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Jueves, 26 de septiembre de 2013

CAM BESZKIN, ELéCTRICA Y DOMéSTICA

“Me gusta mi voz, es la única que tengo”

Libros y una guitarra desenfundada es todo lo que necesitó para dar forma a su quinto disco, en el que intenta una salida de todo lo convencional.

 Por Julia González

Cam Beszkin abre la puerta de su casa como la de su confianza. Sus gatos son testigos silenciosos –salvo Janis, que grita como Joplin– de las historias que cuenta. Ofrece té y abrigo. En su casa tiene a mano todo lo que necesita: libros y una guitarra desenfundada; objetos incunables en la vida de esta música, compositora y cantante que no esconde su alegría por tener en su casa Este amor ya no es para tanto, su quinto trabajo solista. “Cuando digo que voy a sacar un disco, me dicen: ‘Ah, buenísimo, ¿cómo se llama?’. Y piensan que les voy a decir Rombo o Sed. Y cuando les digo Este amor ya no es para tanto, dicen ‘Uhhh’. En realidad para mí es positivo porque trata de la aceptación, y de acercarse a lo que es real”, cuenta la bajista que, paradójicamente, en este disco no incluyó bajos. En cambio los suplantó de manera afortunada por unas guitarras potentes y a veces podridas que toca en sintonía con las baterías a cargo de Elián Gallese.

Eso tiene que ver con cuestionar lo que culturalmente nos es dado, una línea de pensamiento que Cam, que también integra las bandas de Mariana Bianchini y Fede Petro & The Monkeyness, bucea a lo largo de las letras. “A veces hay que escuchar lo que quiere la música y no decir ‘la música se toca con guitarra, bajo y batería’; salgamos un poco de lo convencional. Si cada uno escuchara la música que tiene adentro, pienso que no puede ser que todos compongamos igual; no podemos hacer catarsis de la misma manera si venimos todos de lados tan distintos”, dice.

Es imprescindible anclar en la voz de Cam que busca (y encuentra) la libertad al cantar estas doce canciones rockeras, producto del amor por el canto y del estudio con su “maestra del alma” Iris Guiñazú, quien además le enseñó cosas de la vida como alimentación y medicina alternativa: “Me gusta mi voz, es la única que tengo. Estudié canto diez años con Iris, que tiene una técnica llamada canto esencial fonocorporal. El encuentro con ella fue un cambio muy grosso”. Y cuenta que su gente cercana le decía que tenía que presentarse en esos programas de chicas que cantan y luego arman una banda... como Bandana. “Pero yo ahí no duro ni dos minutos, me sacan de una patada en el culo porque yo no tengo esa voz de princesa. También me dicen ‘Qué buena voz que tenés’, pero tengo una voz que laburo a martillazos”, y aclara, como si hiciera falta, que no todos pueden cantar.

Cam manotea un libro de Gelman y lee el poema Nota XXV, que la inspiró a escribir De Juan. Sus preguntas, casi inocentes, que involucran al otro, también hablan de ella, que se sale una vez más del molde, esta vez del de estrella de rock. De la misma forma, consulta si en el disco se nota al toque que la autora es lesbiana. Este amor ya no es para tanto no es lo que se dice un manifiesto gay, aunque Putas, todas putas las mujeres alegres, escrito por su “hermana del alma”, Paz Concha, es un canto contra el machismo y también una autocrítica a la mujer como figura de género. Y no, no se nota al toque que la autora es lesbiana. Pero la intuición y la empatía muchas veces dialogan.

* Sábado 28 en Sonora Music Club (Cabrera 5567). A las 22.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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