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Jueves, 4 de septiembre de 2014

MOVIMIENTO PERPETUO, LA CUESTIóN EXTRATERRESTRE

Migración descontrolada

La estadounidense Paz Pardo monta una obra en livings porteños, yanquis y colombianos sobre la supervivencia en países ajenos.

 Por Sebastián Ackerman

Para ver Movimiento perpetuo hay que hacer la reserva por mail. Luego te llega la respuesta con la dirección donde se presentará la obra, que semana a semana se hace en un lugar diferente: livings de casas que se ofrecen para hacer de escenario, con una copa de vino y... ¡brownie hecho por la autora! La también actriz Paz Pardo, estadounidense que con dirección del colombiano Carlos Enrique Lozano monta este biodrama en el que Paz intenta exorcizar los demonios de ser una mudadora serial, contando la historia de una extraterrestre que cae en Buenos Aires y trata de adaptarse a la vida de la ciudad. Es que así se sentía cuando llegó, en 2012: “Pasé de ser una adulta en Estados Unidos a una niña de 9 años en un segundo: no tenía vocabulario, no entendía muchas cosas y no me entendían. Era como ser de otro planeta. Si me echaban los perros, no sabía qué hacer para comunicar si me gustaba o no; si me hablaban, no sabía si querían ser mis amigos o venderme algo. No sabía cómo manejarme”, confiesa.

Paz creció en San Francisco, pero también vivió en Nueva York, Londres, Bogotá y Buenos Aires. Por eso la historia es la de una extraterrestre que intentar armar una vida en una ciudad desconocida, donde consigue trabajo, se inventa un pasado, intentan seducirla, sale con amigas, compra empanadas para cenar, empieza a hacer terapia. Y la obra tiene tantas mudanzas como ella: se presentó también en Cali, Bogotá, San Francisco y Nueva York (allá, en inglés). La apuesta es a “crear una comunidad efímera”, y para ello se construye un clima intimista, con pocos espectadores a los que en distintos momentos les pide que hagan algunas cosas (sencillas, nada para asustarse).

Pero no siempre sale bien: lo peor que le pasó haciendo Movimento perpetuo fue en Colombia. “Tuvimos función en Semana Santa, y allá se toma bastante. Cuando empecé la obra, una chica se fue corriendo al baño y empezó a vomitar. ¡Pero dejó la puerta abierta! Como es un público chiquito, todos ponían cara de qué estamos haciendo acá. Fue una función que padecí”, recuerda, pero estalla en carcajadas.

La costumbre yanqui de mudarse constantemente, dice, ya la había “angustiado”. “Estuve en Nueva York dos años y medio, y tenía llave de cinco departamentos: yo me iba a algún lugar, alguien se quedaba en mi depto, alquilaba otro por dos semanas. Un quilombou”, cuenta riéndose. Y ejemplifica: “No sabía ni dónde guardar mis camperas después del invierno. ¡No podía meterlas en una caja y dejarlas, tenía que estar llevándolas durante el verano encima!”.

Pero ser voladora frecuente también le permite comparar los públicos de diferentes países. Claro, se queda con el argentino. “Acá se copa de una manera que me impresiona. Lo vi en otras obras en que hay participación del público. ¡Siempre alguien se ofrece a hacer cualquier cosa! Eso se ve incluso en el subte: cuando sube un músico a tocar, la gente aplaude. ¡Es asombroso! Cómo no te van a hacer el aguante si están en el living de una casa...”

* Los martes a las 21. Reservas al mail [email protected]

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Imagen: CECILIA SALAS
 
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