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Jueves, 30 de enero de 2014

SUE MON MONT, FLAMANTE CONVOY INDIE TRANSGENERACIONAL

“Es como la banda de una película”

“Elegante y salvaje”, define Rosario Bléfari al notable combinado que armó con el Niño Elefante de El Mató, Tifa Rex de Los Reyes del Falsete y Marcos de Bosques. A dos décadas del debut de Suárez y una de Estaciones, disco emblema de Bléfari, en 2014 llegará el debut de Sue Mon Mont, un grupo horizontal al servicio de la vida.

 Por Juan Barberis

nLa fascinación y el entusiasmo son tics habituales en el rostro de Rosario Bléfari. Así que ahí están de nuevo. Sentada a una mesa del Homero Manzi, después de atar su bicicleta verde de paseo junto a un poste de luz que da al ventanal de la avenida Boedo, Bléfari se enciende, sonríe de manera completa y asegura que todo empezó en un sueño. En realidad merodeaba ese territorio difuso entre la conciencia y la falta de control total cuando, como pendiendo de un manojo de hilos sobre un cielo cualquiera, lo vio desplegándose así, titilante y familiar: Sue Mon Mont. Ni siquiera en los sueños sabe francés –tampoco el significado de aquellas tres palabras–, pero aún sumergida en ese pedo confuso, adoró su forma sinsentido, conservó la imagen completa y a la mañana siguiente la volcó en un perfil de Facebook, ilustrándolo con la foto de su sombra. Y lo dejó reposar en el infinito de la nube, satisfecha pero extraña, como guiada por una fuerza interior imposible de interpretar. “Estuvo ahí como un año, esperando”, dice Rosario.

Lo que llegó después fue un nuevo capítulo en la novelesca vida de esta artista intensa y apasionada nacida en Mar del Plata en 1965, que carga con la configuración inquieta y sobreestimulada de ser hija única de padres nómades, laburantes. Se crió entre un paraíso natural como Bariloche –en el hotel donde sus padres trabajaban, el Lla Llao, un palacio escondido entre los cerros, el Nahuel Huapi y el verde profundo– y la ciudad de Buenos Aires, que la alojó facilitándole un interesante background que cruzaba la música, la literatura, la danza y el cine. Sobre el final de la década del ‘80, justo en el acceso a la era menemista, se puso al frente de Suárez, banda emblema de los ‘90 que a través de su figura, además de testear y cristalizar diversas posibilidades de la independencia y la autogestión, reconfiguró el rol de la mujer en el rock argentino gracias a esa intención fresca y personal, siempre activa y multifacética; una mujer bella y fuerte que podía cantarle a más que al amor y que contaba con resto para hacerse espacio entre tantos hombres.

Por eso, a veinte años de Hora de no ver (el experimental disco debut de Suárez) y diez de Estaciones (su encantador segundo álbum solista), repasa su arribo al presente como si se tratara del desenlace natural de un camino que sigue una línea imprevista pero consecuente, siempre entre la curiosidad, el juego y la aventura. “Tenía ganas de volver a ser parte de una banda”, reconoce. “Me gusta mucho ver cómo reaccionan las personas ante cualquier propuesta. Proponer cosas es ser agente del movimiento, trabajar para algo mayor que uno mismo.”

Con la idea procesada de crear una nueva agrupación, recién la primera desde la separación de Suárez a principios del siglo XXI, Rosario Bléfari volvió a soñar y, con toda una jungla de rockeros a disposición, eligió a sus preferidos. A Tifa Rex, baterista de Los Reyes del Falsete, lo citó en este mismo lugar, a tan sólo un par de mesas de distancia. “Fue un flash, yo pensé que era un chiste. Pensé que era un Facebook falso del que me estaban citando para dejarme plantado. Encima llego y ella no estaba, así que dije: ‘Me cagaron’”, recuerda Tifa con gracia. Pero, obviamente, Bléfari llegó y con una idea bastante fuera de lo común: quería que este nuevo proyecto se pareciera lo más posible a una obra de teatro, donde existiera un guión (canciones) y un puñado de actores (ellos) trabajando para un objetivo único y preciso. “Me daba envidia esa situación que tienen los grupos de teatro, muy intenso: se juntan, tal vez un año de ensayar, montar la obra, estrenarla, subirse a una pequeña gira y después se terminó”, reseña. “Entonces así, ni ellos ni yo íbamos a sentir que nos estábamos embarcando en una cosa que había que remar y remar para llegar quién sabe dónde. Era vivirlo intensamente, pero acotado.”

Partiendo del ideal de Rosario, el resto del elenco siguió a la altura: Gustavo Monsalvo, el Niño Elefante guitarrista de El Mató a un Policía Motorizado; y Marcos Díaz, bajista integrante de Bosques, completan este selecto combinado indie. El primero estaba en la mira de Bléfari hacía rato; ya habían compartido varias fechas y alguna vez la cantante lo había interceptado al borde del escenario para decirle lo mucho que le gustaba su forma de tocar. “Fue un re cumplido, me sentí re contento”, recuerda Gusti. El segundo, Marcos, apareció por recomendación de Monsalvo, con el que ya habían tocado juntos en alguna oportunidad. Díaz y Bléfari pasaron una tarde en Parque Rivadavia, merendaron y al toque ya eran compañeros de grupo. “Lo que más me sorprendió de ella fue su sencillez y calidez”, dice el bajista. “A los quince minutos ya estábamos hablando y contándonos cosas como si nos conociéramos hace un montón.”

Como era de suponer, ninguno de los convocados se hizo espacio para la duda y Bléfari ya tenía lo que necesitaba: un diagrama horizontal, un grupo democrático de rock and roll donde intercambiar de igual a igual. “Siempre se dice que el más grande tiene más experiencia, pero ellos tienen otras cosas que yo no tuve por vivir otros tiempos, entonces se compensa todo”, analiza Rosario. “Imaginate si yo dijera: ‘¡Ah, ustedes no saben lo que fueron los ‘90!’. Compartimos el presente, eso es lo que siempre se olvida y lo más importante. No ser conscientes de eso puede ser la base de muchos problemas.”

El siguiente paso fue un bombardeo de correos pesados, con un total de 30 maquetas de canciones en mp3 –algunas más definidas, otras verdaderas pociones a puro copy-paste–, de las que terminaron seleccionando cinco para poner a prueba en el primer ensayo, en junio del año pasado. Estaban frente a un testeo decisivo, adobado con dosis iguales de nerviosismo y expectativa. “Fue muy raro y rápido a la vez. No éramos cuatro chabones que nos juntábamos a ver qué onda, ¡estábamos armando una banda con Rosario Bléfari!”, describe Marcos. Ritmo, Copiloto, Lejos y El día fueron algunas de las primeras canciones que probaron alrededor de una pava de té, en uno de esos días de frío total. Trabajar sobre las canciones de Rosario, dotadas de simpleza y cierto aroma familiar, supuso un desafío de readaptación para todos. “En mi caso, totalmente”, asiente Monsalvo. “Primero porque acá es una guitarra sola y en El Mató somos dos. Lejos para mí fue casi como un trabajo práctico, una canción con un montón de acordes que después terminó siendo un tema re natural, pero no estaba acostumbrado a algo así. Me tuve que poner a escuchar guitarristas de bandas de una sola guitarra a ver cómo era la teca, por dónde ir. Fue un desafío, pero ahora escucho lo que sale y me pone muy contento.”

Y acá vuelve lo del sueño. Con banda nueva definida, ese perfil en Facebook que ostentaba un nombre en dudoso francés –que todavía divierte verlos pronunciar– parecía encontrar finalmente un sentido para Bléfari. Pero no uno literal, digamos. Suponiendo que se tratara de francés posta, el Google Translate devuelve un significado desconcertante: “Demandar a mi pubis”. Al principio, al resto eso mucho no le convenció, pero la imagen todavía seguía titilando, romántica y enigmática para Rosario, como pendiendo de hilos sobre ese cielo cualquiera, adornando el comienzo de su última gran apuesta. “Lo que me propuse sin querer queriendo con Sue Mon Mont, impulsando sólo la concreción de la reunión, era que seamos todos partes iguales de un todo, cada uno con su ejecución de su instrumento y su composición, con el mismo sentido de responsabilidad ética y estética”, define la cantante. “Además, el hecho de que ellos tengan su historia y sean artistas antes de tocar conmigo, con otras experiencias con sus bandas, otros músicos, hace que lleguemos en igualdad de condiciones. Todos atravesamos el mismo tipo de cosas, pero desde lugares diferentes y con gente diferente. Entonces yo tengo también el desafío como integrante de cumplir con mi parte, de estar a la altura de las circunstancias. Eso me exige atención y cuidado, tratando de no olvidarme todo lo que aprendí en estos años, que es lo que me puede dar seguridad. Estoy tan convencida de lo bueno que está, que no necesito más que relajarme lo suficiente.”

A los pocos ensayos, Sue Mon Mont –un grupo de rock austero y poderoso, guiados por la voz frágil y tibia de Bléfari– ya tenía un disco grabado en vivo en la sala del Peta de Go-Neko!, que pintaba para definitivo si no fuera por el freno que tiró Tifa: había sido tan sólo el resultado de un ensayo y la calidad no era la mejor, pero Rosario y Gustavo se habían cebado al extremo. Tenían sonido de banda, sentimiento y buenas canciones. “En poco tiempo se logró cierta identidad y todo empezó a sonar como Sue Mon Mont. Los temas que trajo Rosario eran muy variados: algunos eran más punk y otros más boleros, y al empezar a tocarlos se fueron amoldando muy bien”, dice Monsalvo. La banda se metió en los estudios DDR –de Bárbara Zampini, viuda de Dee Dee Ramone– para darle forma a un primer disco definitivo que esperan publicar a mitad de año, pero antes tuvo su vuelo de bautismo sobre el escenario del Matienzo. Fue el 23 de noviembre junto a Atrás Hay Truenos, justamente un martes de lluvia después de un fin de semana largo. “Ella no quería que fuera un viernes, le parecía mucha presión”, cuenta Tifa. “Pero estaba lleno: la gente estaba empapada esperando y nosotros re cagados, porque después de mucho tiempo todos nosotros teníamos de vuelta una primera vez.”

En perspectiva, este choque de generaciones que se produce dentro de Sue Mon Mont guarda un sentido total. Y no sólo por la incipiente búsqueda de Bléfari, en su afán incansable de crear nuevos territorios artísticos, si no también por la influencia que generó su música en cada uno de sus nuevos compañeros y sus bandas; todas prolongaciones de ese concepto de aventura y autogestión que promovía Suárez. “Toda esa carga de ser una banda independiente con una propuesta muy lejana a lo que se hacía en ese momento, y que trascendió, fue en parte una influencia para empezar con El Mató”, confiesa Monsalvo. A Rosario, en cambio, le cuesta ver el impacto real de aquella obra. “Es muy raro para mí cuando puedo ver que hay un reconocimiento desde músicos o público por algo que hice. Yo no siento haber hecho nada más que lo que quería y podía hacer: canciones, tocar y cantar y hacerlo como fuera, sin tener que pedir nada a nadie”, dice. “No es falsa modestia sino que no lo veo. Suárez estaba buenísimo y estoy orgullosa de todas mis canciones y he tenido muy buenas bandas como solista, eso lo puedo asegurar. Pero siempre creí que no me prestaban tanta atención, aunque pareció con el tiempo que sí. ¡Qué suerte, porque no contaba con eso!”

Entonces, volviendo rápidamente al presente, donde siempre prefiere estar, Rosario vuelve sobre Sue Mon Mont, con esa fascinación y entusiasmo que se contagia. “Es como una fiesta de aniversario, un momento de pura alegría”, reconoce, primero revolviendo en su costado más romántico y después parece encontrar en un rincón de su cabeza una definición mucho más acertada: “Es como la banda de una película, no somos los protagonistas, tocamos entre las escenas que interpretan otros. Música al servicio de las escenas de la vida. Lo más importante es la gente que los escucha, los verdaderos protagonistas de la película. Y a la vez, a Sue Mon Mont la siento como una banda elegante y salvaje al mismo tiempo, porque así somos los cuatro”.

* Miércoles 19 de febrero en Espacio Cultural Julio Le Parc, Mendoza. A las 21 con Me Darás Mil Hijos y Edificios Dorados.

Décadas

“Eramos realmente lanzados, yo no me daba cuenta”, dice Bléfari sobre Suárez, su primera aventura musical, que terminó siendo emblema de la música independiente de los ‘90. Su debut, Hora de no ver, publicado hace exactamente 20 años, fue el primer intento, osado, de esta banda que completaban Diego Fooser (batería), Fabio Suárez (bajo) y Gonzalo Córdoba (guitarra): doce canciones que abordan el cruce entre la vida natural y la vida urbana de Bléfari, el aroma a paraíso perdido –en perfecto low-fi– flota levemente sobre estas piezas de rock distorsionado y experimental. “Lo hacíamos con la naturalidad de hacer lo que a uno le sale y quiere escuchar, y le da ganas de que lo experimenten otros, como: ‘Escuchen esto, miren, escuchen esto, ¿qué les produce? Si es lo mismo que a nosotros, van a querer escuchar un poco más’”, recuerda Bléfari.

También Estaciones, el segundo CD de su carrera en solitario, está de cumpleaños. Lanzado por Feliz Año Nuevo Discos en 2004, es quizá su disco más preciado, y no sólo por sus seguidores. “Lo adoro a ese disco”, dice Rosario a una década de distancia. Producido por Diego Vainer, esa vez la cantante cambió su foco compositivo y se volcó por primera vez al amor, un romanticismo personal y contagioso. “Lo remamos contra la corriente todos un poco, ensayamos mucho y fue un esfuerzo muy importante, emocional incluso. Y a las canciones las banco a todas a muerte. Son poderosas, simples, raras. No sé cómo las escuchan los demás, a mí me emocionan, son muy sentidas: celebran el amor, el deseo y la amistad contra todo.”

El bosque del rey motorizado

Por fuera de Sue Mon Mont, 2014 parece presentarse como otro año agitado en la vida de cada uno de sus hombres y sus respectivas bandas. Por el lado de Bosques, planean lanzar en marzo su segundo larga duración, titulado El centro del vacío (con edición de Pleroma Discos y Fuego Amigo Discos) y comenzar una serie de presentaciones que arrancarán en abril en Capital Federal y seguirán por todo el país. Por el lado de Los Reyes del Falsete, tienen programado el lanzamiento de dos nuevos videos (el primero de la canción Los niños, en la que participa Litto Nebbia, y el segundo de Decile no, un cover de los Zombies que todavía permanece inédito) y la edición de su tercer disco, aún sin nombre confirmado, que contará con más experimentación electrónica que los anteriores, sintetizadores y caja de ritmos. “No será necesariamente más bailable, queremos que sea un poco más homogéneo que el disco anterior, pero va a seguir contando con guitarras distorsionadas y baterías acústicas”, detalla Tifa. Y por el lado de El Mató, les resta un largo año de giras que empieza por Mendoza y Chile, y en mayo arribarán nuevamente a España para presentarse en el festival Sos 4.8, donde compartirán grilla con Damon Albarn y Phoenix. También tienen en mente empezar a maquetar el sucesor de La dinastía Scorpio. “Pero si vamos de gira se va a hacer difícil”, confiesa Gusti. “Ah, y estamos por reeditar toda la discográfica de El Mató, porque ya no nos quedaba stock.”

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Imagen: Cecilia Salas
 
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