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Jueves, 31 de julio de 2014

UN ARTISTA úNICO LLAMADO ZAKK WYLDE

“Black Label Society es como Led Zeppelin”

Violero del carajo y capocómico del metal, el as de BLS se dirime entre copiar a Justin Bieber o hacer llorar la viola que le regaló Ozzy. Nah.

 Por Mario Yannoulas

Micro de gira. Tres porrones de cerveza, una pipa, dos revistas de minas en tetas sobre la mesa. Partido de béisbol de fondo, una guitarra y un blues en primera persona sobre un tipo sexy que no es el que canta. Los músculos surgen por lo apretado de la camiseta, aunque él ya decidió hace tiempo que no estaba interesado en seguir siendo un sex symbol. Sí, el montaje es grotesco –está registrado en un DVD de 2006–, pero no está ni cerca de nublar lo que consiguió Zakk Wylde. Además de ser un guitarrista único, de lograr que cada vez que un violero usa armónicos sea inevitable pensar en él, hizo lo que pocos artistas: construir un universo propio con formas de vestir, de vincularse con un instrumento y con los demás, hasta de usar el lenguaje. La constitución de esa pequeña nación itinerante son las canciones de Black Label Society, el proyecto particular que lo acompañó mientras fue la mano derecha de Ozzy Osbourne y también desde que el clan Osbourne –¿Sharon, quizá?– decidió prescindir de sus servicios en 2009, justamente por “exceso de estilo propio”. Por eso, Zakk tiene su familia personal, de la que se siente próximo más allá de la geografía.

“Donde haya un fan de Black Label Society, nosotros construimos una casa. Somos una familia que siempre la pasa bien”, apunta por teléfono, embarcado en una gira que lo trae desde Finlandia y Rusia hasta la Costa Oeste de su Estados Unidos natal, en un viaje que pronto incluirá su cuarta presentación en Buenos Aires, ya sin el histórico Nick Catanese en segunda guitarra. “Va a ser todavía más sexy que las veces anteriores. Estamos hablando de un viaje caliente que va a llegar lo más cerca del nivel J-Lo que una banda de heavy metal haya estado alguna vez”, destapa. Es difícil que conteste en serio.

Si su estética parece un rejunte de clichés –cruce atávico vikingo y motoquero con farmer sureño–, su conducta rebalsó a la del simple guitar hero hasta componer un modo más tributario de Lynyrd Skynyrd, Van Halen o Alice in Chains que de aquello que con facilidad se reconoce como “metal clásico”. El ríe de todo eso, y algunos pocos segundos separan cualquier principio de respuesta de una carcajada. Esto también es parte de su filosofía: “Lo más importante que aprendí al lado de Ozzy es que es fundamental tener pasión por lo que hacés, pasarla bien”, explica. “Me da gracia cuando veo que otras bandas la pasan mal y pelean todo el tiempo. Nunca tuve una discusión con nadie, mucho menos con Oz, y por eso no tuve que ocupar mi cabeza en esas boludeces.”

Catacombs of the Black Vatican fue editado este año y es el noveno disco de estudio de BLS. “Si tuviera que compararlo con un tipo de cerveza, diría que es como una lager suave”, coteja el experto Zakk para el NO, aunque hace tiempo no prueba una por orden del médico. “Es fácil, ahora aspiro pegamento y da el mismo resultado: me despierto a la mañana con los pantalones abajo de los tobillos y una sonrisa. Es todo lo que necesito.” Claro, el tipo hace su vida mientras escucha Coldplay o algo de Elton John antes de sumergirse en la nocturnidad de la música pesada. “El sonido típico de BLS lo conseguimos robándoles a otros artistas con los que disfrutamos. Un poquito a The Carpenters, otro poco a Lady Gaga, otro a Justin Bieber... los más exitosos. No estamos ni cerca, pero seguimos esperanzados de que algún día su éxito se nos traslade”, satiriza como prólogo de una carcajada de perro. “Robarle al pasado, chupar su éxito. ¿Para qué molestarse haciendo cosas propias? Es demasiado trabajo.”

¿Por qué incluiste al Vaticano en el título del disco?

–Es el nombre de mi estudio: Black Vatican (Vaticano Negro). Y las catacumbas son las canciones. Creo que de a poco me voy transformando en un genio, estoy por cambiarme el nombre a “Einstein Wylde”, ja ja.

El año pasado, BLS editó el DVD en vivo Unblackened, en el que repasabas viejo material de Pride & Glory y de tu disco solista en un plan más tranquilo. ¿Esa vuelta a ciertas raíces influyó de alguna manera sobre este disco?

–No creo. Veníamos haciendo Un atardecer con Zakk Wylde, con canciones más apartadas de lo pesado. El concierto del DVD fue una oportunidad para mostrar material más melódico, porque normalmente en un set largo sólo podés tocar un par de canciones tranquilas. Así pudimos hacer temas que no habían visto la luz en vivo como Sweet Jesus, Queen of Sorrow y Road Back Home. Nadie esperaba que tocáramos algo fuerte, de ahí la idea de “salirse de lo negro”.

Esas canciones las cantás distinto a lo que solés hacer en BLS, ¿te tuviste que reentrenar en ese sentido?

–Mi único entrenamiento es ir cantando por la casa, quizá sentarme un poco al piano. Pero, en definitiva, son canciones. Para mí, cantar es muy diferente a tocar la guitarra, a lo que sí le dediqué muchas horas de mi vida. Cuando lo hago, no lo considero como un ejercicio, porque lo disfruto. Lo único de lo que tengo que preocuparme es de recordar las letras, ja ja.

La banda tiene su identidad y estructura. ¿Cada tanto pensás en armar algo paralelo con otra impronta?

–Black Label Society es como Led Zeppelin. No había nada que los tipos no pudieran hacer. Y si estás en esta banda es porque sos capaz de ir desde lo más pesado hasta lo más melódico. En el disco tenemos baladas como Shades of Gray y temas fuertes como Fields of Unforgiveness. En ese sentido, podemos afrontar cualquier desafío sin cambiar de gente.

Shades of Gray tiene un sonido de guitarra inusual para tu repertorio. ¿Es un trémolo lo que usás?

–Sí. Es la primera vez que lo uso así, al estilo Jimi Hendrix. Y la guitarra es la Les Paul Junior ‘57 que me regaló Ozzy cuando cumplí 21. La usé muchas veces ensayando, quería meterla en el estudio.

El año en que Ozzy te dijo que ya no eras parte de su banda también te internaron por coágulos, pero poco después sacaste Order of the Black, probablemente tu mejor trabajo desde The Blessed Hellride. ¿Hubo relación entre esos hechos?

–Para nada. Me reconecté muy rápido con lo mío, porque la inspiración puede venir de cualquier lado. Led Zeppelin, Black Sabbath, Frank Sinatra, Beatles, Stones, Elvis Presley, Guns N’ Roses, Metallica, Pantera... agarrá el que más te guste. Todos hicieron lo mejor que pudieron en su momento, dentro de sus posibilidades como grupo humano. Podés sentir dolor, ira, angustia... pero todo depende mucho más del día a día, de algo más inmediato y menos pensado, porque la canción sos vos, si querés sacar de adentro tuyo algo pesado o algo melódico. Si sos fanático como yo y buscás en Zeppelin o Sabbath, sabés bien en qué estaba la banda en cada disco, hacia dónde iban en ese momento. Eso es lo que hace interesante la música.

* Miércoles 13 de agosto en Groove. Santa Fe 4389. A las 18.

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