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Jueves, 15 de octubre de 2015

ADRIáN PAOLETTI, UN CANTANTE POPULAR, AUNQUE EL PUEBLO NO LO SEPA

“EL DE UN COLEGA ES UN ELOGIO CALIFICADO, CUESTIÓN DE EGO Y CARIÑO”

Las canciones de este poeta sensible y surrealista guardan el encanto de lo distinto e irrepetible, sin resignar rebeldía y juego infantil. Quizás por eso son tan importantes para una nueva generación de cancionistas que pasa por Javier Sisti Ripoll, Jo Goyeneche, Ale Schuster o Maxi Prietto. Músicos que, casualmente, lo acompañarán esta noche en el festejo por los 20 años de Paciencia, su debut solista tras el fin de Copiloto Copilato.

 Por Juan Barberis

aHace poco más de dos décadas, Adrián Paoletti decretaba el final de Copiloto Pilato, el eslabón más extraño e inclasificable dentro de ese pelotón denominado Nuevo Rock Argentino –junto a bandas como Los Brujos, Juana La Loca y Los Peligrosos Gorriones– e intentaba darle un nuevo curso a su vida. A sus escasos 25 años, este poeta oscuro pero naíf surgido de la zona sur del conurbano experimentaba una colisión interna que lo ponía en crisis con su propia vida. “Estaba enojado con la música, con los chicos de la banda, no quería saber más nada”, recuerda.

A bordo de un Ford Falcon con destino a Chile, se tomó unas largas vacaciones y puso a prueba su fantasía de dedicarse a la literatura, un sueño recurrente que había postergado por su banda. Fue un año completo en el que respetaba una rutina diaria de tres o cuatro horas de escritura entre poemas y cuentos cargados de surrealismo y fantasía, y donde la música solo parecía una leve distracción, una cápsula en su tiempo maniobrada con lejanía.

Pero, pese a su voluntad de cambio, la gimnasia compositiva de Paoletti seguía en modo activado. Durante aquel exilio al otro lado de la cordillera, empezaron a acumularse algunas nuevas canciones, como Mi carro de fuego y Cecilia, que vibraban por fuerza propia. Meses después, cuando Paoletti se las mostró a Fabio Suárez y Rosario Bléfari –el tronco neurálgico de Suárez–, lo invitaron a tocar en una fecha en La Luna y sin siquiera proponérselo, Paoletti estaba frente al inicio de su carrera solista.

“Todo parece indicar que yo, como líder y compositor, había disuelto Copiloto para desarrollar mi propia historia, pero nada que ver, fue todo sin buscarlo”, dice Paoletti, que por entonces grabó esas nuevas canciones en el Abasto, junto a Gonzalo Villagra, de manera precaria y en forma de demo, para conservarlas de algún modo. Pero a medida que sus amigos y conocidos le iban pidiendo cada vez más copias, decidió publicar Paciencia en casete en el ‘94, y al año siguiente le sumó seis canciones y lo sacó en CD.

Ese trabajo, que hoy está cumpliendo dos décadas y es considerado una gema de culto del rock independiente argentino –y rescatada con cariño y admiración por una nueva camada de artistas que lo ubican como una fuerte referencia–, marca el estilo personal de Paoletti, un poeta sensible y desalineado, oscuro y surrealista, que nunca parece haber abandonado del todo su pulsión infantil y rebelde. Sus canciones son como figuras difusas torneadas en plastilina, pequeñas piezas que guardan el encanto de lo distinto e irrepetible.

“Paciencia siempre me pareció una cosa rarísima, desde la tapa y el librito, que tiene publicidades de tatuadores, hasta la música: pequeña, hermosa, preciosista, rústica. Siempre lo consideré una gema valiosa dentro de mi colección de CDs”, dice Javier Sisti Ripoll, cantante de 107 Faunos. “Esa forma particular de construir la canción mostraba que se podían hacer las cosas de otra manera, incluir narraciones más creativas, inventar silabeos, mandar todo a la mierda desde la ingenuidad. Adrián se esmeraba en abrir el universo simbólico del rock.”

Aquella obra poco pretenciosa grabada en un una portaestudio esbozó lo que finalmente explotaría de forma generalizada durante la primera década del siglo XXI: una generación de artistas que priorizó la personalidad compositiva por sobre la calidad interpretativa y la alta definición de registro. “Paoletti desafinaba, cantaba en un registro raro, era oscuro y naíf al mismo tiempo, folk y noise, beatnik y maldito. Para mí era la combinación perfecta para la época. Yo lo veía como a un Beck bonaerense”, dice Jo Goyeneche, cantante de Valentín y los Volcanes.

“Adrián me parece un gran poeta, muy simple, concreto, certero”, suma Alejandro Schuster, cantante de Viva Elástico, que ahora está trabajando junto a Paoletti en algunas nuevas canciones para el próximo disco de su banda. “Lo que más me gusta de Paciencia es que no intenta aparentar en lo más mínimo. ¿Qué músico de rock le pondría ese nombre a un disco? La paciencia es cero cool, siempre va a ser más cool la palabra ansiedad.”

Ahora, para celebrar las dos décadas de aquel debut, Paoletti digitó un show –esta noche en Ultra– que responde a este lazo de cercanía y admiración mutua con una joven generación de músicos como 107 Faunos, Maxi Prietto, Ale Schuster y Jo Goyeneche, que interpretarán sus canciones antes de que Paoletti y Los Impares, su propia banda, repase el disco de punta a punta. “Esto es un gusto personal que me doy, es solo un festejo, no es un ningún fucking homenaje”, avisa el compositor.

¿Cómo creés que envejecieron esas canciones?

–Yo creo que re bien, porque hay algunas que son emblemáticas y nunca las dejé de tocar, como Lluvia, Cecilia, Mi carro de fuego y Perfil, que también la grabó El Otro Yo y aparece en el disco solista de Cristian Aldana. Es hasta el día de hoy que la tocan en vivo y gracias a ellos esa canción tomó otra dimensión. Aparte, a mí me re gusta.

¿Creés que la escritura es tu principal valor como artista?

–Yo hago canciones y para mí en las canciones es tan importante la música como la letra, aunque a mí siempre se me destacó por la lírica. No sé si es mejor o peor que la de otros, pero estoy seguro de que es muy personal si te la ponés a comparar, ¿no?

¿Podrías rastrear de dónde fuiste tomando elementos para ir construyendo esa identidad?

–Por suerte tengo a mi madre, que me inculcó la lectura desde muy chico. Leía mucho a Robin Hood, todos los libros de Julio Verne, y después de eso pasé a la biblioteca de mis viejos a leer todo lo que encontraba, así que tengo un background grande de literatura, sumado a leer a muchos poetas. Tengo 47 años y toda mi formación musical desde cuando empecé a escuchar música fue con el rock nacional, donde podía cantar las letras, leerlas. Pero también intento ser una antena que pueda captar no solo cosas de la literatura y la música, sino del cine, del teatro; enterarme de historias para después transformarlas en algo.

¿Cómo creés que fue actuando en vos el paso del tiempo como compositor? Uno tiende a perder cierta inocencia e instinto lúdico.

–Por suerte utilizo mucho la fantasía y personajes imaginarios, mis temas a veces parecen para niños. No hago canciones ni barriales ni de protesta, no trato de bajar línea de la vida ni hacer letras de autoayuda. Por eso me gusta despegar desde la fantasía o desde la poesía abstracta para que cada uno que lo escuche entienda lo que quiera entender.

Tenés el rótulo de artista de culto, ¿qué creés que faltó para tener una carrera a otra escala?

–Yo no puedo echarle la culpa a nadie y hacer responsable a otro de mi carrera, el responsable soy yo. Son cosas que se dan así. Tal vez tenga que ver con que tanto mi lírica como mi forma de componer son muy particulares y diferentes. Con Copiloto Pilato éramos de la movida del sur pero no podían encasillarnos, ni con otras bandas de esa movida ni con otras de afuera. Cuando arrancamos, todas las bandas podían ser asociadas a otras: Martes Menta era Inspiral Carpets, era muy obvio; el primer disco de Babasónicos era Jane’s Addiction, Juana La Loca era Jesus and Mary Chain. Era todo muy ubicable. Nosotros teníamos una referencia a Joy Division, Almendra, Television, pero era más difícil clasificarnos. Y a mí también, hasta el día de hoy nadie sabe dónde poner mi disco en un casillero. Capaz tiene que ver con eso.

¿Y eso significa una victoria para vos?

–Yo digo que soy un cantante popular pero el pueblo no lo sabe. Dentro de la música popular, hago música en estilo rock, soy bastante limitado, pero hago canciones, soy un hacedor. Yo no me destaco por mi virtuosismo, me destaco justamente porque mis canciones tienen personalidad, eso es lo que yo valoro. Personalidad en cuanto a otros artistas contemporáneos de acá, en cuanto a las referencias inmediatas de la música que escucho. No está bueno cuando las referencias soy tan obvias. En ese ejercicio conmigo se le complica a la gente. A mí no me pueden identificar con nada.

¿Cómo ves la reaparición de bandas de tu generación como Los Brujos o Peligrosos Gorriones?

–No sé, yo creo que están laburando. Los Brujos sacaron un disco en teoría nuevo y Los Gorriones un disco en vivo, es medio raro, no me parece ni bien ni mal. A diferencia de Copiloto Pilato, ellos eran grupos de amigos y nosotros no tanto. Ellos se separaron por algún motivo y ahora se reencontraron y ese motivo quedó atrás, y sumado a que pueden laburar un poco y lo hacen... Ojalá que saquen discos con canciones nuevas. Estaría bueno que planteen y muestren lo nuevo.

Pese a la dimensión y a las intermitencias de tu carrera, parece que fuiste una referencia para muchos artistas emergentes, ¿qué te produce eso?

–Me parece algo genial y ése es el principal motivo de este show que organizamos. Yo sigo tocando de forma under y autogestiva, comparto todo el tiempo escenario con bandas nuevas y no tan nuevas, comparto festivales y camarines, y en ese suceder fui teniendo intercambio con artistas que me iban diciendo que escuchan mi música, que les gusta, como 107 Faunos, Valentín y los Volcanes, Prietto. Es algo muy loco. Cualquiera de estas bandas que van a tocar conmigo tienen más público que yo, son fans míos pero su público ni siquiera me conoce. Para mí el elogio de un colega es un elogio calificado, es una cuestión de ego y cariño. Siento mucho afecto de parte de ellos y eso me dice que estuve haciendo las cosas bien.

* Jueves 15 en Ultra, San Martin 678. Desde las 20.

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Imagen: CECILIA SALAS
 
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