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Jueves, 19 de junio de 2003

A PARTIR DE WHITE STRIPES Y YEAH YEAH YEAHS...

¿El fin de los bajistas?

¿El fin de los bajistas?

Dos de las bandas del momento forman sin un ejecutante de cuatro cuerdas. En la Argentina, Catupecu experimenta con la misma ausencia. Tres bajistas-estrella y un productor-músico opinan sobre la cuestión.

POR ROQUE CASCIERO
Los White Stripes son la banda más cool del planeta, los Yeah Yeah Yeahs arrasan en el gusto de la crítica y el público del primer mundo, Gabriel Ruiz Díaz de Catupecu reemplaza su instrumento natural por guitarras y un arpa láser... El espíritu de Jaco Pastorius debe andar a los gritos: ¿estamos frente a la muerte del bajo? ¿Habrá un futuro lleno de ex bajistas que manejen taxis? No será para tanto, seguramente. Pero es llamativo que en poco tiempo se hayan acumulado ejemplos de bandas de rock exitosas que prescinden de las famosas cuatro cuerdas. Tampoco es que falten los antecedentes ilustres: The Doors reemplazaba las frecuencias graves con los teclados de Ray Manzarek, The Cramps tampoco tuvo en un principio y Jon Spencer Blues Explosion (que tomó la tradición de dos guitarras y batería de bluseros como R.L. Burnside) lleva más de una década de rocanrol fiero y seductor sin bajos, salvo en ocasiones puntuales.
“¡No saquen los bajos porque se pudre todo!”, amenaza Marcelo Corvata Corvalán, líder de Carajo. “Para mí, el bajo es el pulso de la canción. El bombo y el bajo son marido y mujer, la columna vertebral: si no están, se cae el andamiaje del tema. Es casi imprescindible que estén, aunque, obviamente, puede haber música sin eso, en la que la columna sea otra.” Diego Vainer, productor de El Otro Yo y La Portuaria, recurre a una analogía. “Cuando no tenés bajo, estás hablando de construir una casa sin cimientos, llegás a la teoría de la carpa. En una banda, el bajo es como la voz de la sabiduría: un bajista inteligente te resuelve un grupo. Soy un enamorado de las frecuencias graves y trabajar sin ellas me pondría casi en un estado de orfandad, así que me parece de lo más desafiante no tener bajo. A su vez, es un instrumento que marca mucho el estilo, entonces el no usarlo permite pivotear entre los géneros con gran facilidad. Eso debe provocar cierta libertad formal, porque uno destruye el trío básico del rock.”
A Gastón Moreira, bajista de los Pericos, le gustan White Stripes y Yeah Yeah Yeahs. “Cuando los escucho, no siempre siento que les falte un bajo, me parece que están bien así. A veces se tornan un poco repetitivos, pero porque son pocos integrantes, entonces tienen menos variantes. Para cierto tipo de música, sobre todo en vivo, el bajo es fundamental. Salvo que los integrantes de la banda sean unos personajes, como en estos dos casos. Entonces suplantan el sonido con el espectáculo. Igual, me gusta escuchar dos o tres temas, después me suenan como un grupo que todavía no terminó de armarse. Y no es por ser bajista sino porque me gusta que la música suene gordita, que patee... Además, no creo que vayamos a quedarnos sin trabajo, porque las chicas siempre dicen que los bajistas somos sexies, entonces las bandas nos necesitan.”
Gabo Manelli, de Babasónicos, tiene una postura diferente: “Si los bajistas caen en desuso, está bien, que se maten todos”, dice entre risas. “No sé, me compraré un teclado... No le encuentro sentido a que haya una formación standard para hacer rock. Me gustan los White Stripes, que en el último disco sí meten algunos bajos. No creo que un instrumento sea imprescindible para plantear un sonido nuevo, ni tampoco que deba ser descartado, porque siempre hay frecuencias graves que ayudan a que la música sea impactante. Si vamos al origen de la música popular, siempre hubo frecuencias graves. La sensación que te da en el pecho cuando escuchás frecuencias graves tiene que estar. Pero los bajistas no somos indispensables. Lo básico es que el bajista sea bueno: si no conseguís un buen bajista, más vale hacete una banda sin bajo.”

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