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Jueves, 3 de octubre de 2013

A QUINCE AñOS DEL FINAL DE LA TIRA DE LAS PELOTAS

“Cebollitas no era bizarro, bizarro es Guido Süller”

Hace unas semanas volvió a reunirse el elenco de la recordada teleserie infantil sobre el equipo de papi fútbol que supo arrancar segundo y llegar a campeón mundial de la mano de Gamuza, Coqui o el Colo. El devenir de esos locos bajitos tras el balón serpenteante de sobrevivirle a la tele, las diferencias con Chiquititas y el anecdotario de un grupo entrañable.

 Por Mariano Verrina

“Si ves venir a lo lejos un grupo apretado, formando la banda más linda del barrio... Somos nosotros, somos nosotros” (Canción de Cebollitas)

Sammy quería ser presidente de Estados Unidos. Lucas, con el correr de la tira, se dio cuenta de que en realidad lo suyo era el básquet. Hipólito era el nerd del grupo, un poco postergado por los chicos, aunque tenía un “otro yo” llamado Tadeo que jugaba bárbaro a la pelota y desde ese lugar lograba hacer su propia catarsis. Robertito era sordomudo. Gamuza, el más simpático, se ganaba unos pesos limpiando vidrios. Vivía en el buffet del club hasta que lo adoptó la familia del Rata. Carmencita estuvo un tiempo paralítica. El Colo quería ganarse a la Limonera y el Bocha atajaba con un pebete debajo de su gorra. Quince años después, los Cebollitas vuelven a verse las caras con el NO de por medio. Es bastante raro, entre ellos se identifican con los nombres de sus personajes. “Che, ¿el Vasco no viene?”, pregunta Coqui, que en realidad es Juan Yacuzzi. “Sí, el Vasco es él”, advierte Carmencita, que en la vida real es Adriana Togneri y señala a Ramiro Rodríguez, o sea, al Vasco. El programa los marcó a fuego.

“Era una diversión, pero con responsabilidades. Teníamos que saber la letra, llegar temprano, cuidarnos la ropa, el pelo. Eramos chicos pero teníamos las mismas responsabilidades que los actores grandes. Nos gustaba mucho ir a hacerlo”, recuerda Coqui, que ahora tiene un boliche en Palermo y es productor de Infama. “Salía del colegio a las doce, en Quilmes, y tardaba tres horas para llegar a Martínez. Grababa, volvía y llegaba a mi casa a las once o doce de la noche. Y al otro día lo mismo”, remarca Carmencita, que se recibió de profesora de teatro y tiene varios proyectos para seguir en el ambiente.

La relación con los chicos de su edad era extraña. De amores y odios. Mientras ellos salían en tele, los otros debían asumir su normalidad. Axel Puriceli (Lucas) es uno de los que se corrió de escena. Ahora trabaja en desarrollo web y cuenta que “los varones, en general, tenían mala onda. Te decían la típica: ‘Eh, Cebollita puto’. O a veces ibas a algún lado con amigos y a la salida aparecía alguno que te quería cagar a piñas por el solo hecho de que eras el de la tele”.

“Me dijeron que estaba muerta por mí, y de cabeza me metí. Como un nabo me tiré a la pileta, me volví loco con sus... trenzas.” (Qué bolú)

“Sano” es la palabra que eligen para calificar al programa. Cebollitas se emitió por Telefe desde el 1º de enero de 1997 hasta fines de noviembre de 1998: más de 400 capítulos sin interrupción. A diferencia de otras tiras infantiles, ponía en el rol protagónico a los varones. Un club de barrio, fútbol, amistad, los chicos que empiezan a ver florecer sus hormonas y conviven con cargadas, estereotipos y, en el medio: ganar o perder. “Lo que pasó fue algo raro. Es el día de hoy que te contacta alguien de Ecuador, de Colombia o de cualquier otro país y te dice: ‘Me marcaste la infancia’. Eso es muy loco”, dice Gisele Benoldi, que hacía de Irina, la hija de Alfonso (el malo, el de “Alfonso cara de zonzo”) y ahora da clases de baile en la escuela de Flavio Mendoza.

La etiqueta no les pica. Aseguran que el hecho de haber quedado marcados como “Cebollita” les sirve como buena carta de presentación. ¿Vergüenza? “No, para nada. Yo rescato la experiencia, lo tomé y lo sigo tomando como un trabajo. Aunque ahora me doy cuenta de que no estaba preparado para estar a esa edad en una tira diaria”, admite Marcelo Italiano, que ya no quiere ser presidente de Estados Unidos pero es realizador de medios audiovisuales, docente y tiene una escuela de cine en Lomas de Zamora.

“Estos que se creen unos pillos hay que ver si en calzoncillos tienen algo que mostrar. Mirá la flaca, no tiene nada. Mirá ese gordo es un lechón.” (El vestuario del club)

El programa fue exportado a... Canadá, Grecia, Estados Unidos, Chile, Paraguay, Costa Rica, Colombia, Guatemala, Ecuador, El Salvador, República Dominicana, Panamá, Perú, Puerto Rico, México, Nicaragua, Bolivia y Honduras. Cuentan que cada gira se convertía en un acontecimiento en el lugar de destino. Custodiados por varias motos de la policía local, veían desde el interior del micro a cientos de chicos de su misma edad que se abalanzaban en busca de saludos y autógrafos, o simplemente para contemplar a sus ídolos. “Los que en la tira hacían de villanos la pasaban mal, los puteaban por la calle. A una de las chicas le gritaban: ‘Hija de puta, cómo le vas a hacer eso a Coqui...’. No podés creer cómo la gente se pone así”, dice Federico Dialuce, que dejó de ser el hijo de Don Lucero y los fines de semana cubre la campaña de All Boys. “En las giras teníamos a tres hombres de seguridad por cada chico, arriba del micro había soldados con ametralladoras... Motos a los costados, una combi atrás. Reservaban las habitaciones para estar en el mismo hotel que nosotros”, recuerdan.

Una página de Facebook del programa se llena de solicitudes ecuatorianas y así se enteraron de que Cebollitas se emitió allá en el último verano. La sorpresa fue mayor para los chicos de Ecuador al ver las fotitos del perfil: el nene argentino que mete goles en la pantalla ya no es un nene sino un veinteañero. “Yo cambié la cara, no me reconoce nadie y tampoco era Coqui ni el Colo, pero es el día de hoy que conseguí laburos por haber estado en Cebollitas. No sé cuál será su flash, pero la gente te tiene un cariño, te quieren ayudar”, rescata Axel.

“De día en la playa y de noche ir a bailar, algo vamos a ligar. Rubias o morochas, gordas, flacas, nos da igual. Solo queremos tranzar.” (Tranzar)

La palabra “bizarro” los hace reaccionar. Saltan a la yugular. “¡Cebollitas no era bizarro. Bizarro es Guido Süller! Cada uno tiene una historia aparte. Cebollitas es Cebollitas, no es un Pablito Ruiz...”, marca el límite Coqui. Y comienza la discusión. Si la connotación es positiva o negativa, cómo la usa “la gente”, de qué manera juegan la variable del paso del tiempo, los contextos y las edades. “Un capítulo bizarro es el que nos vistieron de bomberos y nos hicieron apagar el fuego con sifones, para mí eso es hermosamente bizarro. O cuando a los chicos nos vistieron de mujer porque entraba una profesora de gimnasia”, grita desde el otro costado El Vasco, que en realidad es Ramiro Rodríguez y trabaja como microfonista en unos estudios de televisión mientras sigue buscando laburo como actor.

¿Otras escenas? “Una vez apareció un duende en el club.” ¡Chan! “En otro capítulo a Alfonso y a los malos los tiraron a una pileta de pirañas truchas... eso es bizarro”, enfatiza el personaje de Lucas, el que se dio cuenta de que lo suyo era el básquet. A Solange Verina, Vero, no se la puede convencer. “La gente usa bizarro para algo malo y a Cebollitas nadie lo recuerda así”, sentencia. Y Coqui le devuelve la pared en velocidad: “Yo trabajo en Infama y sé lo que es bizarro. Para el que trabaja en el mundo del espectáculo es muy amplia, pero la gente normal, que no está en el tema, asocia la palabra bizarro a lo pedorro.”

“Fue culpa mía, por haber pateado mal. Fue culpa mía, por no atajar el penal. Fue culpa mía por no pasártela a tiempo. Es culpa nuestra este vestuario en silencio.” (Salir segundos)

El que hacía de Felipe está en Berlín, el Rata está en España, el personaje de Axel consiguió trabajo en Costa Rica y es la cara de una marca de cerveza. Su imagen aparece en un cartel enorme en la avenida más importante de la capital. El Colo brilló en Ecuador y Gamuza, ganador del Martín Fierro como mejor actor infantil en 1998, prefiere evitar las cámaras y se inclinó hacia el teatro.

Televisión, la temporada en la calle Corrientes, una revista mensual, álbum de figuritas, el producto se explotó al máximo. “No era nada fantasioso, como fue por ejemplo Chiquititas y ésa fue una de las principales razones por las que gustó. Había pobreza, riqueza, amistad, maltrato. Uno limpiaba los vidrios, otros eran malos. Estaba el verdulero, el carnicero...”, explican los chicos. Ya no tan chicos.

La historia viró en la segunda temporada y hasta contó con la sorprendente –y un poco fuerte– muerte de Don Lucero (Carlos Moreno, el DT del equipo), que quedó atrapado en medio de un tiroteo. Los Cebollitas también se calzaron la camiseta de la Selección. Pasaron de estar cabizbajos en el vestuario del club por haber salido segundos a consagrarse campeones del mundo. “El que salta es Cebollita”, rezaba la canción para celebrar el primer puesto.

“Dicen que lo más difícil es filmar con chicos y con animales”, tira Marcelo Italiano. “Y en Cebollitas éramos todos chicos... y había un perro.”

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Imagen: Bernardino Avila
 
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