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Jueves, 2 de mayo de 2013

TRAVESTI INTENTA UNA “MúSICA CóSMICA ARGENTINA”

La vanguardia es así

El grupo más punk de la electrónica local instaura el “kraut guaraní” y sintetiza su trayectoria en su flamígero nuevo disco: Suicidio latino.

 Por Santiago Rial Ungaro

La historia comienza el 25 de diciembre de 1999 y la primera escena es en una fiesta en una casona semiabandonada de Adrogué. De repente, en un escenario improvisado, a la altura del público, aparecen dos pibes con cara de pocos amigos: Floxon y Alejandro Torres van armados con guitarra y teclado. Su sonido es hipnótico y disonante, como si quisieran demoler el viejo caserón. Pocos lo saben, pero este dúo se llama Travesti, y su show debut ya divide aguas: desde este día algunos decidirán odiarlos. Otros los amarán.

A trece años, compararlos con Suicide o Throbbing Gristle es caer en un facilismo: Suicidio latino, su flamante y flamígero cuarto disco (el séptimo si contamos sus tres primeros álbumes artesanales), mantiene ese carácter visceral y catártico de sus inicios, pero la sutileza con la que ahora generan su sonido los ha convertido en una banda prestigiosa del under. Lo que, si nos guiamos por la mezquindad artística del mainstream, los convierte tranquilamente en una de las mejores bandas locales.

La esencia del dúo se mantiene intacta: de hecho, la última vez que tocaron con Mueran Humanos y Emisor en el Tío Bizarro (donde se instalaron en 2002, convirtiendo una típica pizzería enfrente de una estación de tren en un lugar en el que todos quieren tocar), el efecto que generó el vertiginoso sonido del dúo fue demasiado impactante. Esa noche del 16 de diciembre de 2011, Travesti casi tiene su pequeño Altamont: hubo peleas con patovicas, interrupciones del sonido y un pibe que se cortó con una botella y empezó a manchar con sangre a la gente. Fue una noche densa. Pero, más allá de la polémica, fue otro gran show: la música no se mancha.

Volvamos al disco, inconseguible si no es de primera mano: el comienzo, con tres hitazos como Barbie Camouflage (“la prima de Susy Cadillac”), Suicidio latino y el clima enigmático de El beduino, deja sin aliento. Travesti resiste. Floxon: “Ahora estamos celebrando la resistencia: la resistencia al público, a los que nos quieren, a los que nos ponen en la lista negra; y también la resistencia a la gente que se acerca sólo para saber de qué vamos. Hay gente que viene y te pregunta: ‘¿Qué disco estás escuchando?’. Y capaz que estoy escuchando el disco de Barilari haciendo covers”, dispara Floxon y se desmarca de las nuevas bandas de la zona sur.

El cantante de Travesti puede ser muy tierno y poético (algo que demuestra el pop acaramelado y psicótico de Las Uvas Estroboscópicas, su nuevo proyecto), pero también suele ser mordaz y malicioso cuando quiere, aunque se trate de jóvenes músicos de la zona que dicen ser sus fans: “No me gusta ninguna de las bandas nuevas: quieren ser famosos, lucir bien y tener groupies antes de tener una idea. Creo que tener ideas es de gente grande. A mí me gustaría que se arremangaran por el arte, que se animen a ser Van Gogh por un día”.

Si Travesti siempre fue un grupo muy conceptual, su “idea” ahora se basa en una apropiación subversiva del pop latino: Floxon entra en éxtasis hablando de Los Caifanes y Los Enanitos Verdes, pero el arsenal industrial del dúo, producido esta vez por el genio de Leo Ramella (Emisor), le da a todo otra dimensión. Y aunque Floxon acapare más la atención, Ale Torres, el Chicano, vive la música con el mismo frenesí que su compañero: sus danzas en vivo pueden incluir escenas de nudismo. Además de encargarse de programaciones y sintetizadores, Alejandro le pone el cuerpo a una banda inquietante y misteriosa: “No es que lo organizamos y decimos: ‘Hoy me voy a poner en bolas’. Son cosas que se dan en el momento”, aclara y oscurece.

¿Es Travesti víctima de un boicot? Probablemente. Aunque quizá también habría que hablar de autoboicot o de una estética (o ética) del mismo: Travesti supo usar conversaciones de handy de la Policía Federal, cantarles a los Poltergeist, reciclar a los Dead Kennedys en el tema Vacaciones en Israel o versionar a los legendarios Acido Camboyano, como en la brillante versión de No estudiés incluida en su disco anterior. Editado en primavera de 2009, el EP Travesti fue un golpe maestro: que un disco con Moria Casán en la tapa arrancara con un tema de Acido Camboyano era un gesto de situacionismo tan ambiguo como glamoroso. Producido por Miguel Castro, el disco curiosamente pasó casi desapercibido.

Floxon, que acaba de ser papá de la pequeña Sarah, y que a su vez es hijo de un guitarrista folklórico que supo rehusarse a tocar en La Pesada en los ‘70, está más orgulloso que nunca y tiene buenos motivos para eso: “Mediante maniobras esotéricas creo que logramos que sonara latin pop. Pero lo nuestro es kraut paraguayo: Paraguay y Alemania tienen conexiones indigentes ancestrales y hay leyendas que hablan sobre eso. Yo viví en Paraguay en la época de Malvinas y después volví: allá era el curepí, me trataban re mal. Y acá era el paraguayo, así que sufrí el desarraigo acá y allá, pero todo eso me sirve ahora para poder hacer una música folklórica y propia, que es lo que tenemos en mente: la música cósmica argentina”.

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