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Jueves, 6 de septiembre de 2012

EXPERIENCIAS FOTOGRáFICAS DE LA ERA DIGITAL (Y EN PAPEL)

Fotosíntesis

Proyectos de retratos de gente durmiendo, fotos de caras de vinilos, rostros de señoritas que viajan en colectivos, fotologs en papel, libros y más libros. La imagen urbana pone la cara.

 Por Juan Barberis y Facundo Enrique Soler

TAMBIEN DORMIMOS

“Está buenísimo dormir”

Cuando Miguel Barrenechea se empezó a zarpar con bostezar y bostezar en medio de un concierto de rock, varios se le acercaron a darle una mano. Bueno, una bolsa. “Tres personas me ofrecieron merca para que no me durmiera”, cuenta, algo molesto, el guitarrista del grupo Placard y agitador cultural. Miguel no tomó ni un poquito. En cambio, se subió a un bondi con destino a su cama y, en el trayecto, se comió la cabeza. “Ahí empecé a tomarle cariño al sueño. ¡Si está buenísimo dormir!”, asegura. Semanas después, Barrenechea perdió por KO frente a un pico de estrés y quedó postrado con 40 grados de fiebre, mirando el techo. Entre lecturas de los Diarios de bicicleta de David Byrne y grandes dosis de ibuprofeno, tuvo una revelación. Un poco inspirado por Algunas de mis camas, un álbum de fotos de Rosario Bléfari en Facebook, otro por la portada del disco 39 grados, de Lisandro Aristimuño, y el resto por el bed-in de John & Yoko en Amsterdam y Montreal, empezó a darle forma a También dormimos, un emprendimiento que busca derramar justicia sobre ese momento en el cual nos apagamos por un rato, para recargar y volver, como si fuéramos un celular.

El formato de su plan, dice, no encaja en los cánones. “Quiero ayudar a que la gente conciba el sueño”, repite. Así fue convocando a músicos amigos, colegas, a que retrataran su ambiente de descanso, a que abrieran sus camas al mundo a través de una fotografía inspiradora. Porque, aunque muchos ostenten lo contrario, en el rock también se duerme. “Esto es rock, porque justamente va en contra del estereotipo del rockero pelotudo que no duerme. El rockero es un ser un humano”, lanza Barrenechea. “Yo lo que quería hacer con esto era mostrar el costado humano de estos músicos, que están todo el tiempo haciendo cosas: qué hacen antes de irse a dormir, cuál es su mundo, qué los inspira, cómo es que duermen.”

Finalmente, cuarenta y cinco artistas se animaron a exhibirse en la intimidad: desde la misma Bléfari, pasando por Manza Esaín, Pablo Krantz, Eugenia Brusa y Adrián Rivoira (Les Mentettes), hasta Nikita Nipone, Javi Punga y La Ola Que Quería Ser Chau. Pero la consigna fue más allá: cada uno de ellos debía trabajar y grabar una canción para esa situación de relajamiento y desconexión que supone el arribo a la almohada. “Eso fue muy grato porque saqué a algunos músicos de su lugar común. Muchos se pusieron a hacer música instrumental”, resalta Barrenechea. “Yo creo que si todos tocaran estas canciones en vivo, la gente se concentraría un montón y más de uno se dormiría.” Desde el 2 de septiembre, cada dos noches aparece en el perfil en Facebook del proyecto y en el de tambiendormimos.bandcamp.com un combo nuevo de fotografía y canción.

Todo este material reunido bajo un mismo concepto, entre fotos y canciones, forma parte de una muestra itinerante que ya debutó con música en vivo. A su vez, los temas que compusieron los artistas se repartirán en un disco triple, de descarga gratuita, con una primera parte destinada a la siesta, otra al sueño profundo y otra al despertar. Todo un kit a mano para ansiosos e insomnes: “Está muy bueno dormir hoy en día. Ya no tenemos mucho tiempo para eso, así que hay que brindarse un espacio mental para poder dormir mejor”, invita Miguel, que sabe de qué habla. “El año pasado, sin plata ni trabajo, no podía pegar un ojo. Y eso es lo peor, boludo, ¡lo peor!”

* La muestra También dormimos puede visitarse en El Sendero del Espíritu Libre (Santa Fe 2729).


LAS TAPAS AMATEURS

“Quiero reírme de mi obsesión”

Primero fue un chiste cercano entre algunos contactos de Facebook. El periodista y fotógrafo Ariel Valeri estrenaba la cámara de su nuevo celular con la captura de una Van algo parecida a la que reposa estacionada en la portada de En el camino, el último disco de los Black Keys. Una vez sobre el monitor de su PC, le sumó el título con el Paint, la compartió en su muro y disparó el juego: a los pocos días, decenas de contactos enviaban sus propias reconstrucciones que homenajeaban a clásicos de todos los tiempos. Y en menos de una semana, Las Tapas Amateurs ya era una marca con su propia fan page y casi mil seguidores que se encargaban de alimentar el archivo.

“El sentido más personal de todo esto es reírme un poco de mi obsesión, que son los discos”, explica Valeri. “No creo en el coleccionista quirúrgico, ni en un especialista solemne, me aburren soberanamente y hasta me producen rechazo por su alta cantidad de arrogancia incorporada. Lamentablemente en el mundo del periodismo del rock, del cual vengo, está plagado de estos personajes que me dan más tristeza que simpatía. Mi anhelo es que nos riamos muchos, y no yo solo.”

En medio de un proceso hasta el momento indeclinable, que supone la gradual desaparición del disco como objeto palpable, Las Tapas Amateurs resulta también una reivindicación justa para el rol representativo de una imagen sobre la obra, hoy en progresivo estado de descomposición. “Juntar mucha gente compartiendo una idea en tan poco tiempo es gratificante, ver que para ellos las tapas del rock están muy presentes, aun cuando el formato es cada vez menos consumido”, dice. “La calidad continuará siendo felizmente discutible en tanto y en cuanto existan tantas ideas estéticas dando vueltas.”

De un archivo que hoy supera ampliamente las 500 producciones, se puede ver al Coco Basile en la tapa de Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not de Arctic Monkey, a un puñado de Florencias (De la V, Bertuccelli, Kirchner) poniendo la cara en Flowers de los Stones, o a Lilita Carrió ostentando todo su porte en una tapa de Sumo. Entre torpes y graciosas, o ingeniosas y elaboradas, una iniciativa que incita al rebusque con lo mínimo. ¿Un cover del diseño? “Más que cover, es el air guitar de las tapas”, sugiere Valeri. “Porque al menos en los covers hay conocimientos musicales. Acá hay más corazón y mucho humor sobre la obra que se intenta representar. El Paint para un diseñador debe ser cómo hacer Smoke on the Water por primera vez, con una escoba”.

Con una convocatoria y adhesión que sigue en pleno crecimiento, Las Tapas Amateurs ya tiene su propio Tumblr y una página en construcción (www.lastapasamateurs.com) que promete almacenar todo el material y ampliar contenido. Un camino que de a poco trasciende la red social más popular del planeta, soporte que hizo posible tanta interacción y creatividad. Y es que Ariel Valeri parece haberlo entendido bien: “Facebook se pone interesante cuando dejamos de sacarle fotos a lo que comemos o a nuestras mascotas”.


CARA DE VINILO

“El mejor chiste visual”

Dos amigos se encuentran pasando música en un bar de Cardiff, Gales, y para mantener la calidad del sonido en un punto aceptable deciden hacerlo con discos de vinilo. Mientras toman alguna birra artesanal y pinchan tema por tema, se les ocurre agarrar las cajas de esos discos (cartones de 55 centímetros) y se los colocan en la cara, jugando a continuar la foto de tapa con la continuación de sus cuerpos. Esa pavada de borrachos se fotografió y subió a Internet: así nació Sleeveface (o Caravinilo), el arte de personificar las tapas de discos en un contexto gracioso o innovador.

John Rostron y Carl Morris son los responsables de este juego que nació en 2007: ellos son los Djs galeses que más tarde inventaron www.sleeveface.com, la web donde personas de todo el mundo envían sus autofotos intentando ser las tapas de Prince, Dolly Parton o Rudolf Shock, entre los más divertidos.

La iniciativa tiene varios fans en todo el mundo, generando de esa manera fiestas cuyos concurrentes van con sus vinilos favoritos, talleres infantiles en torno de la práctica y hasta una aplicación de iPhone para mezclar las fotos del celular con las tapas de la biblioteca iTunes. En junio de 2008 se publicó el libro Sleeveface, Be The Vynyl, un libro que recopila imágenes de todo el mundo y ya desde su tapa promete con un halago de David Bowie: “Simplemente el mejor chiste visual en mucho tiempo”. Muchas de las fotos que aparecen en Sleeveface son tomas caseras que forman parte de un simple juego, fácil de realizar para cualquiera con una cámara digital y algún que otro disco de vinilo. Pero algunas tienen cierta “producción”, con instrumentos aparte o atuendos parecidos a los de las tapas, buscando emular el cuerpo esbelto de Olivia Newton John o el living de Ray Coniff.


CHICAS BONDI

“Cuando saco una foto tengo que estar bien”

Chicas Bondi, un proyecto de una mente anónima (por el momento), tiene como finalidad retratar rostros interesantes de señoritas que viajan en colectivos de Buenos Aires. Un iPhone 4 (con la aplicación Hipstamatic) basta para sacar las fotos que luego aparecen en una cuenta de Facebook con más de 22 mil seguidores, una especie de ventana con más de 300 imágenes de viajeras que pueden llamar la atención de cualquier usuario de transporte público. La técnica es un furor y en base a su éxito viral se realizó hace un mes una muestra titulada Sin pose y sin permiso, y a futuro se espera un códice y un libro objeto, siempre exponiendo simples pero efectivos registros visuales fáciles de encontrar camino a casa, el trabajo o la facultad.

“Cuando saco una foto, tengo que estar bien yo y la persona que está en frente. La idea es mostrar lindas escenas”, responde el creador o creadora de Chicas Bondi mediante correo electrónico al NO. El movimiento de espontáneas fotografías comenzó hace tan sólo unos 7 meses, pero ese corto lapso bastó para que crezca considerablemente; de todas maneras, la persona que lo ideó prefiere mantener su identidad reservada. “Decidí hacer el proyecto desde el anonimato porque pienso que de esa forma la obra es independiente de mi persona y no condiciona la interpretación del espectador. No soy yo quien tiene que revelar que soy Chicas Bondi para que se pierda el anonimato sino al revés.”

La clave para entender Chicas Bondi como un fenómeno fotográfico de la era actual es reconocer una idea original en un escenario cotidiano. Un día rutinario en la Ciudad de Buenos Aires hay 3400 colectivos en circulación, en cada una de esas unidades viajan cientos de personas con ideas, estéticas y objetivos distintos. Una cámara bien posicionada es capaz de reflejar un rostro que más de uno se debe haber quedado mirando por 10 minutos o más. Lo importante es no pasarse de la parada.


MARTIN BONETTO

“Es como un diario fotográfico”

Para los que todavía creen que eso de “sexo, drogas y rock and roll” es un slogan caduco y extremadamente fantasioso, deberían revisar Fotorragia, el primer libro del fotógrafo de rock Martín Bonetto. Con una carrera intensa dentro de la escena local, que empezó a mediados de los años ‘90 en la ciudad de La Plata y siguió por los medios más prestigiosos del país, el archivo de Bonetto muestra con mirada soberbia, honesta y seriamente punk todo eso que pasa alrededor del rock y vos no tenés el gusto de estar ahí para saborearlo. “Es como un diario fotográfico que dejó de ser íntimo para convertirse en un cuento fotorrágico, donde se mezclan la realidad y la ficción del rock y de mi vida”, dice Martín al NO. “Tenía ganas de que vean mi trabajo, pero también la basura y el amor que rodean al ser humano.”

De esa canilla que derrama imágenes a repetición, la provocación y la exposición al extremo resultan los condimentos más atractivos del libro. Estrellas de rock, pitos, anos, merca, familia, hijos y hasta los huesos de su padre (secuestrado y asesinado durante la última dictadura militar) conviven en Fotorragia, un compilado de 140 fotos que evitan, sin excepciones, el lugar común. “La idea era que sólo estén las fotos que saqué yo y nadie más, situaciones que genero, íntimas y originales”, detalla el autor.

“Ver perlas en los charcos del under no es común y estar en tres lados a la vez, tampoco. Desde hace mucho que Martín está ahí y nos observa”, escribe desde el prólogo Adrián Dárgelos, amigo de Bonetto y co—responsable de una serie de fotos que lo muestran en baños de diverso calibre. Otras tantas como la del camarín de Riff en Cosquín con Pappo en calzones sacando pecho a lo Rubén Peucelle, Pity andando en bici y comiendo pizza con flan, o la de Charly vestido de Papá Noel, son sólo algunos ejemplos de su acceso total. “La confianza se gana con el respeto y la palabra. Nunca mandé al frente a nadie, ni saqué algo que no se pueda mostrar. Y si lo hice, lo tengo bien guardado”, aclara. “Sobre todo se trata de tener buena onda y no meterse con nadie. Quiero y soy querido.”

Aunque el tiempo pasó y parte de la vida que Bonetto imprimió sobre Fotorragia ya no resulta la misma porque “cuando tenés familia la vida baja muchos cambios”, el fotógrafo la vivió y ya tiene su libro para contarlo. “Se lo recomiendo a todo aquel que le guste lo bizarro que tiene la vida y al que está muy lejos de eso, para que conozca otras miradas”, invita Martín. “¿Y a quién no? A mis hijos, por lo menos hasta que tengan más de 18.”


YOSOY

“Intercambiar figuritas”

Hace un par de años, el fotógrafo Fernando de la Orden tomó de herramientas sociales como Fotolog o Flickr la idea de realizar un proyecto colectivo de imágenes: Bicis, un libro cooperativo que él curó y que sorprendió porque se vendía tanto en librerías como en bicicleterías. Recientemente, con ayuda de la diseñadora Mariana Zerman y el fotógrafo e impresor Manuel Fernández, desarrolló una nueva idea, hecha objeto en el reciente Yosoy, otro libro colectivo que, esta vez, tiene rostros y cuerpos de 91 autores como eje; una suerte de nuevo Fotolog en papel.

“La construcción del autorretrato como autoconstrucción del sujeto, delinearse simbólicamente, renacer como un Ave Fénix en cada nuevo reflejo, en cada imagen. Elegir éticamente los límites sensibles de nuestro cuerpo. Dibujar con la luz el aura en todas sus formas. Naturaleza, misterio, intimidad, vínculos, erotismo”, es la lectura conceptual que propone la prologuista Fabiana Barreda.

La obra es parte de la colección Pianopiano, que surge del gusto de estos tres autores que rondan los 35 años por “hacer fotos, intercambiar figuritas, curiosear el trabajo de otros, diseñar, mezclar, jugar”. Y reúne obras de algunos fotógrafos del palo, como Candelaria Lagos, Nora Lezano, Guadalupe Lombardo, Lucía Grossman y el propio Martín Bonetto. Paredes recién pintadas, entradas a edificios de oficinas, empapelados tropicales, sábanas y plantas sirven de contexto para un entramado de caras, conchas, tetas, espaldas peludas, pitos de bebés, masturbaciones en sillones, narices sangrantes y hasta Silvina Luna arrimándose los pechos sobre la arena.


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