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Jueves, 28 de febrero de 2013

DIOS LOS CRíA E INTERNET LOS AMONTONA

“El CD está muerto. La música, intacta”

Desencantados de los estándares de la industria tradicional, estos músicos marplatenses dicen haberse convertido en “profundos activistas” de la música digital y gratuita.

 Por Juan Ignacio Provéndola

“Ser, seguir. ¿Qué más puedo hacer? Si es crecer mirar atrás, no es tan malo.” Como una suerte de profecía autocumplida, el cantante Pato Duhalde escribía el destino de Dios los Cría en Vi, una de las más poderosas canciones que el grupo marplatense grabó para Justo cuando nos estábamos quedando sordos, su último disco, editado en 2006. Después de casi dos décadas de un ejercicio profesional que incluyó contratos con multinacionales, mecenazgos de renombrados productores y teloneadas internacionales a granel, la banda apuesta a releer su pasado para ir hacia adelante en esta nueva era que los encuentra con otra formación y otros formatos.

De aquel disco debut lanzado en el lejano 1996 sólo Duhalde ha sobrevivido en el tiempo. Hugo D’Intino, su histórico socio creativo, colgó la guitarra hace más de un año, pero su sonido quedará eternizado en 7 canciones vivas, material recogido de varios shows que acaba de ser lanzado de forma digital en Diosloscria.com. El disco es, por un lado, buena muestra de los himnos que supo inscribir el grupo; a la vez, también, inaugura una nueva etapa de la banda, alejada definitivamente del formato físico y dispuesta ahora a ofrecer su obra de manera libre y gratuita a través de su página web.

Todo comenzó hace diez años, cuando lanzaron “El Album Blanco”, así llamado porque no tenía nombre ni colores. Después de un respetable capital artístico acumulado a través de dos discos independientes, Dios los Cría fue fichado por EMI y una gran puerta pareció abrírsele al grupo de Mar del Plata. Pero la industria discográfica comenzaba a caerse a pedazos. “Se veía venir la decadencia”, recuerda Duhalde, entre el desdén y la indiferencia. “Las discográficas ya no contaban con presupuesto para desarrollar a sus artistas, y el disco no tuvo el apoyo que merecía. Cuando decidimos grabar Justo cuando nos estábamos quedando sordos, el disco siguiente, dos años después, el escenario era aun peor. Fuimos a negociar la difusión y nos iban a dar aún menos que en el anterior. ¡Ni siquiera podían financiar el arte de tapa! Nos dimos la mano y, en muy buenos términos, decidimos irnos para editarlo de manera independiente. Fue el último eslabón del desastre: ese disco fue un esfuerzo muy grande para nosotros y entramos en una meseta, tal vez por los años de laburo que llevábamos sobre nuestras espaldas, o quizá porque el disco no funcionó como pensábamos. A mediados de 2007 dejamos de tocar y estuvimos en silencio por casi un año y medio.”

Lo que parecía un sueño se convirtió en una pesadilla. En La Pampa, tras un show, el grupo concordó en una extensa sobremesa tocar sólo cuando se le diera la gana. Una última claudicación a los estándares del negocio de la música, en tiempos donde “Facebook no existía”, aclara Duhalde, de manera capciosa. “De golpe, todo comenzó a girar hacia Internet, las redes sociales y el boca a boca cibernético nos permitió difundir lo nuestro de forma más rápida, directa y viralizada. Esa plataforma se convirtió en un lugar ideal para desarrollar nuestra nueva forma de entender la música, sin depender de discográficas, cortes de difusión de tres minutos ni intermediarios. Le encontramos esa vuelta y la luz al final del túnel dejó de ser un tren”, explica.

A fines de 2010, el grupo envió un comunicado oficial que se explicaba en su título: “El CD está muerto. La música, intacta”. Su abdicación al formato vigente radicaba en que lo consideraban “obsoleto y vulnerable”. Probaron subiendo, de manera sucesiva, cuatro canciones nuevas a su página. Todas ellas reunieron más de 20 mil reproducciones online y descargas. Los cambios de formación reordenaron a Dios los Cría con Duhalde a la voz de mando, en compañía de Mariano Mendoza (batería), Tarugo Martínez (bajo) y los guitarristas Antonio Torres y Leo Pino, también compañeros en Mero. Hace casi un año que no tocan en Capital, aunque durante el verano lo hicieron varias veces en Abbey Road y participaron de un festival en el Paseo Hermitage. Prefieren economizar el tiempo para trabajar en un nuevo disco, con temas nuevos y en estudio. Están en etapa de preproducción, seleccionando material, y planean tirarlo a la cancha a mediados de año. Por supuesto, de manera gratuita y digital, predicamento del que Duhalde y sus compañeros confiesan haberse convertido “en profundos activistas”.

–¿Los gajes del oficio de la industria de la música con incompatibles con las pretensiones artísticas?

–Vamos a ser claros, porque nadie explica las cosas como son: los músicos ganan sólo el diez por ciento del precio de venta de un disco. Históricamente, eso siempre fue el equivalente a un dólar. Un gran negocio, sobre todo si sos Madonna o Metallica, que vendés millones de copias. En la Argentina, sólo dos discos fueron un éxito en esos términos: Rockas vivas, de Miguel Mateos, y El amor después del amor, de Fito Páez. En las mejores épocas, un disco podía llegar a vender cien mil unidades, de las cuales, dijimos, te queda un diez por ciento, que a su vez hay que dividir entre todos los integrantes de la banda. Cuando saques la cuenta, confirmarás entonces que aquello de que los músicos ganan dinero vendiendo discos es sólo un gran mito. Siempre les cedieron su trabajo a las discográficas a cambio de distribución y difusión. La cosa funciona si el disco permite hacer muchos shows y generar más derechos de autor, que fue, es y será la forma que los músicos tienen de ganar dinero. Las compañías discográficas fueron en su momento la única manera de que un grupo o un artista saliera a la luz. Pero ya no.

–Una de sus canciones más celebradas se llama El pastor, en una tapa luciste como Cristo y, alguna vez, promocionaron un show con mujeres vestidas de monjas repartiendo volantes en forma de estampitas. ¿A qué responde semejante obsesión con la religión?

-Me encanta ese juego. Es algo entre lo prohibido, lo intocable y lo real. Dios y la nada, la vida y la muerte. Estamos llenos de preguntas y tenemos muy pocas respuestas. Quieras o no, la soledad es una de las mayores compañías. Creo que son demasiados motivos para tener una banda y hacer música.

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