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Jueves, 16 de octubre de 2014

LOS FUTUROS #13: MALALA YOUSAFZAI

Hablando de la libertad

 Por Lucas Garófalo

Como Arnold Schwarzenegger en Terminator 2, la paquistaní Malala Yousafzai tiene una placa de titanio atornillada al cráneo y algunos enemigos que la quieren matar. Pero lo suyo no es la violencia. Al contrario: el viernes pasado ganó el Nobel de la Paz, convirtiéndose a los 17 años en la persona más joven de la historia en obtener ese premio. No parece exagerado para alguien que enfrentó a los talibanes en su propio territorio incluso antes de haber terminado la primaria.

Curiosa, buena estudiante e hija de un maestro, Malala nació en Mingora, la ciudad más importante del valle de Swat, un paraíso natural de montañas altas, prados verdes y lagos transparentes. Tuvo la mala suerte de coincidir en el mismo espacio-tiempo con el régimen talibán, que desde finales de 2007 y hasta mediados de 2009 le disputó el control de la zona al ejército paquistaní, imponiendo mediante amenazas algunas normas desagradables. Por ejemplo: si una mujer quería estudiar, corría el riesgo de que una bomba destruyera su escuela.

Fue en esa época que la BBC llegó al colegio del padre de Malala en busca de una alumna que pudiera dar su visión del conflicto. Formado en el activismo, Don Yousafzai propuso a su hija, que con apenas 12 años empezó a publicar un blog en el que relataba cómo las escuelas cerraban por temor y sus amigas emigraban de la ciudad. Por seguridad, firmaba con el seudónimo Gul Makai. Pero el anonimato le duró poco. Una vez que los talibanes fueron forzados a abandonar Mingora, un documental de un periodista del New York Times sobre la vida de Malala la puso en el centro de la atención pública, y también en la mira de los terroristas. Las amenazas de muerte empezaron a aparecer por debajo de la puerta o en su muro de Facebook, hasta que el 9 de octubre de 2012, mientras volvía a su casa después de clases, dos hombres se subieron al micro escolar, preguntaron quién era Malala y le dispararon tres tiros en la cabeza.

Tras una larga rehabilitación, Malala reapareció públicamente el día de su cumpleaños 16, con el cráneo reconstruido y un largo discurso que leyó en un encuentro de la ONU: “Lo que busco no es revancha contra los terroristas, sino que sus hijos puedan ser educados”. En su país todavía la miran raro. Los talibanes ya avisaron que piensan matarla apenas puedan, mientras algunos compatriotas le cuestionan que se haya quedado en Inglaterra en lugar de volver. Cobijada por el Primer Mundo, hoy Malala es un icono. Pero estuvo a un par de centímetros de que una bala la convirtiera en mártir para siempre.

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