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Viernes, 26 de diciembre de 2014

LA REPRESENTACIóN PERDIDA

¿Qué le habrá pasado a mi rock and roll?

¿Rituales preconcebidos o comunidades libres? ¿Proclamas o reclamos? ¿El rock perdió su imán juvenil?

 Por Mario Yannoulas

“Me enamoré de la dulce sensación / Le di mi corazón a un simple acorde / Le entregué mi alma a una nueva religión / ¿Qué te habrá pasado? / ¿Qué le habrá pasado a mi rock and roll?.” Era 2001 y, según Black Rebel Motorcycle Club, ese bello relato libertario parecía apagarse como un fósforo rancio. Algunos años después, la pasional y poco abúlica Argentina tuvo un indeseable punto de quiebre: el rock empezó a dejar de ser el espacio de representatividad por defecto de los jóvenes argentinos. Después de Cromañón, una buena porción de la juventud perdió la fe, el sentido de pertenencia respecto de esa cosmogonía hecha a medida y todos sus papiros. Lo que quedó fue el rock como marca.

Alienada por una necesidad de protagonismo que se transformó en vicio, la comunidad se había descuidado a sí misma. Aquellos que se pretendieron más virtuosos y execraron las atrocidades del mundo adulto, comprendieron que no estaban formando una comunidad más libre o racional: sólo estaban reproduciendo sus males en rituales autóctonos.

El colectivo, que tan pocas veces había pensado en las instituciones como ayuda –más bien lo contrario–, se volvió demandante: reclamó prevención, seguridad, regulación. Ganaron terreno otras expresiones y actividades, como la militancia política o el universo geek.

La imposibilidad legal de presentar formatos eléctricos y ruidosos en pequeños espacios hizo crecer la deselectrificación de una escena que le había confiado al voltaje una buena parte de su identidad. Se formaron solistas y orquestas acústicas, muchas de ellas inspiradas por viajes y por una latinoamericanización del contenido.

Colaboraron también las nuevas formas de circulación y consumo de música, con el shuffle como estrategia ineluctable. Y aun bajo la “marca rock”, aparecieron conjuntos que poco tienen que ver con esa música. Se multiplicaron ukeleles y cajones peruanos, y se siguió hablando de “rock” como algo que va más allá de lo que suena. ¿Hacia dónde va? No se sabe. Está en observación.

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