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Jueves, 1 de septiembre de 2011

“TOCAR EN CAPITAL ES UN GARRóN”

Huestes del Baco

La banda desmenuza las penurias de tocar en la ciudad de Buenos Aires para presentar Mientras viva una ilusión, su primer disco.

 Por Brian Majlin

Si se pensara genéricamente en una banda joven que busca hacer rock, que nació previo a Cromañón, pero sufrió el golpe de crecer al costado marginal del under porteño en la era post y en la que sus integrantes hablan de “ideología” y “autogestión”, se pensaría inevitablemente en una banda combativa. Quizá de punk rock –o de rock barrial– y anclados en la crítica como emblema. En la denuncia como oración.

Si se pensara eso de Huestes del Baco, sería en forma errónea. No porque no tengan su postura, como dirá Jerónimo Argamasilla, el guitarrista, o porque no sepan qué buscan con “que el mensaje llegue”, según Jorge Beguerí, el cantante, sino por la forma de decirlo. Una versión endulzada de rock contracultural, con letras que invitan al optimismo y a la esperanza. Una banda que quiere hacer rock, pero no le sale, “sale ska, reggae, mezcla, jamás rock puro”, ríen y que desde hace unos meses está presentando Mientras viva una ilusión, su primer disco.

–¿Cuánto cuesta ser una banda en crecimiento después de Cromañón?

Jerónimo: –Tocar en Capital es un garrón. Es injusta la movida. Tenés que conseguir la fecha, pagar por el alquiler, sonidista, iluminador, el de la puerta, Sadaic y, además, un porcentaje de entradas.

Jorge: –Y tenés que anticiparte un año para conseguir una fecha.

–¿Se profesionalizó el espacio o se achicó la oferta?

Carlos Balaguer (batería): –Después de Cromañón surgieron los llamados productores. Hay mucha gente que se agarró de esa figura para sacar beneficio y no te tiran ni una mano. Es gente que ya la pasó, que tiene bandas más grandes y saben lo que cuesta hacerse lugar.

Jerónimo: –Es más: varios de ellos te pisan la cabeza.

Jorge: –Si ponés la plata, ya sabés que podés tocar con cualquiera y en cualquier lugar. Se puso todo bien comercial.

Cecilia Garbellotto (bajista): –Claro. Antes, llegar a Obras era para pocos, toda una hazaña. Ahora pagás y llegás. Es más ficticio, se perdió la mística, la magia de llegar.

–-Entonces no quieren ir a Obras...

Jorge: –(Risas) Queremos... pero si viene la gente porque le gusta.

La botella de cerveza transpira en la mesa y estos “seguidores del vino”, el asado y cultores de la amistad –algunos se conocen desde la primera infancia– repasan vaivenes a la hora de cosechar los primeros frutos. Lo costoso de las primeras fechas, el gozo del primer seguidor que viajaba desde Escobar sin que tuvieran siquiera un demo y, acaso como exorcismo, de las pálidas. Reina, sin embargo, un espíritu alegre. Una tibia satisfacción. “Presentamos el disco en abril en The Roxy ante 400 personas, fue increíble”, dicen a coro. En el futuro próximo está la grabación, a fin de mes, del primer videoclip de la banda, con el tema Por algo será y la preparación de cara al segundo disco, que tienen en mente para 2012. La banda se completa con Nicolás Cristilli en percusión, que está ausente por trabajo. Cada uno labura para subsistir. Cecilia es musicoterapeuta en una institución para chicos con necesidades especiales. Allí, cuentan, tuvieron “la mejor fecha de la banda, celebrando el Fin de Año”. Uno vende insumos de computación. Otro es bancario y un tercero es empleado público.

–¿Cuánto importa la plata en una banda como la suya?

Jorge: –Si entra, mejor: queremos vivir de esto, equiparnos, crecer, pero sobre todo tocar.

La tarde se descomprime en la noche, que al fin llega. Huestes del Baco vuelve a ser una banda. De música y de amigos. Una banda que escribe en una de sus canciones que “donde mueren las promesas, nace la desesperación”. Y que promete, pero que no quiere defraudar, ni defraudarse.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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