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Jueves, 12 de julio de 2012

CONVERSACIONES CON OLFA MEOCORDE

“A veces robo de diálogos ajenos”

Este cuarteto tiene un nombre raro. Fue creado por el guitarrista Hernán Cassiodoro: “Un tipo que juega todo
el tiempo con las palabras, hasta el punto de crear las suyas propias”, define su colega Demian.

 Por Julio Nusdeo

Tres horas en La Fábrica de Cosas, el alborotado departamento/productora donde Olfa Meocorde confeccionó la mayor parte de su nuevo álbum, resulta una estadía bien estimulante y removedora de ideas. La conversación pasa de sus nuevos valsecitos en guitarras acústicas a la obra de Alfredo Zitarrosa, la de Enrique Symns y otras influencias, hasta llegar a la fórmula que años atrás sostuvo Demian Visgarra, uno de los guitarristas, acerca del estilo musical de la banda: “El Confusion is Sex, de Sonic Youth + The Piper at the Gates of Dawn, de Pink Floyd + Dios (N. de la R.: banda local de post-punk que a fines de los ‘90 incendiaba mentes con su minimalismo iluminado desde el sur del conurbano), agregale un vómito de sifilítico, y es = a Olfa Meocorde”. Y lo cierto es que no hay otra banda parecida a este cuarteto, que lleva once años de una trayectoria psicoactiva que parece volverlos cada vez más reflexivos. “Si hago una especie de balance de esta vida, y voy a decir algo que me molesta cuando otros lo dicen, porque está mal aplicado y quiero que se sepa: hoy por hoy, igual a hoy al cuadrado, igual a hoy, todo eso que viví me sirvió para traer un montón de experiencia hasta acá”, resume el bajista Federico Lavia.

El término Olfa Meocorde nació a fines del siglo pasado en la cabeza del guitarrista Hernán Cassiodoro, gen de la banda: “Un tipo que juega todo el tiempo con las palabras, hasta el punto de crear las suyas propias”, define Demian. “Hay un tema que no grabamos que se llama Bonema. Nadie sabe qué significa, y la letra es el absurdo.” A comienzos de 2000, Federico conoció a Hernán por el primo de un compañero de la escuela. Enseguida pegaron onda y Federico pensó en otro de sus amigos para que se sumara a la batería. “Cuando Fede me dijo el nombre, me pareció el mejor que jamás había escuchado”, recuerda Demian, que tocaba la guitarra, pero aceptó sentarse a la batería hasta que, después de algunos ensayos insanos, quiso volver a las seis cuerdas de inmediato: “Pasó que en un corto período de tiempo empecé a tocar con ellos, que podían terminar pisando la guitarra, y al toque vino Sonic Youth a Buenos Aires. Después de ver eso agarré la guitarra de otra manera”.

En coincidencia con la celebración de sus diez años, Olfa Meocorde editó material nuevo. A simple vista parecería que tanto este álbum como su debut de 2008 llevan el mismo nombre. Sin embargo, Demian repasa: “Uno es Olfa Meocorde y el otro, este último, es Olfa Meocorde Olfa Meocorde”. Suena gracioso y no hace más que reafirmar el espíritu dadaísta de la banda: no hay explicación de por qué o, en todo caso, la explicación no es sólo una. La idea de grabar OMOM apareció como una necesidad en 2009 con la decisión de su baterista, Ramiro Oller, de abandonar el proyecto. Ante el inminente tedio de enseñar las canciones a un nuevo integrante, los chicos resolvieron entrar al estudio y que Oller grabara sus partes antes de salirse. “Hicimos las bases en una sola sesión de ocho horas en el estudio Pronoise”, cuenta Demian. “Después completamos con guitarras, voces y teclados que grabamos acá, donde también hicimos la mezcla.” El trabajo en La Fábrica de Cosas llevó un año y resultó un álbum de trece canciones tan excitadas como irrespetuosas de estilos.

El hipnótico arte de tapa de OMOM, del ilustrador Federico Pazos, es una recursión infinita (efecto Droste) de un ciclista con el cerebro al descubierto, cuyos ojos son las ruedas de la bicicleta de imagen siguiente. “Entre los dibujos que hace Hernán había uno de un tipo montado a una bicicleta, sin la tapa de los sesos. Cuando lo vi, empecé a romper las bolas para usarlo en la tapa”, cuenta Federico y Demian sigue: “Le pasamos la idea a Federico (Pazos) y lo devolvió así, dijo que la cara estaba inspirada en la de Charles Bukowski”. El falso Chinaski y sus caras verdes observan ahí cuando OMOM abre consecuente con el tema Bicicleta, una juguetona y serpenteante línea de guitarras y bajo, que bien podría ser cantada por el científico Albert Hofmann en pleno paseo lisérgico, previo a perder mitad de cráneo.

“Hacemos lo que nos sale”, responde Federico del sonido grupal, algo que para Olfa Meocorde no tiene que ver tanto con un género musical sino con todo lo que uno absorbe por el camino; desde la recomendación de escuchar los paisajes disonantes de los ingleses Swell Maps, las personas con las que uno se junta, o ese espíritu arrabalero en el aire de la ciudad. El tema Gareca es un ejemplo en eso. “Tenemos un amigo, el Flaco Matute, que incluso antes de que exista Olfa tenía la costumbre de gritar ‘¡careta!’ a quien fuere, con el agregado que su voz nasal lo hacía sonar ‘gareeettccaaa’”, imita Federico, que escribió la primera parte de la letra basado en un episodio algo extraño. “Sucedió cuando laburaba de mozo en un restaurante. Un compañero que había entrado hacía poco me dice: ‘¿Y tu viejo sabe que sos bisexual, drogadicto y que sos un limado?’. Entonces le digo: ‘Eh... ¿por qué me decís eso?’. Y el chabón: ‘Y... evidentemente, careta no sos, cortate el pelo aunque sea’. Esa noche, yendo a lo de Ramiro (Oller), me acordaba y empecé a cantarlo. A veces robo de diálogos ajenos”, reflexiona.

Entre guitarras filosas y momentos neblinosos, Olfa Meocorde –ahora completa con el baterista José “Cochi” Conde– juega con el humor, especialmente con el sarcasmo. Muchas de sus canciones nacen por pura diversión, como el tema Un pelotudo, una burla en tono de swing a los que celebran canciones en castellano, “que es mucho mejor”. “Es bien claro que nuestra música no es buena onda, aunque también tenemos canciones re iluminadas que surgen de un estado de plenitud energética”, dice Demian, a lo que Federico suma: “Por ejemplo, con (el instrumental) Sheila alcancé esa sensación. Priorizamos mucho esta cuestión del placer”. La palabra parece englobar el espíritu de Olfa Meocorde y Demian sabe cómo identificarlo en el aire: “Estás tocando, levantás la cabeza, mirás al otro y te empezás a cagar de risa”.

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