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Jueves, 21 de junio de 2012

DREAD MAR I PRESENTA TRANSPARENTE

“Si la gente termina encasillándome, así será”

Después del superéxito de Tú sin mí y al borde de quedar como one-hit–wonder, Mariano Castro repasa los días en que su canción se escuchaba como en cadena nacional. Y redobla la apuesta.

 Por Juan Ignacio Provendola

“Te juro que te odié. ¡Cada día de ese puto verano en el que escuchaba tu canción por todos lados! En un momento, cuando oía ese organito de la intro, sólo deseaba que te volvieras afónico, aunque sea por un ratito.” Mariano Castro sonríe, acepta el chiste y devuelve una carcajada de cortesía a otro de los tantos enemigos anónimos que se ganó durante la temporada 2011, cuando Tú sin mí hizo roncha en radios, canales de música bares, pubs, boliches, cenas-shows, karaokes y guitarreadas de ocasión.

“La canción, cuando se vuelve popular, pasa a ser de la gente que la elige y que la escucha, y también de los lugares en donde suena. Y eso pasó con Tú sin mí. Es rarísimo, lo sé, pero pasó, y lo vivo con mucha felicidad. Disfruto mucho y estoy feliz de que esto me haya pasado a mí, de saber que se hicieron muchas versiones y que la canción penetró en la gente”, explica, tratando de descifrar cómo fue que un reggae triste en tonos menores (que tiene más que ver con Marco Antonio Solís que con Peter Tosh, por citar a dos de sus confesos deudores) se convirtió en el tema más caliente de aquel verano.

Aunque hoy en día la independencia sea, ante todo, una expresión de deseo hecha estrategia de marketing, Dread Mar I transita ese camino con la seguridad de que no fue otro más que él mismo quien determinó tal rumbo. Desde aquel día en el que decidió involucrarse full time en su rol artístico al precio de comer arroz durante meses para, por fin, darse cuenta de que “estaba hecho para esto, que la música es una misión y que no vengo a competir con nadie”, hasta el momento en el que finalmente pudo editar su primer disco solista (Jah Guía) gracias a un arreglo con Gravedad Zero, un extinto un programa de ESPN que a cambio de un tema suyo como cortina le costeó la edición de un material que había estado cajoneado durante dos años.

Su habilidad para hacer oro de la inspiración fue prontamente olfateada por los encantadores de serpientes de la industria musical, quienes llamaron a su puerta una y otra vez con contratos leoninos, procurando compartir un botín que luego fue mayor: en Amor-Es experimentó sus primeros goces populares con el formato de boleros en clave reggae lovers (Mi amor, Sálvame), y el mérito fue todo suyo por haberlo editado a su propia cuenta, denegando las propuestas de las disqueras Sony y Warner.

Hoy, dice, sigue pagando por su libertad, y eso se pone de manifiesto hasta en los detalles más insólitos: Transparente, su reciente disco, viene con una caja plástica que ya no podrá incluirse en la segunda tirada del álbum. “Se llama Super Jewel Box King Size y, como se fabrica en Inglaterra, ya no entra al país. Para la tirada original lo conseguimos, nos sacamos el gusto y lo hicimos. Los primeros que lo compraron pudieron disfrutarlo, pero ya está, fuiste. No podemos meter más cajitas de ésas, así que para la segunda edición tendremos que volver a la caja tradicional del CD”, dice.

–¿Cómo convivís con el suceso de tu música? ¿Llegaste al punto de detestar que te vuelvan loco pidiéndote fotos mientras elegís latas de durazno en el supermercado?

–Me encanta ir por la calle todo el día y no voy a dejar de ir a tal o cual lugar porque me empiecen a pedir fotos o autógrafos. ¡Aunque a veces se ponga jodido, eh! En shoppings, por ejemplo. Porque no es una foto, o tres, sino treinta. Te sacaste una, te vio otro, y así comienza la bola. Trato de zafar de esa situación, resolviendo rápido lo que fui a hacer. Pero tampoco quiero que las cosas me las hagan otros, como pasa a veces en estos casos, porque tengo miedo a convertirme en un inútil y no da.

–¿Existen lo que en el boxeo llaman “los amigos del campeón”?

–Yo sé quiénes son mis amigos de toda la vida y quiénes vienen a sobarte el lomo y se acercan porque tenés tal o cual cosa, o porque pueden sacar alguna tajada de la relación con vos. Eso se reconoce y no les doy ni bola. “Hola, chau, cuidate.” De mí no vas a obtener más que eso. Yo crecí en la calle, saliendo a ella todos los días, así a que los buitres ya los identifico, porque sus intenciones son las mismas de siempre. Tengo muy claro quiénes componen mi círculo íntimo o afectivo, así que los demás deben irse así como vienen.

–¿Tuviste miedo de que todo se te vaya de las manos y quedes como un one-hit-wonder?

–La verdad es que nunca me puse a pensar mucho en esa situación. Si la vida me lleva a terminar así, así será; pero yo seguiré tratando de hacer discos y de tocar en donde sea, porque es lo que me gusta y no podría vivir sin eso. Sé lo que quiero y hacia dónde pretendo ir, pero si la gente termina encasillándome en algún lado, así será, qué sé yo. Nací para esto y no lo medito demasiado. Es como pensar en hacer otro hit como Tú sin mí, sería muy estúpido de mi parte razonar de esa manera. El barco dirá hacia dónde quiere ir y no habrá problemas, estoy dispuesto a afrontar lo que sea. No espero romperte la cabeza otra vez todo el verano, ni tengo la menor idea de si eso volverá a pasar. Nosotros tiramos las fichas al aire y caen donde caen. Si lo hacen justo en el número ganador, buenísimo, y si no, seguiremos apostando, porque esto es lo que sabemos hacer.

–¿En dónde creés que radica tu destreza para estimular la sensibilidad de la gente a través de tus canciones?

–Las canciones que grabo son las que me gustaría escuchar a mí, y también las que sé que voy a poder defender a la hora de cantarlas. Me gustan como obra, es decir, como empiezan, como terminan, de lo que hablan, como la canto y lo que sea. Cuando logro eso, digo: listo, estoy conforme y no me estoy mintiendo a mí mismo, así que la grabo. Después resulta que sensibilizan un poco a la gente y les hace pensar o les moviliza algo, cosas que, en algún punto, también me ocurren a mí. ¡Así es como terminan donde terminan! La gente las asume con mucho amor, como también hay quienes no gustan de ella, no son tan sensibles o les molesta que yo sea así. Cuando tengo una canción, les pregunto a los músicos de la banda si les gusta. ¿Sí? Ok, entonces vamos para adelante. ¡Las hacemos porque nos gustan, y se acabó!

–¿Reconocés una fórmula propia de sonido y de composición?

–Sí, eso lo admito. Creo que lo logro por no mirar a nada ni a nadie a la hora de componer, más allá de que tenga referencias y posea mucha información de música en mi cabeza. Voy hacia donde me gusta, y eso tal vez sea lo que me permite ser un poco auténtico y personal. De escuchar mis canciones y saber que son mías.

–¿Cuán militante sos del rastafarismo?

–No sé si lo predico tanto. En todo caso, simplemente, trato de vivirlo yo mismo, personalmente. Yo soy un poco más de la vieja escuela rastafari, de las 12 Tribus de Israel, de vivir tranquilo, como un cristiano. Porque, en esencia, es lo mismo, aunque el rastafarismo sea un poco más puro, en el sentido de que no hay iglesias de por medio, diezmos ni castigos de Dios. Yo no necesito ir a la iglesia para escuchar cómo un cura me dice que me voy a quemar en el infierno si hago tal o cual cosa. No creo en eso. Yo sé muy bien las cosas que están mal y las que están bien, y sé que camino quiero tomar, que es también el que transito. Rastafari es una forma más libre, siguiendo la palabra de Jesús. La Biblia es un gran libro, al cual recurro usualmente para leer algunas cosas, y que también ha servido como una interesante influencia artística.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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