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Jueves, 13 de diciembre de 2012

LAS CHICAS DE LA ORQUESTA CUMBIA CLUB LA MARIBEL

100% negras cumbieras

En pleno auge de la cumbia colombiana en el circuito de fiestas porteñas, asoma esta orquesta de señoritas sub-25, que toca tanto en el Konex como en la villa y la cárcel de Ezeiza.

 Por José Totah

Cuando Maia Slipczuk tenía 11 años no se enganchó con las canciones de Rebelde Way, ni Floricienta ni nada por el estilo. Lo que realmente le abrió los ojos fue el disco 100% Negro cumbiero, de Damas Gratis. Lo mismo le pasó a Valentina Faerberg, que transitaba una pachorra sonora hasta que en un viaje a Córdoba se cruzó con un grupo de ritmos afro-colombianos llamado Pachango Mama. Y, a partir de ahí, todo fue distinto. Cada una de las doce chicas que integran la orquesta Cumbia Club La Maribel tuvo un quiebre parecido. Hoy, subidas al auge de esas músicas en el circuito de fiestas porteñas, es la orquesta de señoritas cumbieras sub-25 que más convoca en estos pagos.

Es sábado a las tres de la mañana en el Abasto. En el escenario de Ciudad Cultural Konex hay una docena de pibas haciendo un cover de Gilda y la gente no para de bailar. La imagen llama la atención. No pasa tan seguido de ver una banda de chicas (algunas ni tienen 21 años) navegando con tanta cancha esos ritmos. Muy sobrias en sus vestidos negros con toques de brillo fucsia, hacen acordar a aquella canción de Kevin Johansen en la que el tipo se enamoraba de una “cumbiera intelectual”, que se la pasaba citando a Freud, Jung y Lacan.

El repertorio que encaran abarca cumbias colombianas, peruanas, mexicanas y subgéneros varios, arreglados con vientos, acordeón, percusión, bajo, guitarra y batería. Se meten con el folklore de esos países pero agregan citas de acá, como un cover de Gladys “La bomba tucumana”, de la diosa Gilda o el riff de un tema de los Pibes Chorros.

“Tocamos a nuestra manera algo que ya está instalado”, explica Cecilia Maas, voz y clarinete del grupo, que se formó en 2010 y, además del Konex, viene de dar un recital en la villa 21-24 de Barracas, en la cárcel de Ezeiza y el Hospital Moyano. “Lo maravilloso de la cumbia es que te permite contar las cosas más cotidianas”, afirma, y Martina Labaké, acordeonista de la banda, completa: “La cumbia tiene un aspecto de disfrute, de baile, de compartir. Siempre es una invitación a pasarla bien”.

La música es algo que la mayoría de ellas hace cuando no está estudiando otra cosa. Lo de “cumbieras intelectuales” no les va tan mal. Cecilia cursa Historia; Martina estudia Biología, Valentina es recreóloga y Maia se está por recibir de maestra primaria. El resto se reparte entre las carreras Psicología, Educación y Música. El promedio de edad de la banda no supera los 25.

Arremolinadas en la mesa de una pizzería de Parque Centenario, en donde se realiza la entrevista (frente a la sala de ensayo), las integrantes de La Maribel cuentan que la gente se sigue sorprendiendo de que no haya muchachos en la orquesta. La cumbia ha sido desde siempre, en estos pagos, un universo en el que mandan los hombres. “Nos preguntan si al menos el baterista y el bajista son mujeres”, se ríen. “Pero también nos dicen que se nota en el sonido que somos una orquesta de chicas”, sostiene Cecilia, y adelanta que el año que viene se encierran a grabar el primer disco.

Lo que no tienen claro aún es si quieren entrar en el circuito de bailantas de Once, como el Fantástico Bailable (vendría a ser como jugar en Primera), que poco tiene que ver con las fiestas cool del Konex. “Todavía no se planteó esa posibilidad”, opina Valentina, y el tema enciende un debate que, se nota, ya se planteó unas cuantas veces entre ellas. “Los circuitos nos interesan pero no nos satisfacen”, lanza Cecilia, y nadie en la mesa entiende bien qué quiere decir, pero todas aprueban y brindan por ello, en nombre de la cumbia. Al fin de cuentas, ya no importa tanto si es la que suena en el Konex o en la villa.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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