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Jueves, 10 de julio de 2014

AGUAS(RE)FUERTES

Potreros

 Por Adrián Figueroa Díaz

Jurisdiccionalmente, la vía del Belgrano corta a Fiorito de norte a sur y establece una dialéctica gentilicia: “los de este lado” y “los del otro lado”. Los del que da al Riachuelo (norte) vieron al Pelusa Maradona y –no necesariamente por ello– tuvieron los mejores potreros. Los del sur no vivieron una suerte distinta, pero fue suerte al fin.

Un potrero. ¿Qué es eso? Es un terreno desparejo con un dibujo de algo así como una cancha de fútbol, de tierra seca con cascotes desparramados, charcos con barro podrido, isletas de pasto y perros merodeando los tobillos. ¿Qué enseñaban estas adversidades? Dominio del balón ante la desventaja del campo de juego, del rival y del Universo.

Los potreros del sur de Fiorito eran: “Los Blanquitos”, una canchita originalmente propiedad de don Blanco, un arriero padre de gemelos que jugaron en clubes de la B. “La Quema”, bautizada así por ser el lugar donde carros y camiones vaciaban y quemaban basura. “Unamuno”, en uno de cuyos laterales corría el arroyo homónimo y a la que sólo se accedía por dos pasillos abiertos entre casillas. Y “El Campo”, un predio de cinco o seis hectáreas con vacas y caballos pastando entre jugadores.

Inequitativamente en términos cuantitativos, al norte había un potrero justo enfrente de la estación, dividido en dos canchitas. Cuatro cuadras más al fondo había otro, cerca de donde doña María curaba el empacho y la culebrilla, Uno más a 3 cuadras del límite con Caraza, sobre la calle Larrazábal. Otro en Villa Urbana, a dos cuadras de Budge, y el mejor de todos: “Estrella Roja”, el club donde jugaba Pelusa y en el que aún hay chicos pateando pelotas ahuevadas de plástico, de cuero, nuevas, rotas, en patas, con zapatillas de lona, botines, en pantalones cortos o jeans...

Ahora, salvo “Estrella Roja”, ninguno existe. Sí. En Fiorito no hay potreros. Se les instalaron casas, casillas, complejos habitacionales, salitas de primeros auxilios, galpones municipales, futuras iglesias y familias felices. Y no es que esté mal. ¡El punto es que no hay potreros!

Nada como un potrero para enfrentar lo que sea. Resistir. Pelear en equipo. Salvar al compañero. Fortalecer los tobillos entre los pozos. Esquivar las patadas del rival. Caerse, rasparse, sangrar y levantarse. Amenazar al referí por cobrar mal. Cagarse a trompadas. Llorar. Gritar. Joderse. Reír. Amar.

A Francis Cornejo, el descubridor de Maradona, se le atribuye una definición insuperable de Pelusa: “Si Diego estuviese en una fiesta con un smoking blanco y le tirasen una pelota toda embarrada, él la pararía con el pecho”. A esto te lo da el potrero. Pasión. En términos ontológicos e irracionales, el fútbol argento no es sino en el potrero. Es la esencia. Su lógica. Entenderla, Sabella o no saberla, that is the cuestion. Que vuelvan los potreros, por favor, por las nenas y el Benja.

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