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Jueves, 17 de julio de 2003

Aquí, Torre de Control

EL BOCON INSISTE

”Hoy siento que ‘¿Cuál es?’ es como la Torre de Control de la ciudad.” Esto decía, hace unos días, otro bocón, eterno adolescente de casi 40 años: Mario Pergolini. Empresario de los medios y figurón incurable, hace más de 15 años que Mario anda por aquí, por allí y por todas partes, buscando mediatizarse y mediatizarnos: lo logró. De tanto boquear, moquear, bardear, gritar, cancherear y caretear, Mario Pergolini es algo así como el Ronald McDonald argentino. Pero, por otro lado, siempre fue un “transgresor” identificado con Mick Jagger, el más caretón de los Stones. Pero hay una sutil diferencia: si Mick creció escuchando y asimilando los discos que le pasaba Brian Jones, Mario creció escuchando (y haciendo) radio. La radio y Mario. Si en su momento Hugo Guerrero Martinheitz revolucionó el medio desde su personalidad, sus silencios y sus reflexiones; Mario al igual que sus compinches Juan Di Natale y el Cabo de la Puente (un genio incomprendido, según el universo de la Torre de Control) hicieron su revolución con ruido, estupideces... y control. Con la cabeza prendida en la radio todo el día, todos los días, a toda hora, año tras año, sin parar (salvo para hacer televisión), Pergolini encarna ese fascismo del entretenimiento que describe el alemán Peter Sloterdijk. Mario habla (en joda, porque es medio jodón), pone caras, gesticula, se hace el payaso, se hace el serio y, según él mismo confiesa, nunca descansa. Como aquel tema de Divididos, él es ese tipo en la radio que no para de hablar. Como animal de radio, Pergo reconoce y enumera sus influencias: Larrea, Mareco, Badía, Mancuso. Claro que él hizo su aporte personal: la adrenalina. Su Torre de Control es la antítesis de la Torre de la Canción de Lenny Cohen. Vertigo, hits, demagogia, publicidad y competitividad. Eso transmite la Torre de Control de Mario y, en estos tiempos de cambios y replanteos, es hora de analizar hasta qué punto sus ondas radiales no son referentes fundamentales de la cultura menemista. Y, si comparamos las torres de control, ¿cuál fue más hipócrita, la de Mario o la de Marcelo? Más allá de la payasada de “CQC” (grupo de patéticos bufones de la corte con pretensiones de justicieros), la Torre de Control de Mario no oculta sus intenciones. “Rock & Pop, el lugar en el que el rock no muta, porque tiene una sola cara”, dice un slogan publicitario. Por eso, aunque no tenga radio en mi casa, la cara de Mario con su mirada de psicópata domesticado me sigue atormentando con su mueca imbécil. Tengamos cuidado: la Torre de Control nos vigila. EL BOCON

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