Xenia Rubinos es otra de las sensaciones musicales que legó el hervidero musical neoyorquino en 2013. La idiosincrasia de su concepto artístico es tan compleja que le enchaparon un sinnúmero de artilugios marketineros para poder descifrar su sonido. Desde híbrido entre Björk y Celia Cruz hasta la tUnE-yArDs latina son algunos de los calificativos que recibió la cantautora estadounidense tras la edición de su álbum debut, Magic Trix. “O también me dicen que les recuerdo a Esperanza Spalding”, advierte la artista de 28 años, luego de su performance en la primera fecha de conciertos del debutante festival bilbaíno BIME (Bizkaia International Music Experience), organizado en el predio ferial BEC. “A veces no tiene que ver con la propuesta sino con lo que ven. Agradezco que mi oficio no sea describir la música con palabras, pues algunas comparaciones realmente no tienen sentido.”

La originalidad de la música de Xenia, nacida en Connecticut de padre cubano y madre puertorriqueña, pasa por formar parte de una generación de artistas estadounidenses de ascendencia hispana que supo tomar, a partir de una perspectiva moderna y equilibrada, lo mejor de ambos mundos. “Si bien soy latina, no soy ‘la artista latina’. Soy simplemente artista. Eso es lo que me define”, afirma la exponente en cuyo hogar, cuando había comilonas familiares en su infancia, sonaba la Fania y Los Muñequitos de Matanzas, a los que mantuvo en el Ipod de la vida, al tiempo que descubría el jazz y se maravillaba con hits de Mariah Carey. “La audiencia que va a ver a Los Amigos Invisibles o Bomba Estéreo no me quiere porque lo que hago es raro para ellos. Aunque Helado Negro es hispano, su propuesta es innovadora, de calidad, y no alimenta estereotipos. Estoy contenta porque ambos integramos una escena que es tan nueva que aún no tiene medidas.”

No obstante, Xenia le debe al compositor y pianista argentino Guillermo Klein la llave para traducir la música popular a un espectro experimental. “Su tema El espejo me cambió la vida, pues a pesar de que está inmerso en la complejidad del jazz, es fácil y sincero. Cuando entendí que una canción podía sonar así, porque en esa época me sentía acomplejada, fue todo para mí. Lo conocí en 2005, en Nueva York. Le di mi música y le expliqué lo importante que fue descubrirlo. Sigo en deuda con él.”

Si bien el sensacional Magic Trix salió a la venta en abril de este año, su realización es añeja. “Lo sacamos de forma independiente hace dos años. Pero más tarde conocimos a nuestro actual sello y aceptamos su propuesta de relanzarlo”, relata la cantautora establecida en Brooklyn, quien planea presentar su segundo álbum a comienzos de 2015. “Pasé por muchas cosas en un momento de mi vida y se agravó la situación de hacer música. Aprendí a tocar con un teclado barato porque no tenía nada profesional, lo que al final definió mi sonido. Me animé a pensar en tener una carrera, decidí hacer un álbum y una vez que lo terminé no quise esperar a firmar con un sello. Apenas lo editamos, empezamos a trabajar como locos. No conocíamos a nadie, y de pronto aparecieron los de la disquera. No pensaba que nada de esto pasaría, que mis canciones se conocerían en todo el mundo. Lo bueno de esto es que todos los días aprendo algo, y eso es fantástico.”