente viene y explota.

–¿Les gustaría volver a hacer esas canciones con las bandas que las grabaron?

Rowek: –En 1996, cuando hicimos la vuelta de V8 (N: sin Iorio), acepté la propuesta porque era buenísima. Yo estaba girando con Rata Blanca por todo el país y no tenía necesidad de hacerlo, pero me gustó mucho la idea y le di para adelante. Con Rata no sé, tendrían que darse muchos factores, pero nunca digo nunca.

Romano: –Yo valoro mucho a la gente, y a eso me ayudó mucho un viaje que hicimos a México con Malón. Veníamos de tocar en Cemento para dos mil personas que cantaban todas nuestras canciones, y de repente nos encontramos con un público que nos era totalmente indiferente. Ahí me di cuenta que había perdido el valor del aguante de la gente. Pibes que te dicen que empezaron a tocar la guitarra porque te escucharon a vos, que les cambiaste la vida, o mismo cuando los ves con una remera de tu banda. Estaría dispuesto a dejar de lado algunas cosas que no me gustan de mis ex compañeros yme la bancaría para darle a estos pibes la felicidad que se merecen, porque gracias a ellos nosotros también fuimos muy felices pudiendo hacer a gran escala lo que amamos.

–¿Por qué creen que la gente se vuelve loca con esas canciones tan viejas –incluso, sin haberlas escuchado en vivo– pero ignora cosas actuales o nuevas propuestas?

Rowek: –Estas bandas fueron pioneras en lo suyo. Además, lo que tuvieron de particular fue su contexto sociocultural. Salieron en un momento muy fuerte de la historia y no se trataba solo de una afinidad musical. Una dictadura que se caía a pedazos, los desaparecidos, una gran necesidad de gritar fuerte. Se dio una comunión muy fuerte con la banda, una especie de gesta épica que luego pasó de padres a hijos, de tíos a sobrinos, de hermanos mayores a menores. Hoy, eso es muy difícil que suceda porque la música es un negocio. ¿Cuánto tardaron desde el primer grito de rebeldía del rock en ver el negocio? ¡Días! Antes, uno tenía una necesidad muy grande de buscar, pero hoy viene una compañía y te impone a sus artistas a través de toda su maquinaria. Tenés diez mil temas en el Ares que no sabés de quiénes son, rompen con el concepto de banda, de discos, de mística. Siempre hay algo por lo que luchar, pero, desgraciadamente, hoy un pibe necesita mucha movilización de lo externo para activar. ¡Les quieren hacer creer a los pibes que lo más movilizador es pasar de una Play 3 a una Wii!

–¿No temen ser cuestionados por vivir del pasado?

Tano: –Si salgo a hacer algo, es porque lo pensé y me decidí. Nunca esperé una propuesta para hacerlo. Seguramente, si al primer show iban 200 personas, lo hubiese dejado ahí, aunque no dudo que esas 200 hubiesen estado felices de escuchar esas canciones. Me di cuenta que se generaron un montón de cosas en mucha gente y decidí seguir con la idea en distintos shows y en distintos lugares. Tampoco entendería un reproche por esto: nosotros siempre hicimos cosas nuevas y siempre le dimos para adelante. Aunque yo pude hacerlo en algún momento y estuvo buenísimo, no hacemos estas cosas para vivir de la música. Lo hacemos porque nos generan sensaciones que no se dan con ninguna otra cosa de la vida. ¿Sabés lo que tuvimos que dejar para seguir con esto? No es fácil, loco. Estar arriba de un escenario, todos de acuerdo, ensayar, estar a punto para tocar, dar lo mejor, eso tiene que ser recontravalorado, porque no es fácil.

Rowek: –Hay una buena puesta en escena, excelentes músicos, lo que hago es honesto y la propuesta es digna. Acepté hacer esto porque fue eso lo que pasó, y cuando digo que sí, se acaban los cuestionamientos de mí parte. Viniendo de V8 y Rata, yo hice Nativo, que nada tuvo que ver con ninguna de esas dos bandas. Es muy valioso para mí reivindicar lo que fui, porque nadie lo hará por mí. Con Nativo hacía Destrucción, porque la gente lo pedía, y en un momento quise dejar de hacerlo porque me hinchaba las pelotas. Después noté que, en un momento, las canciones dejan de ser patrimonio de uno y no hay por qué matarlas si fue uno mismo quién provocó, haciéndolas y grabándolas, que la gente las pida. Yo estoy muy orgulloso y contento de haber pertenecido a esas dos bandas siendo protagonista. Pero mi vida no termina en lo que fue, sino, también, en lo que será. Por eso quiero aprovechar este envión para mostrar cosas nuevas. Además, esto nos permite tocar, viajar, cagarnos de risa. No jodamos, ser músico es una bendición.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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